martes, 5 de junio de 2012

El odio y la crisis


Las páginas del odio, el desprecio y la mentira se las lleva en
apariencia el nuevo día, pero quedan, como las simientes que esparce
el viento del azar.

¿Cuándo fructifica la semilla del odio enterrada?
En el momento en que las cosas se tuercen:
- cuando las amenidades y objetos de la sociedad de consumo
  desaparecen;
- cuando el confort, agotado, ya no puede contener el avance del
  malestar y la irritación.
- Cuando se encona la lucha darwinista por un servicio social o por
  un puesto de trabajo,
- empieza a germinar la enterrada semilla del odio.
Las palabras entonces dejan paso a
- "la dialéctica de los puños y las pistolas" que abanderó el
   falangismo.
En cuanto la crisis de 1929 golpeó España, sumando a las miserias
locales las dificultades globales, la dialéctica de los puños y las
pistolas sustituyó a las palabras.
- La Guerra Civil estaba servida.
Precisamente, en los pasados años, hemos hablado mucho de la guerra.
Pero no de la tragedia real que fue, sino de la película en que se ha
transformado.
Desde que Javier Cercas con una novela de enorme eficacia
sentimental enterró en el piadoso cementerio de la transición a todos
los muertos (representados por Sánchez Mazas y el generoso
anarquista anónimo), ya sólo se ha hablado de la guerra en España en
forma épica y estética.
También los políticos de hoy (y sus intelectuales orgánicos) han
estado usando la guerra como un relato de aventuras, aunque con
pretensión bastante menos cordial que la de Cercas.
- Han estado ajustando cuentas con el pasado como
- los niños de mi tiempo jugábamos con las figurillas de plástico de
  indios y cowboys.
El sectarismo retórico de estos años ha sido enorme:
- sea en los periódicos de la derecha madrileña (que ha incorporado
  a los justificadores del golpe de Franco);
- sea en la Academia de la Historia, con su revisionismo franquista;
- sea en los periódicos de la izquierda que defienden un
  republicanismo angelical;
- sea en las instituciones de la memoria histórica, tan preocupadas
  por la reparación de las víctimas del bando de Franco o de la
  dictadura, y tan despreocupadas por la confusión y el olvido a que
  se ha sometido a las víctimas de la violencia republicana.
La única buena noticia de los pasados años sobre el tema de la
guerra ha sido
- la publicación de algunos textos de voluntad omnicomprensiva
  (J.M. Fradera, P. Preston, F-M. Álvaro, Martínez Reverte),
así como
- la recuperación de la gran novela de la guerra: Incerta glòria, de
  Joan Sales.
Partiendo de su propia experiencia en el frente, Sales observa el
conflicto desde diversos puntos de vista (entre ellos, el de un
sacerdote y el de un existencialista) que proyectan sus miradas
sobre las trincheras republicanas del frente de Aragón y la
retaguardia barcelonesa y, más adelante, sobre la gris y humillada
cotidianidad de la Barcelona de posguerra.
En Incerta glòria, la guerra es descrita como
- un laboratorio paroxístico de la condición humana.
- La barbarie y la miseria se mezclan con
- el ideologismo,
- la trivialidad del mal,
- la indiferencia ante el dolor ajeno,
- la impostura,
- la traición y el desgarro.
La lectura de esta novela
- transforma la visión de nuestra guerra:
- impide las lecturas ideológicas,
- vacuna contra la instrumentalización política del conflicto y
- abraza los espacios ideológicos y morales que
- fueron sometidos a la tensión de los bandos antagónicos (la tercera
  España, el destino de la cultura catalana, los católicos
  republicanos).
A diferencia de Sales, los escritores, cineastas e historiadores
actuales han seleccionado capítulos y personajes de la guerra de
gran impacto emocional
- con el fin de otorgar la razón moral a un bando:
Les veus del Pamano, Las 13 rosas y el amable retrato de Franco real
izado por la Academia de la Historia demuestran que la moda es
transversal.
- ¿Y qué decir de la política?
Aznar contribuyó a relativizar los cuarenta años franquistas de odio
, exilio y opresión de los vencidos, y desacomplejó a los sectores
(familias, grupos sociales) que se beneficiaron de la victoria y de
cuarenta años de incontestable hegemonía en la posguerra.
Por su parte, Zapatero, apelando a los muertos de la república
todavía no recuperados, intentó rearmar ideológicamente a una
izquierda desnortada, apelando a la necesidad de que el
republicanismo vencido intentara reconquistar en democracia las
posiciones perdidas en el frente bélico.
Parecidas operaciones, aunque de peso menor, se han armado en estos
años (cierto independentismo catalán, por ejemplo, idealiza a los
históricos de su facción y envía sin contemplaciones al infierno de la
catalanidad a los que no comparten su tesis).
Escribo este artículo inquieto por el ataque personal que recibí de
un político, de cuyo nombre es mejor no acordarse: me expatrió por
el simple hecho de publicar en La Vanguardia.
La inquietud no es personal, por supuesto: los que combatimos a
Franco sabemos desde muy jóvenes que
- el amor a la libertad es el único antídoto del miedo.
Mi inquietud es colectiva.
Los odios, rencores y complejos que Aznar, Zapatero y otros
aprendices de brujo sembraron con
- la ayuda de cineastas, historiadores y novelistas
- pueden convertirse en material incendiario cuando ya no quede
  rastro de dinero en los bolsillos de la gente.
- La crisis va para largo: más pronto o más tarde,
- generará tensiones ideológicas y territoriales.
Mucho cuidado, por favor.
- Políticos y líderes sociales: máxima contención.
- Pasó y puede repetirse.
- Las palabras se transforman en puños.
Antoni Puigverd - La Vanguardia - Barcelona - 4-Jun-2012

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