martes, 23 de septiembre de 2008

Inflación + incertidumbre externa = política fiscal más prudente

A estas alturas, es ingenuo sostener que Chile no se verá afectado por las turbulencias internacionales y sus consecuencias sobre el crecimiento.

El mundo financiero ha sido sacudido en los últimos días por fuertes turbulencias emanadas de la declaración de quiebra del banco de inversiones norteamericano, Lehman Brothers.
Las caídas en los valores bursátiles alrededor del globo son la parte más visible del nerviosismo generado en los mercados financieros, pero la parte más perniciosa en el corto plazo es el regreso del fantasma de una crisis de crédito.
En efecto, frente a la gran incertidumbre en torno a cuánto más puede ahondarse la aflictiva situación de instituciones financieras y a los eventuales impactos sobre la economía real,
- quienes hoy tienen liquidez prefieren guardarla y
- quienes tienen fondos para prestar exigen primas por riesgo mucho mayores.
Como consecuencia, el crédito se hace menos abundante y sustancialmente más caro. Eso lleva a las claras a una recesión en EE.UU., la que se contagia a otros puntos del globo.

A estas alturas,
- es ingenuo sostener que Chile no se verá afectado por las turbulencias internacionales y sus consecuencias sobre el crecimiento mundial.
- Es un hecho que el precio promedio de los commodities (cobre, petróleo, alimentos) debiera ser más bajo en 2009 y 2010 que en la actualidad, no obstante los repuntes observados en los últimos días como consecuencia del salvataje financiero anunciado en EE.UU.
- Los mercados internacionales para nuestras exportaciones estarán más apretados, también como consecuencia de la desaceleración global, ahora más intensa que lo previsto previamente.
- Además, el financiamiento externo ya se ha encarecido para el sector privado y el crédito se ha hecho algo más escaso.
- En el frente interno
, la fuerte expansión de la demanda interna (11% en el segundo trimestre) ha traído como consecuencia una rápida propagación de la inflación, inicialmente impulsada por aumentos de costos.
Esto tiene de cabeza al Banco Central, el que ha endurecido aceleradamente su política monetaria y su discurso antiinflacionario. En su último IPoM, el ente emisor proyecta una drástica caída en el crecimiento del gasto interno para el próximo año (desde 9,1% en 2008 a 3,9% en 2009), lo que hace prever que la TPM podría incluso sobrepasar el 10% antes de detener su escalada.


¿Y qué hay con la política fiscal?
Por varios años, pensamos que
- la contabilidad estructural de las finanzas públicas, unida a
- la consecución de una meta precisa para el balance estructural (desde este año de 0,5% del PIB),
era un mecanismo impecable y transparente para conducir la política fiscal por derroteros contracíclicos, a la vez que ponía un dique a las presiones políticas por un gasto público mayor.
Sin embargo, su aplicación en la práctica ha redundado en un impulso fiscal fuerte y sostenido, el que últimamente ha puesto en riesgo la estabilidad macroeconómica medida por el aumento persistente en la tasa de inflación.
Ello ha sido una consecuencia de la naturaleza del actual ciclo positivo del precio del cobre, el que ha permanecido en niveles muy altos por más tiempo del que nadie imaginó, conduciendo al panel de expertos que consulta el Ministerio de Hacienda a subir consecutivamente el precio de largo plazo del metal.
Para el presupuesto de 2009, dicho precio, variable clave en el cálculo de los ingresos estructurales del fisco, ha sido fijado en prácticamente US$ 2 por libra, el doble que en 2004.

Pero también ha sido el resultado de un cierto desdén, por parte de las autoridades, a calibrar de mejor manera el impacto macroeconómico de su política fiscal.
En otras palabras, la creencia de que dejar la política fiscal en piloto automático -siguiendo mecánicamente la regla- es una condición suficiente para la estabilidad macroeconómica ha probado ser cuestionable.

También es cuestionable que toda la responsabilidad sobre el control de la inflación recaiga en el Banco Central. Con el gasto fiscal creciendo casi 11% real el primer semestre de este año, el ente emisor no puede simplemente mirar para el techo y tomar la política fiscal como algo dado sobre lo que no puede opinar ni influir.La actual coyuntura, caracterizada por
- una alta y persistente inflación y
- una situación externa delicada que amenaza con derivar en recesión,
exige extrema prudencia en la elaboración del presupuesto público para 2009, lo que requiere de
- un cálculo correcto y transparente del impulso fiscal contemplado.
- Una estimación gruesa de los recursos estructurales con que contaría el fisco para 2009 a partir de un precio del cobre de largo plazo de US$ 1,99 y
- un crecimiento potencial de 4,9%,
- junto a supuestos razonables del incremento en los costos de Codelco y las mineras privadas,
- da como resultado un incremento en torno a 13%. Excesivo, a todas luces.
El ministro Velasco ha sugerido un número de entre 6 y 7% -que también parece excesivo, considerando que el PIB va a crecer con suerte en torno a 3%-, pero también está rebajando impuestos por un valor de US$ 1.000 millones al año.

Esto último es equivalente a entre 2 y 3% de mayor gasto público, con lo que el impulso fiscal escala a una cifra de entre 8 y 10%. No parece ser una muy apreciable contribución a la lucha por bajar la inflación.
Pero aún en tal circunstancia, la contabilidad estructural arrojaría un saldo positivo superior a 0,5% del PIB, por lo que sobrecumpliría (prima facie) la meta.
Frente a ello, el ministro Velasco puede verse tentado a realizar "contabilidad creativa" con los costos de Codelco y el aporte del molibdeno, de modo de cuadrar los números y cumplir con la meta. Pero eso atenta contra la transparencia que se le ha querido dar a la política fiscal.
Tal vez sería más sensato establecer un rango meta para el superávit fiscal, por ejemplo, de entre -1 y 2%, según cuales sean las condiciones macro, especialmente la inflación.

Para 2009, correspondería acercarse al techo de la meta, con lo que se evitaría la contabilidad creativa (más transparencia) y podría, con un poco de empuje, hacerse un ajuste fiscal más coherente con la situación actual de alta inflación y gran incertidumbre externa.
Editorial - "El Mercurio" - Santiago de Chile - 23-Sep-2008

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