Vivimos tiempo de blandura, de autocomplacencia.
No valoramos en su justo término
- el coraje de quien emprende algo,
- el riesgo que corre desde el punto de vista personal
- ni los altos dividendos que puede ganar la sociedad con su triunfo.
Más aun, parecería que
- el éxito ajeno no es una forma de señalar caminos de superación, de aliento para los indecisos,
- sino, en cambio, una prueba de que alguien nos explota, lucra con nuestras deficiencias
y carencias y, por tanto, merece una condena ética.
Así en lugar de
- surgir sentimientos de sana emulación
- surgen resentimientos de envidia.
- Nos compadecemos a nosotros mismos.
Propiciamos
- un asistencialismo carente de la contrapartida productiva
- que podría dar lugar a un legítimo orgullo por la tarea realizada.
- Buscamos el facilismo en la acción individual tanto como en la colectiva.
- La exaltación de
- el esfuerzo,
- la lucha contra las dificultades o contra las situaciones adversas,
- la disciplina como método,
- no forman parte de nuestra escala de valores.
- No estamos templados por el rigor.
Al contrario, predomina entre nosotros una especie de conmiseración poco racional y demasiado infecunda.
Es el resultado de
- la doctrina del "pobrecito", aplicada en todos los órdenes de nuestra vida pero,
- sobre todo en el sector estudiantil.
En consecuencia, formamos futuros adultos
- habituados a la tolerancia hacia sus propios pensamientos y conductas
- e incrédulos ante la severidad y la imparcialidad que emanan de la justicia.
Nos preocupa que todo esto ocurra en nuestro pequeño país porque lo inhabilita para sintonizar el ritmo del siglo XXI.
Un siglo y medio atrás, Abraham Lincoln tuvo que encarar problemas que también afectaban las posibilidades de desarrollo de una compleja sociedad que nacía muy pujante y ambiciosa.
El decálogo que reproducimos a continuación -quizá un tanto economicista- sigue teniendo vigencia en la mayoría de los países subdesarrollados y, aun, en los llamados emergentes.
Son conceptos que, pese a los años, no han perdido actualidad.
- NO SE PUEDE
1) crear prosperidad desalentando la iniciativa privada.
2) fortalecer al débil debilitando al fuerte.
3) ayudar a los pequeños aplastando a los grandes.
4) mejorar al pobre destruyendo al rico.
5) elevar al asalariado oprimiendo a quien le paga su salario.
6) resolver los problemas mientras se gaste más de lo que se gana.
7) promover la fraternidad y el progreso de la humanidad promoviendo e incitando el odio de clases.
8) garantizar una adecuada seguridad con dinero prestado.
9) formar el carácter y el valor del hombre quitándole su independencia, su libertad, su iniciativa.
10) ayudar a los hombres realizando por ellos permanentemente lo que ellos pueden y deben hacer por sí mismos.
Y como corolario, este pensamiento de Lincoln:
- "La humanidad no ha aprendido aún a no caer en excesos y desafortunadamente ignora la moderación".
Estas máximas son de disímil relevancia pero ello no quita que no puedan exponerse en escuelas y liceos de todo el país y ser comentadas por los docentes.
Ya que tanto se habla de la necesidad de inculcar valores a través de la educación, el gran luchador norteamericano contra la injusticia social y racial nos brinda la posibilidad de exponer y discutir sus conceptos mediante una coparticipación activa de todos los integrantes de las aulas.
Probablemente, nos ayuden a enriquecer nuestra visión del mundo con una cuota de realismo de la cual hoy carecemos.
Editorial - El País - Montevideo - 13-Sep-2011
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