domingo, 21 de octubre de 2012

El dogmatismo de la izquierda


La gran mayoría de
- los politólogos, sociólogos, trabajadores sociales y
  líderes de opinión (en la cultura o en los medios
  de comunicación)
- no son muy profundos en sus críticas a la gestión
  de los gobiernos frenteamplistas.

Afines a la izquierda, en ellos siempre
- pesa mucho más el alineamiento ideológico al "proyecto
  político progresista" que
- la libertad ciudadana y el compromiso social de
- interpretar la evolución del país sin dogmatismos y
  con sentido de responsabilidad colectiva.
Contra un gobierno no frenteamplista,
- ¿qué no hubieran dicho, si la policía hubiera dado muerte
  a un joven como ocurrió en el Marconi hace unos días?
Para descalificar a ese gobierno,
- ¿qué epíteto se hubieran ahorrado por la muerte de
  14 reclusos en el incendio de la cárcel de Rocha?
- ¿Cuántos análisis críticos a los partidos tradicionales
  hubiera habido, si el restablecimiento de la pena de muerte
  en las cárceles (por la vía de los hechos, entre reclusos, y
  a un promedio de uno por mes) hubiera ocurrido en tiempos
 del "neoliberalismo de los noventa"?
Si el gobierno no estuviera en manos de compañeros de izquierda,
- ¿Cuán furibundo sería el anatema que calificara la
  actual fractura social del país como consecuencia de
  una década perdida por una educación clasista y sin
  rumbo?
Sin embargo, en vez de elevar aunque más no sea el dedo meñique para interpelar francamente, en clara y alta voz, los horrores de este gobierno de izquierda, un día sí y otro también,
- nuestra intelligentsia se dedica a formar la opinión
  de que, del otro lado, en los partidos de oposición,
- "no se vislumbra un camino alternativo capaz de
  conducir el país".
Y es cierto que blancos y colorados precisan de un esfuerzo formidable para presentar un elenco numeroso, renovado y bien formado, capaz de persuadir al país de que el cambio es posible y de que la alternativa estará en buenas manos.
Seguramente, hoy tengan mejores recursos humanos de lo que muestran; probablemente, son menos de lo que realmente precisan.
Pero también es cierto que no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Expuesto a los ojos críticos de la cultura dominante hegemónica de izquierda,
- cualquier equipo de gobierno de los partidos
  tradicionales será, siempre, denostado.
Se preferirá los almuerzos de Lorenzo, la meliflua voz de Ehrlich, la defensa del populismo de Constanza Moreira o el aguerrido leninismo de Olesker.
Y no importará que
- sus resultados de gestión sean paupérrimos
- a la luz de la bonanza que ha vivido el país y
  sobre todo,
- a la luz de la promesa del país de primera.
Porque
- el dogmatismo de la hegemonía izquierdista,
- antes que analizar qué propone el adversario político,
- considera que todo lo que él plantee,
- por su origen mismo,
- es y será sospechoso e inferior.
Es por eso, por ejemplo, que esa cultura (que gusta posar de progre y crítica), prefirió votar en blanco en Montevideo en mayo de 2010.
Es decir: dejó que ganara una heladera compañera, antes que ayudar a impedir su triunfo votando a un candidato blanco o colorado.
Los partidos tradicionales, que precisan profesionalizar y exigir mayor calidad en el fondo y en la forma de sus propuestas,
- no terminan de percibir esta estela de dogmatismo
- con la que hace décadas
- la izquierda ha invadido la cultura nacional.
- Es de una ingenuidad infantil suponer objetividad
- en los análisis de esa intelligentsia.
- Lamentablemente, está muy extendida
 Francisco Faig - El País - Montevideo - 20-Oct-2012

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