Futuro del país más grande de
Sudamérica.
- Una economía estancada,
- Un Estado inflado y
- Protestas multitudinarias
significan que Dilma Rousseff tiene
que cambiar de curso
Hace cuatro años este medio puso en su
portada una imagen de
- la estatua del Cristo
Redentor despegando como un cohete
- desde el Corcovado en Río de
Janeiro, con la lectura
- "Brasil
despega".
La economía, después de
haberse estabilizado bajo Fernando
Henrique Cardoso a mediados de la década de 1990, se
aceleró con Luiz Inácio Lula da Silva a
principios de la década de 2000.
Apenas dio un
traspié después del colapso de Lehman en 2008 y
en 2010 creció 7,5%, su mejor rendimiento en un cuarto de
siglo.
Para aumentar la
magia, Brasil fue designado sede tanto para el Campeonato Mundial
de Fútbol el próximo año como para los Juegos Olímpicos de 2016.
En virtud de todo eso,
Lula convenció a los
votantes ese mismo año de que escogieran como Presidenta a su
protegida tecnócrata Dilma Rousseff.
Desde entonces el país se
ha desplomado de golpe. En 2012 la economía
creció 0,9%.
Cientos de miles se volcaron a las
calles en junio en las mayores protestas en una generación, para
quejarse de
- el alto costo de la vida,
- los servicios públicos deficientes y
- la avaricia y corrupción de
los políticos.
Muchos ya perdieron la
fe en la idea de que su país iba camino a entrar en órbita y
concluyeron que simplemente era otro "vuelo de
gallina", que es como calificaron a los anteriores crecimientos
económicos de corta vida.
Hay excusas para la
desaceleración.
- Todas las economías emergentes han
aflojado el paso.
- Algunos de los impulsos que
sustentaron el auge previo de Brasil -
- la retribución de poner fin a la
inflación desenfrenada y abrirse al comercio,
- las alzas en los precios de las
materias primas,
- los grandes incrementos en el crédito y
el consumo-
- se han agotado.
Y muchas de las políticas
de Lula, principalmente la Bolsa Familia que ayudaron
a sacar de la pobreza a 25 millones de personas, fueron
admirables.
El código tributario más
opresivo del mundo
Sin embargo, Brasil
- hizo muy poco en
cuanto a hacer reformas en su gobierno en los años de auge.
Y no es el único en esto:
India tuvo una oportunidad similar, y la dejó pasar.
Pero el sector público de
Brasil impone
- una carga especialmente pesada a su
sector privado,
como lo explica nuestro
informe especial.
- Las compañías enfrentan el código
tributario más opresivo del mundo,
- los impuestos a la nómina de pagos
agregan el 58% a los salarios y
- el gobierno tiene sus prioridades de
gasto al revés.
Si se comparan pensiones e
infraestructura, las primeras son absurdamente generosas.
El ciudadano promedio puede esperar
una pensión del 70% del último sueldo a los 54 años.
A pesar de ser un país joven,
- Brasil destina una porción tan
grande del ingreso nacional a pensiones como el sur de
Europa,
- donde la proporción de personas de edad
es el triple de la de Brasil.
En comparación, a pesar de las
dimensiones continentales del país y las malísimas conexiones de transporte,
su gasto en infraestructura es tan escaso como un minúsculo
bikini.
- Destina solo el 1,5% del PIB a
infraestructura, en comparación con
- un promedio global del 3,8%, aun cuando
- su masa de infraestructura se estima en solo
el 16% del PIB,
- en comparación con el 71% en otras grandes economías.
La
infraestructura deteriorada les impone
costos innecesarios a los negocios.
En Mato
Grosso, un agricultor que cultiva
porotos de soya
- gasta el 25% del valor de su producto en
transportarlo hasta un puerto;
- la proporción en Iowa es del
9%.
- Estos problemas se han
acumulado durante generaciones.
Pero Rousseff
- no ha estado dispuesta o no ha
sido capaz de abordarlos y
- ha creado nuevos problemas al
interferir muchísimo más que el pragmático Lula.
Ella
- ha ahuyentado a los inversionistas de
los proyectos de infraestructura y
- ha debilitado gradualmente la
reputación que el país
- se ha ganado duramente por su
rectitud macroeconómica al fastidiar públicamente
- al director del Banco Central para que
bajara radicalmente las tasas de
interés.
Como resultado,
- las tasas ahora tienen que subir más
de lo que podrían haber subido
- de lo contrario con el fin de controlar la
inflación persistente.
En vez de
- reconocer que erró sus
objetivos fiscales,
- el gobierno ha recurrido a una
contabilidad creativa.
- La deuda pública total ha
subido al 60 o 70% del PIB,
- dependiendo de la definición, y los mercados no confían en
Rousseff.
Afortunadamente, Brasil
tiene grandes fortalezas. Gracias a sus agricultores eficientes y
emprendedores, el país es el tercer mayor exportador de alimentos del mundo.
Aun cuando el gobierno ha hecho que el
proceso sea más lento y más costoso que lo necesario,
- Brasil será un gran exportador de
petróleo para 2020.
- Tiene varias joyas industriales y
- está desarrollando una base de
investigación de primer nivel en
- biotecnología,
- ciencias genéticas y
- tecnología para gas y petróleo en aguas
profundas.
Las marcas de consumo que
han crecido junto con la clase media en expansión del país están listas para
salir al extranjero.
A pesar de las
protestas recientes,
- no existen las divisiones sociales o
étnicas que
- afectan a otras economías
emergentes, tal como India o
Turquía.
¿Una meta propia para Dilma
Fernández?
Sin embargo,
- si Brasil desea recuperar su fuerza, tiene que
- redescubrir el apetito por hacer reformas.
Puesto que
- los impuestos ya están tomando el 36%
del PIB -
- la proporción más grande en el mundo
emergente junto con
- la caótica Argentina de Cristina
Fernández-,
- el gobierno no puede recurrir a los
contribuyentes para el dinero extra que tiene que
- gastar en salud, educación y transporte para
satisfacer a los manifestantes.
En cambio, tiene que
- reestructurar el gasto
público, especialmente las pensiones.
En segundo lugar, tiene que
- lograr que la empresa brasileña sea más
competitiva y estimule la inversión.
La forma de hacer eso no
es, como el gobierno cree, protegiendo a las firmas, sino exponiéndolas a una
mayor competencia extranjera mientras se mueven con mucha más rapidez para
eliminar los obstáculos autoimpuestos que enfrentan en casa.
- Los aranceles de importación de
Brasil siguen siendo altos y
- sus procedimientos aduaneros son un
catálogo de severísimo obstruccionismo.
Las economías más dinámicas de
Latinoamérica han creado redes de acuerdos comerciales bilaterales.
- Brasil se ha ocultado tras el
Mercosur, un bloque regional que
- se ha reducido a una especie de
sociedad de debate izquierdista, y
- la moribunda ronda de Doha de conversaciones
sobre comercio mundial.
- Tiene que
abrirse.
En tercer lugar,
- Brasil necesita con urgencia
una reforma política.
La proliferación de
partidos, cuyo único interés son las prebendas
políticas, implica un enorme derroche en cada nivel de gobierno.
Un resultado es un
gabinete con 39 ministros.
En teoría, la solución es
fácil:
- un límite para los escaños en el Congreso y otros cambios para
- que los
legisladores sean más responsables ante el electorado.
Pero para lograr que
- aquellos que se benefician con el actual sistema
- acepten el cambio se requiere
de más habilidades políticas que
- las que Rousseff ha
demostrado.
Dentro de un año, Rousseff enfrenta
las elecciones en las que irá por un segundo período de cuatro años. En vista de
lo que ella ha hecho hasta ahora,
- los votantes tienen pocos motivos para
elegirla de nuevo.
Pero tiene tiempo para dar inicio a
- las reformas necesarias,
reduciendo los impedimentos burocráticos,
- fusionando los ministerios y
controlando el gasto público.
- Brasil no está condenado al fracaso:
- si Rousseff toma las medidas necesarias,
- aún existe una posibilidad de que el
país pueda despegar de nuevo.
The Economist - El Mercurio - Sgo. de Chile - 27-Sep-2013
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