lunes, 7 de abril de 2008

Intervención divina

Bajo las condiciones correctas, la intervención en los mercados de divisas puede funcionar. ¿Es el momento de apoyar el dólar?
Seguramente se discutirá una intervención del dólar, aunque en voz baja, en la próxima reunión del G7, el 11 de abril.
En todo caso, el grupo podría sentir vergüenza de admitir que sus mismos miembros quieren intervenir.


La abrupta caída del dólar este año ha desencadenado la especulación de que los bancos centrales tal vez pronto intervengan en los mercados de divisas para apuntalar a la endeble moneda. Seguramente se discutirá al respecto, aunque en voz baja, en la próxima reunión del G7 el 11 de abril. Aquellos a cargo de las políticas ya se han embarcado en una intervención verbal. Jean Claude Trichet, presidente del Banco Central Europeo (BCE), dijo que está "preocupado" por la subida del euro frente al dólar; los líderes de la Unión Europea, en una cumbre en Bruselas el 14 de marzo, señalaron que los movimientos monetarios "desordenados" "no son bienvenidos", y Fukushiro Nukaga, ministro de Hacienda de Japón, calificó la declinación del dólar de "excesiva".Diversos economistas académicos continúan escépticos con respecto a que cuando los bancos centrales compran o venden monedas, pueden influir en los tipos de cambio. Después de todo, sus operaciones son una gota en el océano en comparación con los billones de dólares que se transan en los mercados a diario. La historia está plagada de intervenciones fallidas; piense sólo en la imposibilidad de Gran Bretaña de mantener la libra en el mecanismo de tipo de cambio de Europa en 1992. No obstante, la intervención coordinada que involucra a varios bancos centrales ha tenido mucho más éxito.Terapia de grupoStephen Jen, economista jefe del área de monedas de Morgan Stanley, sostiene que las intervenciones conjuntas del G7 han tenido un "récord casi perfecto" en dar vuelta las monedas. Desde 1985 ha habido cinco grandes ejemplos de acción coordinada: el Acuerdo Plaza de 1985 para bajar el dólar; el Acuerdo Louvre de 1987 para detener la caída del dólar; la intervención conjunta de Estados Unidos y Japón para detener la caída del dólar otra vez frente al yen en 1995 y luego para respaldar al yen en 1998, y la acción del G7 para apuntalar el euro en 2000.A menudo la intervención no tuvo un éxito inmediato, pero, con la excepción del Acuerdo Louvre, más tarde resultó ser un viraje decisivo, indica Jen. Esto no significa que la intervención coordinada sea todopoderosa, pero en las circunstancias correctas, es un poderoso dispositivo de señalización para los flujos de capital del sector privado.Tampoco la historia respalda otros elementos del conocimiento académico convencional. Por ejemplo, se sostiene comúnmente que las intervenciones fallan si los bancos centrales "las esterilizan" a través de la venta o compra de valores internos. En otras palabras, un banco central que trata de reforzar su moneda tiene que permitir que sus ventas de divisas reduzcan la masa monetaria interna. Sin embargo, la revisión de Jen de las maniobras conjuntas del pasado revela que las intervenciones esterilizadas son más eficaces de lo que se pensaba comúnmente; EE.UU., por ejemplo, ha esterilizado todas las que ha realizado y han sido exitosas en su mayoría.Una segunda afirmación afín de los escépticos es que si la intervención de divisas no va acompañada de los cambios debidos en la política monetaria, estará destinada al fracaso. De este modo, si el objetivo es aumentar el valor del dólar, la Fed debe subir las tasas de interés. Aun así Jen ha encontrado varios ejemplos de bancos centrales que han tenido éxito en reforzar su moneda mientras han aflojado la política. Por ejemplo, el BCE empezó a reducir las tasas de interés poco después de la intervención de 2000.Lo que es verdad es que casi todas las intervenciones conjuntas anteriores en los mercados monetarios estuvieron acompañadas de cambios en la política monetaria en relación a otros países. En la campaña para respaldar al euro en 2000, por ejemplo, las tasas de interés en el área del euro bajaron en forma más lenta que en otros lugares, lo que hizo que las diferencias en las tasas de interés actuaran en favor del euro.Factor emergenteEn consecuencia, el hecho de que la Fed esté aflojando no significa que no pueda intervenir para apoyar el dólar. Indica, no obstante, que esto no funcionará, a menos que el BCE también empiece a recortar las tasas. Puesto que los caminos de las tasas de interés de los dos bancos centrales van en direcciones distintas, los esfuerzos de rescate están predestinados al fracaso.En realidad, la causa principal de la reciente caída del dólar ha sido la negativa del BCE a reducir las tasas de interés (debido a su preocupación por la inflación), mientras que la Fed las está bajando radicalmente para apoyar el crecimiento. O para exponerlo de otra forma, el dólar débil es compatible con los fundamentos económicos; es decir, que Estados Unidos está en recesión, mientras que la zona del euro todavía está creciendo.Su tipo de cambio real ponderado en función del comercio exterior (la mejor medida de competitividad) está en su nivel más alto en 35 años. En comparación, el yen todavía se ve barato. Éste ha ganado mucho más frente al dólar este año que lo que ha ganado el euro, porque la mayor aversión al riesgo global ha reducido la atracción de los carry trades. Pero el tipo de cambio real ponderado según el comercio exterior del yen sigue siendo históricamente débil. Está un 40 por ciento bajo su nivel de 1995, la última vez que los bancos centrales intervinieron para respaldar el dólar frente al yen.Jen estima que la probabilidad de una intervención coordinada ha aumentado a medida que la depreciación del dólar ha cobrado velocidad. La rectificación metódica en la moneda está en peligro de desembocar en un ajuste más violento a medida que la confianza decreciente del inversionista en los fondos en dólares crea un círculo vicioso de flujos de capital fuera del dólar. Pero hasta que las políticas monetarias de EE.UU. y Europa empiecen a converger, no tiene sentido una intervención. Esto implica que el dólar aún podría caer más. Otra complicación es que desde que los bancos centrales organizaron su último ataque monetario coordinado en septiembre de 2000, el mundo ha cambiado:
- casi cuatro quintas partes de las reservas en dólares del globo están en manos no de los bancos centrales del G7, sino de las economías emergentes, principalmente China y los productores de crudo como Arabia Saudita.
- Para que la intervención tenga éxito, el G7 seguramente necesitará la aprobación de ellos. Después de años de decirle a China que dejara de entrometerse en el mercado de divisas, el G7 podría sentir vergüenza de admitir que sus mismos miembros quieren intervenir.

The Economist - "El Mercurio" - Santiago de Chile - 7-Abr-2008

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