jueves, 20 de junio de 2013

¿Por qué Brasil y ahora?


Está generando perplejidad, dentro y fuera del país, la crisis creada repentinamente en Brasil por el surgir de las protestas callejeras, primero en las ricas urbes de São Paulo y Río, y ahora extendiéndose a todo el país e incluso a los brasileños en el exterior.
Por el momento son más las preguntas para entender lo que está aconteciendo que las respuestas a las mismas. Existe solo un cierto consenso en que Brasil, envidiado hasta ahora internacionalmente,
- vive una especie de esquizofrenia o paradoja que aún debe ser analizada 
  y explicada.
 Empecemos por algunas de las preguntas:
- ¿Por qué surge ahora un movimiento de protesta como los que ya están casi de vuelta
  en otros países del mundo, cuando durante diez años Brasil vivió como anestesiado por
  su éxito compartido y aplaudido mundialmente?
- ¿Brasil está peor hoy que hace diez años?
   - No, está mejor.
    - Por lo menos es más rico, tiene menos pobres y crecen los millonarios.
   - Es más democrático y menos desigual.
- ¿Cómo se explica, entonces, que la presidenta Dilma Rousseff, con un consenso 
   popular de un 75%, un récord que llegó a superar al del popular Lula da Silva-, 
   pueda ser abucheada repetidamente en la inauguración de la Copa de las Confederaciones, en Brasilia, por casi 80.000 aficionados de clase
   media que pudieron darse el lujo de pagar hasta 400 dólares por una entrada?
- ¿Por qué salen a la calle a protestar por la subida de precios de los transportes
  públicos jóvenes que normalmente no usan esos medios porque ya tienen coche
  algo impensable hace diez años?
- ¿Por qué protestan estudiantes de familias que hasta hace poco no hubiesen soñado
  con ver a sus hijos pisar una universidad?
- ¿Por qué aplaude a los manifestantes la clase media C, llegada de la pobreza y 
   que por vez primera en su vida han podido comprar una nevera, una lavadora, 
   una televisión y hasta una moto o un coche de segunda mano?
- ¿Por qué Brasil, siempre orgulloso de su fútbol, parece estar ahora contra el Mundial,
   llegando a empañar la inauguración de la Copa de las Confederaciones con una 
   manifestación que produjo heridos, detenciones y miedo en los aficionados que acudían
  al estadio?
- ¿Por qué esas protestas, incluso violentas, en un país envidiado hasta por Europa 
   y Estados Unidos por su casi nulo desempleo?
- ¿Por qué se protesta en las favelas donde sus habitantes han visto duplicada su renta 
   y recobrada la paz que les había robado el narcotráfico?
- ¿Por qué, de repente, se han levantado en pie de guerra los indígenas que poseen ya 
   el 13% del territorio nacional y tienen al Supremo siempre al lado de sus
   reivindicaciones?
- ¿Es que los brasileños son desagradecidos a quiénes les han hecho mejorar?
Las respuestas a todas esas preguntas que producen en tantos, empezando por los políticos, una especie de perplejidad y asombro, podrían resumirse en pocas cuestiones.
En primer lugar se podría decir que, paradójicamente, 
- la culpa es de quien les dio a los pobres un mínimo de dignidad: una renta no miserable, 
- la posibilidad de tener una cuenta en el banco y acceso al crédito para poder adquirir 
  lo que fue siempre un sueño para ellos (electrodomésticos, una moto o un coche).
Quizás la paradoja se deba a eso: a 
- el haber colocado a los hijos de los pobres en la escuela, de la que no gozaron 
  sus padres y abuelos; 
- el haber permitido a los jóvenes, a todos, blancos, negros, indígenas, pobres o no,
   ingresar en la universidad; 
- el haber dado para todos accesos gratuito a la sanidad; 
- el haber librado a los brasileños del complejo antaño de culpa de “perros callejeros”; 
- el haber conseguido todo aquello que convirtió a Brasil en solo 20 años en un país 
  casi del primer mundo.
Los pobres llegados a la nueva clase media han tomado conciencia de haber dado un salto cualitativo en la esfera del consumo y ahora quieren más. 
Quieren, por ejemplo, 
-  unos servicios públicos de primer mundo, que no lo son; 
- una escuela que además de acogerles les enseñe con calidad, que no existe; 
- una universidad no politizada, ideologizada o burocrática. La quieren moderna, viva, 
  que les prepare para el trabajo futuro.
- hospitales con dignidad, sin meses de espera, sin colas inhumanas, donde sean tratados
  como personas. 
- que no mueran 25 recién nacidos en 15 días en un hospital de Belem, en el Estado 
  de Pará.
Y Quieren sobre todo lo que aún les falta políticamente: 
- una democracia más madura, en la que la policía no siga actuando como en la dictadura; 
- partidos que no sean, en expresión de Lula, un “negocio” para enriquecerse; 
- una democracia donde exista una oposición capaz de vigilar al poder.
- políticos con menor carga de corrupción; 
- menos despilfarro en obras que consideran inútiles cuando aún faltan viviendas 
  para  8 millones de familias; 
- una justicia con menor impunidad; 
- una sociedad menos abismal en sus diferencias sociales. 
- ver en la cárcel a los políticos corruptos.
¿Quieren lo imposible? No
Al revés de los movimientos del 68, que querían cambiar el mundo, los brasileños insatisfechos con lo ya alcanzado quieren que los servicios públicos sean como los del primer mundo. 
Quieren un Brasil mejor. Nada más.
Quieren en definitiva 
lo que se les ha enseñado a desear 
para ser más felices o 
menos infelices de lo que lo fueron en el pasado.
He escuchado a algunos decir: “¿Pero qué más quiere esta gente?" 
La pregunta me recuerda la de algunas familias en las que después de dar todo a los hijos, según ellos, estos se rebelan igualmente.
Se olvidan a veces los padres de que 
- a ese todo le faltó algo que para el joven es esencial: 
- atención, preocupación por lo que él desea y no por lo que a veces se le ofrece. Necesitan no solo ser ayudados y protegidos, llevados de la mano, 
- quieren aprender a ser ellos protagonistas.
Y a los jóvenes brasileños, que han crecido y tomado conciencia no solo de lo que tienen ya, sino de lo que aún pueden alcanzar
- les está faltando justamente que 
- les dejen ser más protagonistas de su propia historia, 
- más aún cuando demuestran ser tremendamente creativos.
Que lo hagan, eso sí, sin violencia añadida, que violencia ya le sobra a este maravilloso país que siempre prefirió la paz a la guerra. 
Y que no se dejen coptar por políticos que intentarán montarse sobre su caballo de protesta, para vaciarla de contenido

En una pancarta se leía ayer: “País mudo es un país que no muda”. Y también, dirigido a la policía: “No disparéis contra mis sueños”. 
¿Alguien puede negar a un joven el derecho a soñar?.
Juan Arias - El País - Madrid - 20-Jun-2013

Brasil: Segunda transición
Muchos han olvidado ya que, hace tan solo veinte años, Brasil era un país azotado por la hiperinflación.
Durante la primera mitad de los años noventa experimentó tasas de inflación de hasta el 6.000%.
A mitad de esa década, un fuerte plan de estabilización recondujo la actividad a un entorno más estable, y desde inicios del presente siglo ha sido una de las economías de éxito a nivel mundial.
- Su pertenencia al grupo de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica),
- el éxito de la transición política del Gobierno de Lula y
- unas tasas de crecimiento elevadas en un contexto de estabilidad macroeconómica
- hicieron de Brasil uno de los destinos favoritos de los inversores.
Pero, como todo, el éxito trae consigo sus peligros.
Por un lado,
- el éxito económico, generado por una acumulación de eventos difíciles de repetir:
- el boom de los precios de las materias primas,
- amplificado por el descubrimiento de nuevos yacimientos petrolíferos;
- la caída permanente de los tipos de interés a medida que
- el riesgo de inflación y el riesgo de crisis cambiarias  desaparecían, y
- la consolidación de una clase media con acceso al crédito, que
- fomentó un aumento del consumo.
Por otro lado,
- el éxito político de la transición de Lula —
- recuerden el miedo que había a la llegada al poder de la izquierda en Brasil—, que
- generó una mejora de la confianza pero creó
- un sistema de clientelismo basado en el reparto de las riquezas generadas,
- difícil de sostener en el medio plazo.
La combinación de estos factores llevó a una fuerte apreciación de la moneda.
Desde el año 2002, como resultado de los flujos de capital extranjero que querían participar de la bonanza económica,
- el real se apreció un 160% en 10 años.
- El resultado fue una moneda sobrevaluada que, según las autoridades brasileñas,
- ponía en peligro las exportaciones.
En este contexto, Brasil fue uno de los primeros países en acuñar el concepto de la guerra de divisas, el proceso por el cual, según su versión,
- las naciones que estaban poniendo en práctica estrategias de política monetaria
- de expansión cuantitativa —como EE UU—
- estaban escondiendo un objetivo real de depreciación competitiva
- como estrategia de salida de la crisis, con el consiguiente perjuicio para el resto del mundo.
Este victimismo sirvió de justificación para la aplicación de medidas de control de capitales, parcialmente justificadas por el G-7 y el FMI, como medidas de última instancia en casos de excesivos influjos de capital que puedan generar distorsiones económicas.
Es cierto que en algunos casos los flujos pueden resultar excesivos y crear problemas —si la apreciación de la moneda es de carácter especulativo, y por tanto susceptible de ser transitoria, puede generar una pérdida de cuota de mercado exportador muy difícil de recuperar una vez que la apreciación se corrija—, y por tanto ciertas medidas correctoras podrían quizás estar justificadas. Pero esto solo
- debería aplicarse como recurso de última instancia y
- no como instrumento para enmascarar un conjunto de políticas económicas desequilibradas.
Porque
- esto último es lo que ha sucedido en Brasil, y
- ahora está generando preocupación.
Tras la crisis de 2008, Brasil, como el resto del G-20,
- adoptó una estrategia de política fiscal expansiva para sostener la demanda.
Esta estrategia fue exitosa. La recuperación económica en 2010 fue muy fuerte, en forma de V, apoyada por la fuerte expansión en China.
Sin embargo, la política fiscal se mantuvo expansiva, ya que en 2011 el crecimiento económico se desaceleró fuertemente. Y aquí es donde
- el problema de análisis comienza a surgir,
- fruto de los vicios adquiridos durante el periodo de bonanza.
Tras una década de fuerte crecimiento
- basado en el impulso de la demanda,
las autoridades brasileñas se negaron a aceptar que, quizás,
- había un cambio de régimen,
- el crecimiento potencial de la economía era menor de lo que se habían imaginado y 
- hacía falta considerar una nueva táctica basada en
- las reformas estructurales y no en la expansión fiscal.
La estrategia de controles de capital había permitido enmascarar este dilema:
- la apreciación de la moneda se debía a una economía fuertemente recalentada que
- estaba generando alta inflación y que, por tanto, necesitaba altos tipos de interés.
La solución era
- un ajuste fiscal que permitiera unos tipos de interés más bajos y
- una moneda más depreciada.
Pero eso chocaba con
- el concepto de impulsar la demanda y
- la necesidad de sostener un entramado político basado en persistentes subsidios.
El resultado es
- una economía con un crecimiento actual muy débil, por debajo del 2%, y
- unas tasas de inflación en torno al 6%, 
- limitada por una serie de medidas de contención de los precios administrados,
- ya que la inflación de mercado, de los precios no controlados, está cercana al 8%.
Es decir, una economía altamente recalentada, lo cual se refleja también en un déficit por cuenta corriente que ha aumentado de manera continua hasta el 3% del PIB y cuya financiación se ha deteriorado, ya que no está plenamente financiado por la inversión directa sino que ahora precisa de flujos de cartera, siempre más volátiles.
Quizás no sea una casualidad que la Bolsa brasileña sea la que acumula más pérdidas en lo que va de año en todo el mundo.
Hasta hace poco el Gobierno estaba tranquilo: con elecciones el año que viene, la estrategia era
- mantener el desempleo bajo y
- los votantes y grupos de presión contentos con subsidios.
Pero hace un par de meses la situación comenzó a cambiar:
- la tolerancia del Banco Central con la elevada inflación,
- interpretada como falta de independencia,
- se empezó a volver contra el Gobierno,
- las expectativas de inflación se elevaron,
- frente a un objetivo de inflación del 4,5%,
- las expectativas a medio plazo se sitúan en el 5,5%-6% y
- los mercados empezaron a darse cuenta del complejo cuadro macroeconómico brasileño.
La consiguiente depreciación del real, que no se ha frenado a pesar de la eliminación de los controles de capital, no ha hecho más que aumentar los temores inflacionistas.
Las protestas callejeras contra el Gobierno de Dilma Roussef, iniciadas como protesta ante el aumento de los precios del autobús, pero rápidamente generalizadas,
- son tan solo la manifestación del descontento de la población con
- este inestable cuadro macroeconómico.
Los largos periodos de bonanza, especialmente causados por eventos positivos pero no repetibles, generan malos hábitos, tanto económicos como políticos. Lo hemos visto en España y en otros países europeos, y lo estamos empezando a ver en algunos países emergentes.
Brasil tiene que aceptar que tiene que cambiar la hoja de ruta, que el modelo económico del pasado basado en la expansión de la demanda ya no sirve, que hay que acometer un ajuste fiscal y estructural que seguramente tendrá consecuencias políticas, ya que habrá ganadores y perdedoresLa primera transición hace un par de décadas, tanto económica como política, fue un éxito. Ahora toca consolidarla, algo mucho más difícil.
Ángel Ubide - El País - Madrid - 23-Jun-2013

Dilema de Brasil: Calmar protestas o bajar inflación y déficit
 La presidenta brasileña, Dilma Rousseff, prometió un nuevo esfuerzo nacional para mejorar el transporte y los servicios de salud, demandas clave de las masas de manifestantes que salieron a las calles este mes.
 
El problema es que
- un mayor gasto es justo lo opuesto a la receta que muchos economistas afirman que
- es esencial aplicar para controlar el aumento de la inflación y los déficits del país.
El movimiento de protesta tomó forma hace unas semanas debido a alzas en las tarifas de autobús en São Paulo y creció hasta convertirse en
- un amplio repudio a los servicios gubernamentales y la corrupción en general.
Ahora, la situación puso en aprietos a las autoridades brasileñas. Antes de que comenzaran las protestas, las conversaciones en Brasilia se centraban en cómo
- recortar el gasto en momentos en que el real cayó a su nivel más bajo desde 2009.
"El problema que tienen es que
- necesitan calmar a dos pares interesadas muy nerviosas,
  - el mercado y
  - la población, y
- están pidiendo cosas distintas",
indicó Pedro Barbosa, socio del fondo de cobertura STK Capital, con sede en Rio de Janeiro.
Rousseff llamó a la calma en un discurso a última hora del viernes, un día después de que manifestantes en Brasilia ingresaran por la fuerza al Ministerio de Relaciones Exteriores y causaran destrozos en su lobby.
Rousseff, una ex guerrillera marxista y la primera mujer presidenta del país, buscó identificarse con los pedidos de los manifestantes.
Llamó a un pacto nacional con los gobernadores para mejorar los servicios. Asimismo, prometió
- gastar en educación todos los ingresos del país previstos
- por nuevos descubrimientos petroleros en alta mar.
"Si sacamos ventaja de esta nueva fuerza política, podemos hacer muchas cosas que Brasil aún no ha podido hacer", afirmó.
Las protestas, sin embargo, no terminaron luego del discurso de Rousseff. Manifestantes en São Pablo bloquearon el aeropuerto internacional de la ciudad, obligando a los pasajeros a bajarse de los autos y caminar por la autopista con su equipaje para poder tomar sus vuelos.
Las autoridades de Rio de Janeiro reportaron saqueos.
El sábado, más de 60.000 personas marcharon por las calles de la ciudad sureña de Belo Horizonte y se enfrentaron con la policía cerca de donde se jugaba un partido de la Copa Confederaciones.
En otras partes del país, los manifestantes regresaron a las calles en menores cantidades y con menos intensidad, lo que les dio esperanza a las autoridades.
En São Paulo, por ejemplo, una multitud de 30.000 personas marchó contra la corrupción, incluidas muchas familias con niños. Algunos de los que regresaron a las calles indicaron que
- tenían poca confianza en que Rousseff pudiera cumplir las promesas que hizo en su discurso.
-"Decir que vas a mejorar la educación, la salud y el transporte es fácil, pero
- lo que hace falta realmente es terminar con toda esta corrupción que
- sólo termina robando las inversiones",
sostuvo Celso Capela, un vendedor ambulante en el estado de Salvador, en el noreste de país.
Pero incluso si Rousseff puede poner en marcha su visión de mejores servicios gubernamentales, la sabiduría tradicional indica que
- la única forma de financiarlos será con más deuda.
- "No hay espacio para recortar costos",
indicó el diputado federal José Guimarães, quien lidera el izquierdista Partido de los Trabajadores de Rousseff en la cámara baja del Congreso.
En una entrevista, Guimarães dijo que impulsaría la votación de un proyecto de ley para aprobar una de las ideas centrales de la presidenta,
- destinar a la educación las regalías de grandes nuevos descubrimientos petroleros.
La propuesta enfrenta la oposición de legisladores que quieren que
- el dinero sea transferido a los estados, pero
- el clima político cargado podría inclinar la balanza.
Rousseff también quiere importar unos 6.000 médicos de Cuba y Europa, afectada por la recesión, para apuntalar los servicios de salud públicos.
 
Los problemas financieros no se registran solamente a nivel federal.
Las ciudades de São Paulo y Rio de Janeiro ya prometieron anular los aumentos de tarifas de autobús que desataron las protestas.
El alcalde de Rio de Janeiro, Eduardo Paes, sostuvo la semana pasada que la medida le costaría a la ciudad unos US$100 millones al año y significaría menos gastos en otras áreas.
Paulo Petrassi, gestor de fondos de Leme Investimentos en Florianópolis, Brasil, indicó que
- antes de que comenzaran las protestas,
- los inversionistas estaban preocupados principalmente
- por el aumento de la inflación y los crecientes déficits presupuestarios.
Los inversionistas esperaban
- una ronda de recortes fiscales para cumplir con los límites de gasto
- delineados en las leyes brasileñas dirigidas a mantener la estabilidad económica.
El ministro de Hacienda, Guido Mantega, dijo la semana pasada que el gobierno estaba preparado para "realizar ajustes adicionales en el gasto, como sea necesario".
 
No obstante, muchas cosas cambiaron desde entonces en el país.
- La caída de los mercados muestra que
- los inversionistas creen que la prioridad de Rousseff será en última instancia
- aumentar el gasto para cumplir con las demandas populares,
- no ajustarse el cinturón.
La semana pasada, el mercado bursátil tocó su mínimo desde la recesión global de 2009.
El marcado aumento de los rendimientos de los bonos reflejó la opinión de los inversionistas de que el Banco Central de Brasil deberá elevar las tasas de interés más de lo previsto para combatir la inflación.
Sin embargo, aunque
- las demandas de los manifestantes y los inversionistas parecen contradictorias,
- comparten una causa importante. "El punto en común que ambos piden es
  - más eficiencia,
  - menos corrupción y
  - más transparencia",
dijo Brabosa. "Mi esperanza es que el gobierno tome el mensaje correcto y empiece a abordar estos asuntos".
P.Trevisani - P. Kiernan - The Wall Street Journal - NYC - 23-Jun-2013 

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