sábado, 30 de enero de 2010

Generación perdida

Cada recesión tiene su generación perdida; la presente promete ser masiva y algo extraviada.

La vida social está repleta de peligros. Uno de ellos son las reuniones de viejos amigos. En especial, los encuentros convocados de manera indiscriminada, del estilo "a todos aquellos que siguieron el curso del...". Esas reuniones casi a ciegas, en las que uno no sabe muy bien a qué va a enfrentarse, pueden acabar en decepciones.
La de aquel amigo al que le perdiste la pista, que pudo ser y no pudo... O la de aquel otro al que se le torcieron las cosas y hoy parece irreconocible...
El éxito o el fracaso –para decirlo con palabras gruesas– suele estar vinculado a decisiones personales o a factores de entorno individual. Pero se olvida la existencia de factores que pueden marcar a todo un colectivo.
La última encuesta de la población activa (EPA) indica que
el desempleo entre los más jóvenes (entre 16 y 24 años) ronda ya el 40%. Se trata de un porcentaje brutal.
- ¿Cuál va a ser el futuro de toda esa gente?
- ¿Qué trabajo encontrarán y en qué condiciones?
Los anglosajones
han definido estos colectivos como la "lost generation", "generación perdida", concepto que estuvo de moda en la década de los 80 y primeros 90, cuando Occidente redescubrió el paro de masas. Ahora ha vuelto.
El desempleo nunca es una cosa agradable.
- Oxida las habilidades personales,
- proyecta la sospecha sobre los que lo padecen y
- los desarma moralmente.
En febrero del 2009, un economista inglés, David Blanchflower, publicó un curioso trabajo en el que seguía la pista a un grupo de gente nacida en la misma semana de 1958.
Blanchflower se fijó en particular en todos aquellos que habían perdido el trabajo a finales de los 70 y primeros 80, cuando el Reino Unido cerró sus minas y grandes fábricas. Las conclusiones del trabajo apuntan a que los efectos de aquel desempleo juvenil fueron determinantes en la vida posterior de esas personas (en salarios, en precariedad, en expectativas). Empezar a trabajar cuando no se debe, por lo visto, tiene sus riesgos. En España, la generación de los que ahora tienen menos de 30 años bien puede calificarse de perdida. Y de extraviada.
Es gente que se inició en el inmobiliario o la construcción; que se sacaba 2.000, 3.000, 5.000 euros mensuales con relativa facilidad, lo que le indujo a contraer una hipoteca y a casarse. O a invertirlo todo en tunear el último Ibiza... Esa generación sabe que el futuro no va a ser como en sus inicios. Empieza a entender que los salarios que percibieron fueron propios de una situación excepcional. E intuyen que ya no van a disfrutar de un periodo como el que vivió la economía española entre 1996 y 2008. Blanchflower es un liberal de alma fabiana. Un hombre que suelta sentencias del estilo: "Estamos ante un grave problema social. Puede decirse que un hombre joven sin pareja y en paro tiene mucho riesgo de acabar en delincuente...". ¡Imagínense qué diría Blanchflower si conociera lo nuestro!

Ramón Aymerich - "La Vanguardia" - Barcelona - 30-1-2010




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