viernes, 1 de febrero de 2008

El tsunami económico

Cuando tantos cantamañanas lanzan al vuelo las campanas de su ignorancia, reconforta la prudencia y la humildad de aquellos que más saben.

Así está ocurriendo, respecto de la crisis económica, con los expertos más cualificados (premios Nobel de Economía, líderes empresariales y analistas acreditados), que se manifiestan perplejos e incapaces de arriesgar una opinión solvente sobre lo que sucede y, especialmente, sobre lo que va a suceder.
Los signos están ahí, es cierto, pero casi todos los expertos coinciden en que no bastan para diseñar o proyectar una visión del futuro económico que nos espera. No se trata de soltar bravatas, como hacen algunos. Lo prudente es reconocer que la espesa niebla de la incertidumbre y la confusión impide ver.
Existe la percepción de un tsunami económico que puede modificar las estructuras funcionales, pero también la hay de que ese tsunami puede perder fuerza y deshacerse antes de tocar tierra.

Nadie niega la desaceleración económica, incluso se admite una fase de recesión, pero, al observar el conjunto de las variables que se deben de tener en cuenta, los que saben de verdad confiesan que todavía no se puede predecir lo que va a ocurrir.
Lo malo es que los titulares de los periódicos, radios y televisiones los están copando algunos ganapanes que buscan celebridad al pairo de la confusión. Son los que, como el financiero George Soros, aseguran que estamos ante la crisis económica más importante, profunda y permanente de los últimos sesenta años, o los que -como los gobernantes que ven acercarse las elecciones y los analistas económicos que viven del corto plazo- niegan la mayor y afirman que estamos bien pertrechados para cualquier eventualidad.
La realidad no los respalda: ni los datos actuales avalan la llegada del tsunami sorosiano, ni se puede afirmar que estamos bien preparados para afrontar lo que desconocemos.

Unas y otras son palabras vanas, tal vez solo interesadas. Lo cierto es que no sabemos qué va a pasar y qué debemos aprender a vivir con el desconocimiento. Quizá nos sorprenderá algo en el futuro, pero no tanto como nos sorprende ahora no saber. ¡Bienvenida la humildad de los sabios!
Ya no actúan como bomberos pirómanos
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Carlos Reigosa - "La Voz de Galicia" - Santiago - 1-Feb-2008

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