viernes, 28 de junio de 2013

De Sao Paolo a Estambul: Lección de economía política


La erupción espontánea de ira por parte de miles de jóvenes manifestantes en Turquía y Brasil durante el último mes fue algo desconcertante para los observadores extranjeros.
Hasta hace muy poco, ambos países eran considerados ejemplos brillantes de progreso en los mercados emergentes, lugares de rápido crecimiento donde una creciente clase media podía aspirar a un futuro más promisorio.
Entonces,
- ¿Por qué tanta angustia?
- ¿Por qué los beneficiarios de esta clase media emergente de repente 
  se sublevaron?
- ¿Y qué significa para la continuidad del crecimiento mundial?
No hay respuestas fáciles, pero un buen punto para empezar es la intersección entre 4 vías:
- la desigualdad económica,
- los privilegios políticos,
- la inflación y
- la desaceleración del crecimiento mundial.
Hasta ahora,
- la globalización ha hecho un trabajo aceptable 
- de beneficiar a todos en los mercados emergentes.
A nivel mundial,
- la pobreza ha caído y
- la mortalidad infantil, la alfabetización y el bienestar han mejorado.
Pero los avances se han producido de manera muy desigual dentro y entre los países.
Y mientras
- la capacidad de hacer dinero se ha incrementado entre aquellos en posiciones 
  de poder, también lo ha hecho
- la corrupción y el enriquecimiento a través de distorsiones del mercado 
  creadas por el gobierno.
Esta desigualdad no sólo se vuelve más notoria a medida que avanza el crecimiento, sino que
- la historia demuestra que una clase media más educada y
- más activa políticamente, con el tiempo, 
- incrementará sus expectativas y exigirá cambios.
Según esos parámetros,
- Brasil estaba maduro para una agitación.
Aunque
- los niveles de desempleo se ubican en un mínimo récord,
- su coeficiente Gini —indicador desigualdad— se ubica en 54, 
- uno de los más altos del mundo
No es sorprendente, entonces, que un gráfico diseñado por Eurasia Group haya mostrado que
- las principales preocupaciones entre los votantes brasileños encuestados 
  pasaron de ser
- la "ausencia de empleo" en 2005 a 
- temas de "calidad de vida" —
- relacionados con salud, transporte, crimen y educación— en 2013.
En tanto, Turquía y Brasil tienen
- una tasa de inflación anual incómodamente alta, de 6,5%.
Y el efecto se siente aún más en los sectores sensibles como viviendas y alimentos de las grandes ciudades.
- Los alquileres en Río de Janeiro y São Paulo en ciertos momentos
- se han aproximado a los de Nueva York;
Estambul se ubica entre las ciudades más caras del mundo emergente, por encima de Shanghai, Beijing y Mumbai, según un índice de costo de vida elaborado por el sitio de servicios a emigrantes Expatistan.com
Se trata de una receta para el descontento.
Las divisiones sociales creadas por esas distorsiones tienden a desarrollarse con el tiempo, pero 
- la ira y el activismo generalmente llegan como una explosión, 
- desencadenados por lo que pareció ser un evento aislado, casi inocuo; 
- el aumento de 10 centavos estadounidenses en las tarifas de los 
  autobuses públicos en São Paulo, o 
- el plan de remodelación del Parque Gezi en Estambul. 
Hay que destacar que 
- estos eventos suelen surgir cuando la economía comienza a empeorar.
A esto se suma 
- la desaceleración en China, que está deteniendo el crecimiento mundial
mientras Europa y Estados Unidos continúan luchando para recuperarse de sus respectivas crisis.
El avance de los ingresos promedio en los mercados emergentes, un fenómeno que data de una década y que sólo fue interrumpido brevemente por la crisis financiera mundial, ahora se está estancando.
Es como si la música se hubiera detenido y la clase media de los países emergentes se diera cuenta repentinamente que todas las sillas están reservadas para los ricos.
Años atrás, la teoría económica solía obviar estos temas.
- La desigualdad social era considerada una preocupación moral pero
- sin consecuencias para el desempeño económico;
mientras que 
- la corrupción, aunque repudiable, frecuentemente era considerada
- un mal necesario que aceitaba las ruedas del comercio.
Ahora, no obstante, hay toneladas de investigaciones que demuestran 
- el efecto perjudicial de ambos en el potencial de crecimiento de un país.
Los funcionarios deben resolverlo o corren el riesgo de un estancamiento económico.
Sin embargo, hacerlo no es tarea fácil. 
Como destaca el economista de Harvard Edward Glaeser, aplacar a los iracundos manifestantes con medidas retrógradas —como la marcha atrás en el aumento de las tarifas de autobuses en Brasil— a veces puede 
- tener un efecto adverso debido a que introduce 
- mayores distorsiones en el mercado, lo cual a su vez 
- lleva a mayores ineficiencias y desigualdades.
- La verdadera solución es 
- eliminar los subsidios y tratamientos tributarios más favorables
- que los gobiernos otorgan a las elites privilegiadas; es decir,
- a la clase que percibe la renta, como la denominan los economistas.
En Brasil, eso significa sacarse de encima
- las industrias favorecidas por décadas con financiamiento estatal subsidiado.
En Turquía, los objetivos son 
- los capitalistas amigos que prosperaron por décadas 
- a expensas de un estado militarizado y los cuales, más recientemente, 
- han aprovechado las relaciones islámicas con 
- el gobierno de Recep Tayyip Erdogan.
Pero, para atacar plenamente
- la desigualdad y las barreras que ésta impone al progreso,
- se requieren medidas a nivel mundial.
- Las políticas de impuestos y subsidios preferenciales 
- en los países desarrollados son las culpables de 
- crear mismas clases privilegiadas; 
solo hay que ver los exorbitantes salarios pagados por los bancos multinacionales, los bancos demasiado grandes para fracasar.
Y aunque el presidente de la Reserva Federal, Ben Bernanke, lo siga negando, hay evidencia contundente de que
- los programas de "flexibilización cuantitativa" de los países ricos
- han impulsado burbujas inmobiliarias que 
- han marginado a las clases pobres
- de menores ingresos en lugares como São Paulo.
Debido a que 
- las economías maduras y cargadas de deudas del mundo desarrollado 
- enfrentan límites para el crecimiento futuro
- necesitamos el crecimiento de 
- los mercados emergentes más que nunca.
Resolver lo que irrita a los ciudadanos de São Paulo e Estambul 
- debería ser una meta compartida por todos.
Michael Casey - The Wall Street Journal - NYC - 28-Jun-2013

Economía mundial y la fiesta del dinero fácil


Estamos descubriendo ahora los límites del dinero fácil.
 
Durante más de cuatro años, los Bancos Centrales del mundo -liderados por la Reserva Federal de
EE UU-
- han bombeado dinero agresivamente en sus economías para estimular una reactivación
  más rápida.
Estas infusiones son enormes. Entre 2007 y la actualidad, los bienes de los principales bancos centrales casi se han duplicado de 10,4 billones de dólares a 20,5 billones de dólares, informa el Banco de Pagos Internacionales (BPI) en su informe anual, que acaba de darse a conocer.
Cuando estos bienes (bonos, hipotecas y otros instrumentos financieros) se compran, los vendedores reciben efectivo.
El propósito del aluvión de efectivo es
- bajar las tasas de interés,
- elevar los precios de las acciones y el valor de los bienes raíces, y
- restaurar la confianza y un crecimiento económico más enérgico.
El veredicto más bondadoso sobre este experimento monetario masivo es que
- sus beneficios han sido modestos.
En Estados Unidos,
- redujo las tasas de interés a largo plazo y,
- en cierta medida, reforzó las acciones.
Aún así, la velocidad de la recuperación norteamericana (alrededor de un 2% anual) representa aproximadamente la mitad del promedio de todas las recuperaciones entre 1960 y 2007. Con respecto a la economía global, ésta creció un 2,5% en 2012, mientras que entre 2003 y 2007 el promedio de su crecimiento fue un 3,7%.
Pocos países importantes están mejor ahora que antes de la crisis financiera.
- El dinero barato no ha representado un éxito deslumbrante.
Aún así, cuando la Reserva sugirió, la semana pasada, que
- iba a reducir la compra de bonos este año, las acciones bajaron.
 
Obstáculos
Ésa es una desventaja:
- Es difícil revertir la política de dinero barato con gracia.
El problema mayor es que
- los Bancos Centrales están intentando hacer cosas que escapan a su poder.
Stephen Cecchetti, jefe economista del BPI expresa:
- “El estímulo monetario por sí solo no puede conducir las economías hacia
- un sendero de crecimiento robusto y auto-sostenible, porque
- las raíces del problema que impide ese crecimiento no son monetarias.”
En el informe anual, Cecchetti sostiene que
- las tasas de interés bajas podrían hasta ser contraproducentes.
- Facilitan el financiamiento de grandes déficits presupuestarios y
- pueden retrasar recortes necesarios, aunque impopulares.
(Creado en 1930 para ayudar a pagar las deudas de la Primera Guerra Mundial, el BPI ahora sirve principalmente como un foro de cooperación financiera internacional.)
La preferencia de Cecchetti por la reducción del déficit es controvertida;
- los economistas no concuerdan sobre la necesidad de recortar los déficits.
- Pero su punto principal es correcto y podría no haberse expresado lo suficiente.
- El dinero barato no puede rescatar la economía global.
En verdad,
- aunque nadie se atreva a decirlo, quizás no haya un conjunto de políticas plausibles
- para neutralizar todas las fuerzas que retardan el crecimiento.
La más poderosa de ellas, en Estados Unidos, como he indicado repetidamente, es
- el legado de la crisis financiera y de la Gran Recesión.
Su aspecto repentino y su magnitud aleccionaron y asustaron a la población, haciendo tambalear el optimismo y la vitalidad.
Las familias, empresas, banqueros, reguladores gubernamentales -casi todo el mundo-
- se volvieron más cautos y, en la jerga económica, experimentaron “aversión al riesgo”.
- Los consumidores escatimaron los gastos;
- las empresas limitaron la contratación y las inversiones.
- Las deudas que parecían soportables pronto se volverán una carga.
- Las firmas y las familias se “desapalancaron”.
 
Industria clave
- El avance tecnológico, un motor de crecimiento en los años 90,
- también parece haber tambaleado.
El economista Robert Gordon, de Northwestern University, sostiene que
- el auge de la tecnología de la información se está debilitando.
Un nuevo estudio de la Reserva Federal proporciona algunas pruebas de corroboración. Halla que entre 1995 y 2004,
- la productividad de la mano de obra -una medida de la eficiencia-
- en el sector empresarial no-agrícola aumentó un 3,1% ciento anualmente, y
- alrededor de la mitad de la mejora provino de la tecnología de la información.
Entre 2004 y 2012, los avances anuales promedio cayeron un 1,6%, y la TI proporcionó un poco más de un tercio.
Finalmente, los cambios demográficos podrían perjudicar.
A medida que los norteamericanos envejecen, pueden frenar sus gastos. En 2000, la población de 65 y más años representaba el 12% del total; para 2025, se proyecta que representará casi el 19%. Sus deseos quizás no hayan menguado, pero no saben si vivirán más que sus ahorros. El declive en las cuentas jubilatorias -en muchos casos ahora revertido- podría repetirse. Los beneficios del Seguro Social y de Medicare podrían recortarse. Estas incertidumbres provocan cautela.
 
Recuerdos de la crisis
El crédito barato
- no encara ninguno de estos problemas directamente;
- e indirectamente, lo hace sólo con debilidad.
No puede
- borrar los recuerdos de la crisis financiera. 
- crear nuevas tecnologías. 
- hacer que los ancianos sean más jóvenes.
En el mejor de los casos,
- el dinero fácil ayudó a la recuperación de la vivienda;
en el peor,
- se convirtió en un narcótico del mercado de valores, que no puede retirarse sin dolor.
Muchos países enfrentan obstáculos para el crecimiento que el dinero fácil no eliminará por arte de magia.
Lo que sugiere una cuestión mayor. Se enseña a los economistas en la escuela de posgrado, que los avances en su disciplina permiten estabilizar y, dentro de amplios límites, controlar la actividad económica. Pero, ¿qué si no es así?
Los feroces debates entre economistas indican que el consenso ya no existe.
Inevitablemente,
- hay políticas mejores y peores; pero en el tiempo real,
- no siempre puede distinguirse cuál es cuál.
- Los ciclos comerciales perduran.
- Las fuerzas del mercado aún dominan;
  - la capacidad de dominarlas y darles nueva forma sigue siendo limitada.

- El tiempo, en igual medida que las políticas a seguir, quizás promueva 
  la recuperación.
Robert Samuelson - El Día - La Plata - 28-Jun-2013

martes, 25 de junio de 2013

¿Otra tormenta perfecta?

File:The Perfect Storm by max qin.jpg
Los tipos de interés tan bajos han fomentado la inversión en activos con un riesgo más elevado
 
Hace justo un mes comenzó a gestarse una tormenta perfecta.
Su primer y espectacular síntoma se produjo el 23 de mayo en la Bolsa de Tokio que,
- tras subir más de un 70% en 6 meses,
- cayó de repente un 7% en un solo día.
Hasta ayer,
- la gestación de esa tormenta estaba pasando casi desapercibida
(¡ni siquiera subía mucho la prima de riesgo de la deuda española!) pero,
- tras las recientes caídas del Ibex 35, ha empezado a resultar evidente.
Tres focos principales están alimentando su potencia destructiva:
1- la subida de los tipos de interés de largo plazo en todo el mundo;
2- la pérdida de credibilidad de la política monetaria del Banco de Japón; y, finalmente,
3- lo que parece ser un estrangulamiento del crédito en China.
A todo esto hay que añadir un cuarto factor de inestabilidad derivado del primero de los otros tres: 4- la fuerte salida de capitales de los mercados emergentes que
 - hunde sus Bolsas y la cotización de sus monedas.
La lógica de esa salida de capitales es sencilla:
- los tipos de interés tan bajos de los últimos años habían fomentado
- la inversión en activos con un riesgo más elevado y que
- pudieran proporcionar una mayor rentabilidad.
El cambio de política por la Reserva Federal está provocando
- una reacción hiperestésica en sentido contrario.
La gravedad de lo que pudiera suceder en China la evoca el paralelismo con lo sucedido en Occidente en los años previos al estallido de la crisis:
- el crecimiento descontrolado del crédito y
- el desarrollo hipertrofiado de una llamada “banca en la sombra” y
- de vehículos fuera del balance de los bancos del tipo de los que llevaron a la quiebra a
   la gran banca norteamericana en 2008,
 (eran sociedades de inversión que se financiaban a corto plazo e invertían a largo plazo; quebraron cuando surgieron los primeros problemas para financiarse en los mercados, y arrastraron con ellos a los bancos que los habían promovido).
¿Estallará finalmente esa tormenta perfecta?
Aunque la situación es muy complicada y el peligro de una suma vectorial desafortunada de todo lo anterior podría terminar
- con la quiebra de alguna gran institución financiera internacional (o de algún país emergente)
- sería muy raro que eso se produjera a estas alturas del ciclo.
Pero sí que es probable, en cambio, que
- la inestabilidad se intensifique en las próximas semanas hasta conseguir que
- el índice S&P 500 de la Bolsa norteamericana caiga un 20%-25% (hasta ahora solo
  ha caído un 6%)
- y el precio de las materias primas retroceda otro tanto.
Con el consiguiente impacto sobre
- una economía mundial que se está desacelerando (sobre todo China) y que

- pudiera verse, por tanto, abocada a otra recesión global.
Juan Ignacio Crespo - El País - Madrid - 25-Jun-2013

¿Quién me mandó a meterme en esto?


Pero yo sobre todo lo que quisiera saber ahora es quién carajo me mandó a meterme en esto.
 
Lo más cómodo sería decir que fue él, pero yo sé que no es tan fácil. En general, nada es tan fácil, aunque los demás crean que a mí todo me resulta fácil. Siempre creyeron eso de mí: que yo era linda, que yo era inteligente, que yo sabía acomodarme, que todo me resultó muy fácil.
Y no saben el esfuerzo que le pongo, lo que laburo yo las cosas. Pero también por eso no le puedo echar la culpa a él: yo me lo busqué con toda conciencia, con todas mis fuerzas, la culpa es toda mía. Él me ayudó, claro, no sé qué hubiera sido de mí sin él, pero es cierto que a mí siempre me gustó mandar: desde chiquita me gustó mandar.
El problema es que cuando una manda necesita rodearse de gente que esté a la altura, que no la decepcione. Y eso en este país de mierda es tan difícil.
Cuando él estaba era distinto, claro. Pero el muy turro se tenía que ir dejándome acá sola. Toda una vida diciéndole que se cuide, que no haga boludeces, que largue el alcohol el cigarrillo la comida, que tome sus remedios pero no, el señor se creía que era inmortal, que lo que nos pasa a todos a él no le iba a pasar, se creía que era distinto a todos.
Por eso me gustaba, claro, a mí cómo me iba a gustar un tipo que se creyera uno más, uno del montón, pero hay cosas donde es necesario ver los límites y el pobre al final me dejó acá sola en medio de la horda, sola, diciendo cosas tan ridículas como que hay momentos en que es necesario respetar los límites, yo diciendo respetar los límites.
Si yo me hubiera pasado la vida respetando los límites ahora estaría atendiendo el teléfono en alguna oficina, haciendo trámites, quién sabe, lavando los platos; si algo bueno hice en mi vida es no darle bola a los límites, a esas barreras que la gente se inventa para justificar sus incapacidades; todos esos que ahora me dicen que me calme no entienden que si soy como soy, si soy lo que soy es porque nunca me calmé, así que no voy a empezar ahora.
No es que me equivoque, no es que me descontrole: es que eso es lo que soy, a ver si lo van a descubrir recién. Pero lo cierto es que no es lo mismo hacerlo cuando hay alguien que te puede decir nena pará, que te puede señalar cuando quién sabe estás por patinar, estás por confundirte –no voy a decir equivocarte, para qué, eso ya lo dicen los demás–, que hacerlo cuando no lo tenés, cuando te rodea una manga de salames que no podés confiar en ninguno porque son unos brutos que se creen muy vivos, acá, en la oficina, en todos lados, una manga de salames que no se dan cuenta de que no me llegan ni al ruedo de la pollera media pierna y encima se agrandan porque tienen un poquito de poder.
Pero un poquito y encima se los dí yo, pobres borregos. No saben lo que es el poder de verdad y se creen que lo tienen. Como esos que te dicen sí la información es poder el discurso es poder las relaciones son poder; no entienden cuatro pepas: el poder es poder, y todos los que dicen otra cosa es porque no lo conocen, se la creen.
Se creen que tienen poder porque les dicen sí señor, porque pueden entrar gratis a una cancha, les piden favorcitos, atajan algún diego. Eso no es poder: poder es que una noche se te ocurra una idea, que le estés dando vueltas a un asunto y se te ocurra una idea y a la mañana siguiente podés ir a la oficina, o ni siquiera ir, llamar a alguien y decirle vamos a hacer tal cosa. No decirle mire señor, mire señora, qué le parece si hacemos tal cosa. No; decirle che vamos a hacer tal cosa, organícela y trate de no equivocarse demasiado.
Eso es poder; el resto son pelotudeces para tenerlos medio entretenidos.
Lo que pasa es que eso, el poder de verdad, crea mucho resentimiento, mucho resentido. Les gusta que los mandes; por supuesto que les gusta que los mandes y que les prestes la sensación de que pueden mandar ellos también ese poquito, pero en cuanto ven que dudás un poco o que algo no te sale como debería –porque a veces ellos hacen tan mal lo que les digo que las cosas no salen exactamente como deberían–, cuando algo no sale como debería primero se asustan, se preocupan porque saben que es culpa suya pero enseguida empiezan a murmurar, a tirarte el cadáver, viste la doctora otra vez, uy qué le estará pasando que la pifió de nuevo, y se asustan pero también les gusta porque les vuelve ese gustito de yo puedo un poco más, si esto se desacomoda yo algo voy a ganar acá en el revoleo; no se dan cuenta de que no son nada, una mierda no son, si yo me caigo ellos están ahí abajo en el suelo antes de que yo termine de llegar y los aplaste. Y entonces encima, aplastados, van a arrastrarse a pedirme perdón, los muy mediocres.
Pero claro, me encantaría poder confiar en alguien. Poder hablar con alguien que yo supiera que ni me va a traicionar ni es un tarado o un canalla. Pero no hay, no puedo. A veces pienso que si hubiera tenido un hermano todo habría sido muy distinto. No tuve, me las tengo que arreglar yo sola.
Es fácil, es lindo cuando las cosas te salen bien, cuando ganás, cuando la gente te dice muy bueno lo suyo doctora dele para adelante: ahí cualquiera es un titán.
El problema son los momentos como ahora, cuando las cosas no te salen, cuando tenés una idea genial y resulta que se complica, no resulta, te la joden; entonces es cuando hay que tener temple, bancar, poner los ovarios en la mesa y seguir adelante.
De mí podrán decir muchas cosas, pero nadie va a decir que no los tengo muy bien puestos.
Pueden decir que soy antipática, soberbia, que me creo la reina de Saba, que desprecio a todo el mundo, que me junté con dios y con el diablo para avanzar en mi carrera, podrán decir lo que quieran pero no pueden decir dos cosas: que no soy inteligente y que no los tengo muy bien puestos.
El problema es que estas cosas no se pueden hacer sola, y el mundo está lleno de tarados.
El país está lleno de tarados, la oficina está llena de tarados. Gente que no se da cuenta de que hacemos estas cosas por su bien, gente que se cree que si no fuera por eso yo estaría perdiendo el tiempo en estas cosas; yo me dedicaría a cualquier otra, para qué tanto esfuerzo si no es por mejorarles la vida a esos tarados que últimamente parece que no se dieran cuenta, me critican, me putean. A mí me critican. A mí me putean. A mí, carajo, a mí.
No puedo creer que me critique esta manga de mediocres. Últimamente me pasa cada vez más que me pregunto qué estoy haciendo acá, otra vez la pifié, cómo hago para salir de ésta.
Hago algo que creo que va a salir de una manera y me sale de otra, cada vez más a menudo las cosas me salen de otra y entonces a veces no lo entiendo, ya no entiendo qué pasa, no entiendo qué se puede hacer para que deje de pasar y entonces por ahi me doy cuenta de que preferiría no estar más acá, que estoy llegando al borde, que quisiera saber cuánto más va a durar todo esto, que cómo hago para tomármelas. Yo, que cómo hago para tomármelas. Yo, que lo único que quería en la vida era estar donde estoy, y ahora a veces me da que quiero irme. Es triste: es triste de verdad, y para colmo es peligroso: tengo que hacer todo lo posible para que nadie se dé cuenta, porque si se enteran de que estoy pensando en irme se me van a tirar encima como perros.
Y encima el problema es que no tengo salida. Yo acá me jugué toda, y yo no soy de ésas que dicen ay perdón no quería ir por acá disculpen ya mismo me retiro. Sí, es cierto que cambié más de una vez de idea; más de una vez, muchas veces cambié porque es de necios no cambiar, hay que saber jugar con el aire de los tiempos, adaptarse a los tiempos, y más si una quiere tener algún peso, no se puede remar siempre contra la corriente. Pero ahora ya estoy jugada y sin fichas, sin más espacio para la maniobra, y hay días en que no sé cómo seguir. Otros que sí, claro: otros días en que de nuevo me parece que los voy a pasar por encima.
Vamos a ver: no está muerta quien pelea. Por suerte hay algunos que todavía me entienden. Muchos se creen que yo soy insensible, que esas cosas no me importan. No la ven: a mí no me importa lo que me critique un tarado, un vendido, un mogólico, y menos todavía me importa que me elogie uno de esos truchos que les pagamos para eso, yo sé distinguir, yo sé que esos son perros baratos, que hoy están acá y mañana allá según les convenga en cada caso, según los huesos o las caricias que les tiren –que de todo hay, gente para hueso, gente para caricia, todos con la etiqueta de su precio, barato, casi regalado–, pero hay gente que sí me importa y cuando dicen que pese a todo hice un par de cosas buenas me da el orgullo, me llena de alegría. Lástima que sean tan pocos. Cada vez menos, tan tan pocos.
Me pegan mucho, últimamente. Unos me pegan porque no me entienden; otros me pegan porque me entienden demasiado bien y se dan cuenta de que les estoy jodiendo el estofado, pero eso me gusta: si no tuviera enemigos no sabría que lo que estoy haciendo está bien, no sabría para dónde ir, sabría que no estoy haciendo nada.
Y además esto de los enemigos es muy buen negocio. Con tanta pelea, con enemigos tan brutos y tan berretas, es más fácil decir que todos los que están contra mí son unos fachos, que el que se va con ellos es poco menos que un nazi o un traidor y entonces las ratas que tengo alrededor tienen menos tentaciones de abandonar el barco y pasarse al otro bando.
Cuando estás en esas situaciones que todos se tratan tipo caballero inglés sí mi estimado por supuesto mi querida faltaba más pase usted no después de usted, todos estos hijos de puta van y vienen, se cambian de lealtad como se cambian de camisa; en cambio así, con este clima de guerra, es mucho más difícil darse vuelta y pasarse a los otros.
No digo que no lo hagan, porque acá hay cada uno; pero les cuesta más, lo tienen que pagar más caro y entonces se lo piensan. Y encima la pelea nos da ese espíritu de equipo, sí, tenemos que pelear contra el juez tal, ése es un reaccionario conservador cobarde que viene por nosotros, hay que hacer lo que sea necesario para demostrarle donde está la justicia, dónde está la verdad, vamos por todo.

Así que me paso la vida en la pelea, me dejo la piel en la pelea y me salen granitos y me tengo que poner más maquillaje y entonces siempre hay un idiota que dice que me maquillo cada vez más porque no quiero aceptar que estoy más vieja. Qué aceptar ni aceptar. Tengo granitos, siempre tuve granitos, y además una cosa es lo que acepte o no acepte y otra es lo que muestre: acá donde yo estoy, acá arriba, no podés mostrar ningún signo de debilidad porque te comen los caranchos. A menos que sea un signo de debilidad bien controlado, calculado para hacerte más fuerte, por supuesto, más querida: eso paga, eso sí que pagó, pobrecito. Pero igual no tienen paz: después siempre hay algún tonto que me critica porque me pongo un vestido elegante, una cartera cara. ¿No se dan cuenta de que a los de abajo, a cualquier empleado, les gusta verme así? ¿Qué quieren, que me miren como a una cualquiera? Yo no soy una cualquiera, yo soy su jefa, para que todos se den cuenta yo tengo que mostrarme siempre bien puesta, siempre bien arreglada. A mí, de última, me importa tres carajos: yo puedo estar tan bien –bueno, podía estar tan bien– con un bluyín y una camisa, y además a esta altura qué me importa, pero esto es parte del laburo: hay que mostrarle a todo el mundo que una es capaz de codearse con los mejores como si fuera una de las mejores –no como una pordiosera. Si querés que te traten como a una reina tenés que ser una reina, decía mi vieja, y tenía más razón que una santa, pobre.
Pero yo sé también que tendría que disimular más, tendría que cuidar algunas cosas. Yo me doy cuenta de que ahora a veces se me escapan cosas, y antes se me escapaban menos. Cuando hablo con gente, por ejemplo, cuando me escuchan tipos que no conozco, porque a veces me dejo ir demasiado y digo cosas que no querría decir y que en ese momento me parece que me dan más fuerza y después me doy cuenta de que son regalos para mis enemigos. Sé que tendría que cuidarme pero a veces no puedo, no logro contenerme. Es difícil, cuando una está hablando, cuando sentís el placer de que te escuchen sabiendo que lo que vas a decirles les importa, los condiciona: en esas situaciones es difícil callarse. Si no me creen, preguntenle al Diego.
Entonces ahora vienen y dicen que estoy loca: locos están ellos, que no se dan cuenta de todo lo que estoy haciendo para ayudarlos, para que vivan un poco mejor. Loca, yo, mi dios; pobres idiotas. Si por lo menos fueran capaces de apreciar, de entender de verdad los sacrificios que yo hago por ellos. Me estoy dejando la salud por ellos, la vida por ellos. Se creen que lo hago por mí, porque me gusta, porque me da placer estar acá. Me da, seguro que me da, pero yo podría estar acá de otra manera, más tranquila, con menos conflicto, si no fuera porque tengo que darles todo a ellos. Yo por ellos doy todo, y los muy hijos de puta no entienden, no lo aprecian, lo único que hacen es buscar siempre el pelo en la sopa: que si me equivoqué en tal cosa, que si esto no fue suficiente, que si gané mucha plata. Claro que gané mucha plata: soy inteligente, soy necesaria, tengo poder, gané mucha plata. ¿Qué querían, que la donara a los desamparados? Él me lo decía siempre: nosotros necesitamos plata para hacer el bien, y nos la merecemos porque hacemos el bien, y vos dejá que los mediocres chillen. Ya van a ver cuando venga cualquiera de estos doctorcitos, ya me van a extrañar. Pero ahí va a ser tarde: a llorar a la iglesia. Y que van a llorar, van a llorar, y yo espero que mis carcajadas no se escuchen. O capaz que ya ni ganas de reírme me van a quedar, después de tantas injusticias.
No sé, ya no me quedan ganas. Hay días en que no me quedan ganas, que no sé adónde ir a rascarlas. Si él estuviera me diría dale piba no te hagás la boluda, dale para adelante. Pero él no está, nadie está, y yo no sé qué más hacer. La verdad, por primera vez no sé qué hacer. Pero tengo que hacer algo, porque lo cierto es que el estudio está lleno de deudas, perdemos cada vez más casos, hay clientes que se van, los socios junior conspiran para reventarme, lo extraño mucho a él, no tengo en quién confiar, voy a tener que despedir a un tercio de los empleados, la cosa no funciona. 
Si los abogados de la Barrick volvieran con la oferta del año pasado, les vendo todo y me encierro en la estancia. 
Pero ahora me parece que ya ni ellos quieren. 
La verdad, hay días que me da miedo pensar cómo va a terminar todo este baile.
Martín Caparrós - El País - Madrid - 24-Jun-2013

Ser liberal, ser progresista


Para algunas expresiones de la nueva izquierda latinoamericana, más o menos “populistas”, la agenda redistributiva y progresista debe avanzara expensas del liberalismo
En esta versión, el liberalismo no es más que una ideología a desenmascararel credo de la derecha, los poderosos y el capitalismo internacional. El debate en la región se basa entonces en un razonamiento falaz, que reduce y por ende distorsiona el fenómeno en cuestión. Si esto transcurriera sólo en los claustros, no importaría demasiado. Lo grave es que con esta falacia estos gobiernos hacen política, deteriorando las instituciones republicanas y la legalidad democrática. Ironía suprema, de este modo también afectan los derechos de las mismas clases populares que dicen representar.
Es muy cierto que el liberalismo enuncia postulados teóricos (o ideológicos, si se prefiere) que dan sustento al libre mercado, la iniciativa individual y la propiedad privada—el esqueleto del sistema capitalista. Pero una lectura parcial y sesgada omite que el liberalismo además es la matriz del constitucionalismo, el principio que establece la separación de poderes y los mecanismos que lo regulan y reproducen. La singularidad del estado liberal reside en la idea que las personas tienen derechos fundamentales, y esos derechos están protegidos sólo si el uso del poder público está restringido a priori, o sea, dividido y limitado por normas relativamente estables.
La creación de un orden social basado en la igualdad formalderechos y garantíasjunto con la desigualdad materialpropiedad privada—fue objeto frecuente de controversias intelectuales y disputas políticas. Para algunas vertientes de pensamiento, esta era una fórmula intrínsecamente contradictoria y, como tal, insostenible. La nueva izquierda parece suscribir de esta lógica, desconociendo que la “invención democrática” resolvió esa supuesta incongruencia tiempo atrás. De hecho, una vez que el liberalismo clásico se combinó con el proceso histórico democratizador, se creó el marco institucional indispensable para la expansión de derechos—civiles, pero también políticos y sociales—que condujeron a la participación política irrestricta y la redistribución. Si ello no fuera así, el voto continuaría siendo exclusivo para hombres, blancos y propietarios. Y si el derecho a la propiedad privada, tan esencial al capitalismo liberal, fuera inalterable, la tributación progresiva y el estado de bienestar serían quimeras.
El constitucionalismo liberal conforma así una corriente histórica profundamente progresista. Sin el liberalismo no habría igualdad ante la ley, ni existiría la noción de debido proceso, y por ende tampoco tendríamos la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La democracia, entonces, debe ser liberal para ser verdaderamente “democrática”. Esto es esencial para entender lo que está en juego en América Latina, donde nos devoran los sesos con la condena del liberalismo por parte de supuestas democracias populares, directas, radicales, plebiscitarias y demás. Camuflaje retórico, esa es la propaganda de un régimen que usa el método democrático para llegar al poder, pero que una vez allí lo ejerce de manera autoritaria, incluyendo su intención de perpetuarse en él.
Las mayorías son por definición transitorias, de ahí que la constitución liberal reserve derechos y garantías para proteger a las minorías, que pueden ser un partido político derrotado o una minoría étnica o religiosa. Pero en países crecientemente heterogéneos en lo social y diversos en lo cultural, también es minoría un grupo que, independientemente de su número, sea perjudicado por una asignación desigual de recursos materiales—por ejemplo, los pobres o la fuerza laboral femenina—o por una distribución asimétrica del reconocimiento social—por ejemplo, los homosexuales o los discapacitados.
Y cuando de las clases populares y la redistribución se trata, el liberalismo también es necesario para eso. Primero porque un programa redistributivo sólo es sustentable en el tiempo si es parte del tejido de procedimientos de la democracia liberal, como bien lo demuestra la social democracia escandinava, que construyó las sociedades con mayor equidad social y mayor libertad individual del planeta. Y segundo porque cuando cambia el ciclo económico y la economía se contrae—o sea, cuando el boom de las commodities se agote—en un orden normativo débil se exacerban las desigualdades pre-existentes, lo cual perjudica a los pobres desproporcionadamente.
Ser liberal es ser progresista porque la separación de poderes y el debido proceso están del lado de los que menos tienen. Los pobres no tienen recursos materiales, ni apellido, ni influencia política, sólo tienen la norma jurídica que los protege y los empodera, es decir, que les da poder. Hacer redistribución con el liberalismo es ampliar derechos sociales, es construir ciudadanía. Sin el liberalismo, con la discrecionalidad del jefe del Ejecutivo, la redistribución no construye más que clientes de una estrategia de dominación. Hacer justicia social a expensas de otros tipos de justicia es falso; redistribuir recursos mientras se intimida a periodistas críticos y se avasalla a jueces independientes es parte de esta falacia que nos gobierna.

El liberalismo histórico convirtió a los súbditos en ciudadanos, individuos autónomos con derechos garantizados por la norma constitucional. Las izquierdas bolivarianas y sus parientes cercanos transforman a estos ciudadanos en sujetos dependientes de una máquina paternalista que busca perpetuarse—reducen las esferas de derechos en lugar de ampliarlas. Sin el liberalismo, esta versión perversa de progresismo cada vez se parece más a su antítesis, un autoritarismo regresivo
Héctor Schamis - El País - Madrid - 24-Jun-2013

viernes, 21 de junio de 2013

Sitio a la Justicia


Nuestro Poder Judicial está cercado. Como en Venezuela o en Argentina, “a la uruguaya”, nuestra justicia sufre hoy el asedio oficialista.
Nuestro Presidente luce lejano al tema, a diferencia de sus colegas caribeño y porteño.
No resuenan discursos exaltados desde la altura pero ,con persistencia, “fuerzas amigas” desatan una campaña nacional e internacional que ha instalado ya una nube de presión sobre nuestra Corte de Justicia.
Un día se declara que las resoluciones de la Corte lnteramericana son obligatorias para nuestra justicia. No importa que ni Brasil , ni Venezuela, ni Ecuador, acaten sus fallos y que nuestro hermano norteño aplique una amnistía a los militares –decretada por la dictadura y nunca refrendada por la democracia- sin que a nadie se le mueva un pelo.
Otro día se asalta la sede de la Corte en forma violenta, queriendo impedir el traslado de una Jueza.
Se ignoran dos pronunciamientos populares incuestionables que ratificaron la controvertida ley de caducidad y se sigue adelante, como si no pasara nada, sancionando una norma que anula sus efectos, en un acto tan groseramente inconstitucional que así los proclamaron voces tan representativas como la del Ministro de Defensa Fernández Huidobro. Cuando la Corte hace lo obvio, declarando esa inconstitucionalidad, cuatro Fiscales, funcionarios con independencia técnica pero subordinados al Poder Ejecutivo , recusan a los cuatro miembros de la Corte que votaron esa resolución porque uno de ellos hizo una manifestación que consideran “prejuzgamiento” pese a que no pasó de ser una explicación de su propio proceder. Como si todo esto fuera poco, un gropúsculo de militantes radicales, se introduce en una manifestación deportiva y apedrea la sede del Poder Judicial
Mientras tanto, se procura -en el exterior- que los burócratas de Naciones Unidas o de la Organización de Estados Americanos dedicados al tema Derechos Humanos, reclamen a nuestro gobierno acciones contrarias a nuestro ordenamiento .
Y se trae al ex juez Garzón, destituido en España por violar la privacidad de ciudadanos con escuchas telefónicas no autorizadas, contratado ahora por la Argentina para apoyar su absurda reforma del Poder Judicial, para que venga también a presionar con argumentos falaciosos.
Todos ellos ignoran los plebiscitos uruguayos, que no pueden ser desconocidos ni por la ley, por emanar del órgano máximo del sistema democrático, que es la ciudadanía.
Invocan una presunta “teoría moderna de los derechos humanos” en virtud de la cual relegan el Estatuto de la Corte Penal Internacional, que rotundamente dice que no se aplicarán sus disposiciones a hechos anteriores a su vigencia y que ninguna pena puede ser retroactiva ( artículos 11y 24).
Lo mismo reza en el Pacto de San José de Costa Rica por expreso, recogiendo un principio viejo como el derecho mismo: no hay crimen sin ley que anticipadamente lo establezca, como ocurre en este caso, en que los homicidios se pretenden transfigurar en delitos de “lesa humanidad” cuando esta categoría no existía en el derecho.
Lo tremendo es que nuestro gobierno se hace presente en la Corte, con varios Ministros y el secretario de la Presidencia, para recordarle esos pronunciamientos internacionales. Y nuestro Canciller no pierde oportunidad de decir que el país corre serios riesgos de sanciones. En una palabra, el principio de separación de poderes es abiertamente violado y –lo que agrava aun más la situación- para defender criterios tan anti-democráticos como los referidos.
Se ignora abiertamente que conforme a nuestra Constitución (art.257) la Corte tiene competencia “originaria y exclusiva” para interpretar sus violaciones y que esa disposición, fundamental en la arquitectura jurídica de nuestra democracia, no se ha delegado en ningún poder internacional o extranjero, porque somos un país soberano.
En todo este asunto lo que menos importa es que se trate de la ley de caducidad. Hoy es ella, mañana podrá ser la peligrosa ley de medios, una abusiva disposición sobre elecciones o cualquier otro debate tocante a las libertades individuales. Esa es la real cuestión.
- Si los principios más sagrados del derecho no valen,
- si los pronunciamientos de la ciudadanía se desconocen,
- ¿de qué democracia uruguaya estamos hablando?
Por supuesto, no se intenta quebrarla de un golpe; se la va desgastando todos los días, como una lima sorda. Y el soberano Estado uruguayo es desconocido por cualquier grupo burocrático o aventurero internacional a quien se le da estatus de oráculo.

Nuestro Presidente no grita. Nuestro Vice tampoco. Pero dejan hacer. 
Y las protestas de la prensa y la oposición corren sin consecuencias, al amparo de la mayoría absoluta con la que el Frente Amplio se cree autorizado a todo. 
Así ocurrió con la educación, o con la seguridad pública, paso a paso. 
Anhelamos, confiamos, en que en algún momento una real reacción cívica nos devuelva lo perdido.
Julio María Sanguinetti - El País - Montevideo - 21-Jun-2013

Las redes de las protestas


Una nueva forma de hacer política está extendiéndose por todo el mundo,
- radicalmente distinta a lo que hemos conocido hasta ahora y
- de difícil comprensión y gestión para los viejos profesionales del oficio.
- Funciona sin líderes y sin contar con la infraestructura, el dinero y el apoyo de grandes partidos y
  sindicatos mayoritarios.
- No se asienta sobre estructuras organizativas, centros de mando o coordinadoras con las que dialogar o
  a las que se pueda desarticular mediante la detención de sus componentes.
- Tampoco con programas que permitan respuestas políticas,
- aunque partan de la chispa de una reivindicación clara y popular.
- Se expresa en súbitas y masivas movilizaciones urbanas,
- con ocupación de espacios simbólicos y centrales en las ciudades,
- que casi siempre pillan por sorpresa a las autoridades y
- ponen a prueba la capacidad de encaje del sistema establecido,
- convertido en el adversario designado por los jóvenes decididos a expresar su protesta.

- No importa que el régimen sea una dictadura o una democracia pluralista,
- que el país pertenezca a la elite de los más ricos o sea uno de los emergentes, o
- que su sociedad sea de cultura cristiana o islámica.
En todas partes se evidencia
- la misma distancia entre la calle y las instituciones;
- la misma denuncia de la corrupción y del enriquecimiento de unos a costa de otros;
- el mismo hastío ante una forma de tomar decisiones que
- comprometen el futuro a espaldas de la gente.
La concatenación de las actuales protestas en Turquía y Brasil ilumina un fenómeno que viene ocurriendo desde 2008 en todos los continentes y en una larga lista de países, cada uno por sus precisas circunstancias, y que tuvo en las primaveras árabes de 2011 su momento más espectacular, hasta conducir a la caída de tres dictaduras en Túnez, Egipto y Libia.
En la lista están Irán, Grecia, Portugal, Italia, Israel, Chile, México, Estados Unidos y Rusia, además de los indignados españoles.
Todos estos nuevos movimientos sociales, que
- vienen a agitar las ideas recibidas y a transformar el paisaje de nuestras sociedades,
- son parte de una transformación que afecta al entero planeta y
- ha encontrado en las redes sociales el instrumento organizativo mejor adaptado a las características de los
  nuevos tiempos.
El poder se está desplazando a ojos vista desde el viejo mundo occidental hacia Asia; pero
- también en el interior de las sociedades.
- Emergen unas nuevas clases medias en todo el mundo con demandas crecientes de
- riqueza, educación, vivienda, consumo y, naturalmente, también de bienestar y libertad individual.
Los incrementos de su nivel de vida, lejos de moderar sus demandas,
- hacen crecer las expectativas e inmediatamente, en cuanto no se cumplen, las exigencias y la irritación.
Esos jóvenes que han accedido a la educación y al trabajo, con frecuencia precario y mal pagado,
- tienen teléfonos móviles y tabletas con las que comunicar su insatisfacción y
- organizar la expresión de su protesta.
A diferencia de los viejos medios de comunicación, lentos y pesados, estas herramientas son instantáneas, actúan de forma viral, aceleran la protesta y son una forma organizativa en sí mismas.
Según su mejor estudioso, el sociólogo español Manuel Castells, crean "un espacio de autonomía", mezcla del ciberbespacio de las redes y del espacio urbano que ocupan, que constituye
- "la nueva forma espacial de los movimientos en red" (Redes de indignación y de esperanza, Alianza, 2012).
- Tan interesantes como los nuevos movimientos son las respuestas que dan los Gobiernos.
Ahí es donde ofrece el máximo interés la comparación entre la Turquía de Erdogan y el Brasil de Dilma Rouseff.
Mientras el gobierno turco va a seguir con la construcción del centro comercial en el parque Gezi que suscitó la protesta, muchas ciudades brasileñas ya han bajado el precio del billete de los transportes urbanos, ante la presión de un movimiento que quiere transporte gratis.
En uno y otro caso,
- la reivindicación concreta ponía a prueba la capacidad de absorción de las protestas
- por parte de los respectivos gobiernos.
De momento, el primer ministro turco
- ha lanzado a sus partidarios a enfrentarse a los manifestantes,
- los ha denunciado por terroristas y
- quiere controlar las redes sociales,
mientras que la presidenta brasileña
- ha valorado las manifestaciones como "la prueba de la energía democrática" de su país y
- ha llamado "a escuchar estas voces que van más allá de los mecanismos tradicionales, partidos políticos y
  medios de comunicación".
Estos nuevos movimientos sociales organizados en red
- han demostrado hasta ahora una gran capacidad para mover y transformar el tablero de juego
- pero muy poca para capitalizar sus éxitos en forma de un poder político que, al final,
- se juega de nuevo en un escenario electoral y unos parlamentos que les son ajenos.
Ahora, de momento, serán determinantes para el rumbo inmediato de la democracia en Turquía y en Brasil.
Lluís Bassets - El País - Madrid - 21-Jun-2013

Fútbol y transporte: Una contradicción que no solo es argentina
A la Copa del Mundo renuncio, quiero más dinero en salud y educación”, coreaba un millón de manifestantes horas después de la apertura de la Copa FIFA Confederaciones en Brasilia; un evento que apuntaba a promocionar el próximo mundial de fútbol en tierras cariocas en el 2014.
La chispa que encendió la bomba fue, sin embargo, la decisión del Gobierno de subir las tarifas de colectivos de 3 reales (unos $7,80) a 3,20 unidades de la moneda brasileña.
El aumento puede parecer poco significativo, pero lo cierto es que
- parten de valores relativamente muy altos
- en comparación a los niveles salariales de la población.
De acuerdo a una investigación titulada “Desarrollo urbano y movilidad en América Latina”, recientemente publicada por la Corporación Andina de Fomento (CAF),
- el costo de 50 pasajes representa el 30% del salario mínimo brasileño,
- mientras que en nuestro país, según la misma fuente, sólo asciende a 4,6%.
Los aumentos buscaban reducir el impacto fiscal de los subsidios que son necesarios para financiar todos los costos asociados al transporte, puesto que según el intendente de San Pablo, Fernando Haddad, el boleto sin subsidios tendría que costar 3,40 reales ($8,85).
Tarifa y servicio
Igual que como sucede por estas latitudes,
- el problema no es tanto el aumento de la tarifa como el pésimo servicio,
puesto que la gente siente que
- paga tarifas del primer mundo por un transporte del tercero.
Parece que las aguas se mantienen calmas mientras la gente paga por lo que recibe (poco, por mala calidad), pero generan indignación cuando la ecuación se desbalancea.
- El deterioro de la calidad, allí como acá, es el resultado de
- las bajas inversiones en infraestructura que en todo caso priorizan el transporte privado.
Lo dice el propio informe de la CAF: “La infraestructura de transporte público (metro, ferrovía y carril exclusivo para autobús) por habitante crece menos que aquella relacionada a las grandes vías (expresas y arteriales)”.
La gente, entonces, como sugería un famoso modelo matemático desarrollado por el economista y geógrafo Charles Mills Tiebout,
- termina “votando con los pies” y abandonando los servicios de mala calidad.
- Lo hace con la escuela pública, lo hace con los hospitales y la seguridad también.
Así, mientras que en 1977 el transporte público absorbía
- el 45,6% de los viajes del área metropolitana de San Pablo,
veinte años después sólo contiene a
- el 36,4% de la demanda.
En Buenos Aires el voto con los pies fue incluso más drástico.
En 1972 sólo
- el 15,2% de los viajes del área metropolitana se hacían en autos particulares,
mientras que ahora
- el 50% de la gente elige las 4 ruedas.
En ese mismo lapso, los viajes en colectivo cayeron de representar
- el 54,3% a
- el 29,5% de la demanda.
Para colmo de males, el sustituto privado, que en Argentina han sido los autos, en Brasil fueron las motos; entre 1997 y 2007, la flota de motocicletas en San Pablo pasó
- de 140.000
- a  456.000,
lo que generó un lamentable aumento en el número de muertes del 110% para el mismo período.
El costo del mundial
En este contexto,
- la gente no tolera que el gobierno gaste 13.000 millones de dólares
- en la organización del mundial de fútbol del 2014.
Un aumento de apariencia poco significativa dispara una protesta que no sólo logró que el gobierno diera marcha atrás con el tarifazo, sino que amenaza con seguir creciendo y expandirse hacia otros reclamos, como el que ilustra el cántico con el que abrimos esta columna.
Las autoridades argumentan que se trata de una extraordinaria inversión y enarbolan un estudio de la prestigiosa consultora internacional Ernst & Young, que estima un impacto total (directo e indirecto) de 70.000 millones de dólares.
Sostienen además que muchas de las obras servirán también para los Juegos Olímpicos del 2016, lo que aumentará aún más los beneficios.
- Las ganancias vendrían presuntamente de una masiva afluencia turística y
- una revalorización de la marca Brasil, sumadas a
- las mejoras de productividad que la economía tendría una vez que
- los partidos hayan terminado y queden las ciudades sede con
- una notable mejora de infraestructura (buena parte de la cual sería en transporte público)
Muchos sospechan, en cambio, que esas estimaciones son muy optimistas.
Por ejemplo, un reciente estudio de la Universidad de San Pablo, la más prestigiosa de Latinoamérica, calculó que
- el gasto total por ser anfitriones del mundial, será de 18.000 millones,
- un 38% más de lo que prevé el Gobierno.
Fútbol y desarrollo
Los economistas han estudiado en numerosas oportunidades
- el impacto económico de la organización de mundiales.
Por ejemplo, Wolfgang Maennig, de la Hamburg University,
- no encontró ningún impacto significativo, en materia de crecimiento, de Alemania 2006,
al tiempo que Robert Baade and Victor Matheson llegaron a la conclusión de que
- las ciudades norteamericanas que habían sido sede del mundial de 1994
- llegaron incluso a experimentar caídas en el ingreso de sus habitantes.
Similares conclusiones obtuvo Matt Bolduc, de la publicación Equity Theme, respecto de los Juegos Olímpicos del 2012 en Londres; una vez más,
- los gastos fueron subestimados y terminaron pasando
- de 3.900 millones de libras esterlinas,
- a 24.000.
Queda entonces
- una lección de los indignados cariocas.
- El gobierno no puede pensar en el fútbol cuando
- no ha resuelto aún los principales problemas que hacen a la calidad de vida diaria.
- La gente puede votar con los pies, y
- resolver privadamente lo que el Estado no le provee.

- Pero así y todo, un día se cansan.
Martín Tetaz - El Día - La Plata - 23-Jun-2013