lunes, 15 de febrero de 2010

Golpe sindical

HUBO un tiempo en que los trabajadores sintieron la necesidad de agruparse, de sindicarse, para
- hablar con una voz común,
- mejorar sus condiciones laborales y
- elevar el nivel de sus salarios.
La fórmula fue mágica y buena parte del progreso social que disfrutamos viene de ahí
.
El Estado de bienestar, ese lujo colectivo de tan difícil mantenimiento, es fruto de aquella remota semilla sindical.
En nuestros días, y en nuestro privilegiado mundo occidental, se han invertido las tornas y
- los trabajadores ya no pretenden un sindicato que les redima.
- Son los sindicalistas, lógicamente empeñados en mantener su poder, su privilegio y su empleo, quienes buscan trabajadores que les respalden
y que, en gran falsificación representativa, mantengan viva como continuidad del pasado la ficción del presente.


Ese sindicalismo
- de cargo y pandereta,
- de subvención y bicoca,
- de liberados ociosos,
necesita periódicamente
, en especial si vienen mal dadas, exhibir su presencia con alguna ruidosa concentración que subraye la apariencia de su fuerza para poder mantener
- su acuñado y falsario estatus de «agente social».
Cualquiera que no haya perdido el oremus democrático, y aun considerando la escasez representativa de nuestros muchos Parlamentos, puede sentirse más próximo a un diputado, nacional o autonómico, sea cual fuere su color, que a esos líderes de diseño y tosquedad impostora que,
- cuando ya no tenemos prole,
- mantienen un modelo sindicalista caducado para la defensa del proletariado
.
Para mayor desfachatez,
- tienden a ignorar a los parados y los inmigrantes,
- a quienes más necesidades acumulan y
- de quienes, con propiedad, puede hablarse de injusticia social.


- ¿Por qué les gustarán tanto a los sindicatos
- los funcionarios con un puesto de trabajo inexpropiable y
- los empleados de las difícilmente concursales empresas públicas?
En concordancia con lo dicho más arriba, los sindicatos quieren, para mantener sus costumbres, poner el grito en el cielo y ya anuncian manifestaciones multitudinarias -para mayor inri, el 23-F- en protesta contra un plan de reforma de las pensiones y retraso en la edad de jubilación que todavía no ha sido aprobado y que, dada la endeblez del Gobierno Zapatero, no es fácil que llegue a cuajar, como sería necesario, en una ley de
- drásticas rebajas en los derechos y
- de mayor exigencia en las obligaciones.
Como si fuéramos europeos.

M. MARTÍN FERRAND - "ABC" - Madrid - 14-Feb-2010

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