lunes, 18 de julio de 2011

La gran juerga

Somos parasitarios. Esto queda: resaca,tras medio siglo de juerga que pagaron otros.

¿DE qué iba aquello? De la eufórica ilusión según la cual
- era posible producir realidad con nada más que fantasía.
- Palacios en el aire.
- Hasta que el aire se niega a mantenerlos.
- Caen a plomo, entonces.
- Nada les sobrevive. Nadie.
La desbocada fantasía de Mitterrand y Kohl a inicio de los noventa, la pagamos nosotros ahora.
A ellos les salió gratis, ya hasta
- pudieron labrarse la reputación de «hombres de Estado» que,
- en sus nada transparentes biografías, les sirvió encubrir tanta miseria anímica y política.
- Pagamos nosotros ahora.
- Pobres diablos: son siempre los pobres diablos quienes pagan.
Ahora, cuando no hay un duro. Y el euro, hasta podría darnos risa. Sólo que no hay ya risa que no se nos congele.
Y aquel brillante invento de Mitterrand y Kohl, el euro,
- nos escupe a la cara la realidad que cualquiera que no fuera imbécil podía prever desde
su primer día:
- la bancarrota.
Todas las lógicas de Estado, Nación y moneda (las tres hablan de lo mismo) fueron violadas entonces, con
- la infantil alegría que es propia de la ignorancia.
- O del demasiado saber que todo iba acercándose al mayor abismo del siglo
.
- Sin remedio. Éste, por el cual caemos ahora.
- ¿El peor?
Sé que sonará exagerado a quien recuerde lo que fue el siglo veinte:
- la más eficaz carnicería de la historia humana.
Y, sin embargo, todo apunta ahora a

- una salida aún más dura,
- porque mucho más duro es el batacazo esta vez que en 1929.
Si es que hablar de salida tiene algún sentido, para
- este "blindado callejón sin salida" en el cual nos hemos atrincherado: Europa.
- Que no es solución alguna; ni siquiera un problema. No un moribundo; un cadáver.
- ¿Qué era en 1992 aquel vendaval que, en Mastricht, Francia y Alemania desencadenaban?

Acta confesa de que mucho hacía ya que en Europa no se producía nada de valor alguno.
Ni en lo material, ni en lo intelectual. Nada. Y,
- sin embargo, Europa vivía en los más altos niveles de confort y consumo del planeta.
- No hay milagros. Si alguien no tiene ingresos y vive en la opulencia, acabará en presidio.
Puede que logre posponerlo un tiempo. Pero,

- al final, se estrellará contra el muro marmóreo de la realidad.
- Paga o muere. Es la ley inviolable del capital. Europa no puede pagar.
Cada vez podrá menos. Su deuda no hace más que acumularse. En lo privado como en lo público.
- Así que no hay misterio. Esto se acabó, muchachos.
- Quien tenga edad, saber y ganas, que emigre. Mientras pueda.
- Los demás, vamos de cabeza a la fosa. Sin grandeza.
Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial,
- Europa ha vivido de "no hacer nada".
- Y ha vivido muy bien.
- Exenta de los inmensos gastos militares que, en el ajedrez de la Guerra Fría
- asumieron, en exclusiva, los Estados Unidos frente a la URSS, y
- gracias a los cuales al continente no se lo zampó Stalin en los diez minutos que siguieron

al suicidio de Hitler.
Ese gasto militar imposible

- se llevó por delante a los soviéticos y
- sacude ahora los cimientos de Wall Street, o sea, de todo.
Libre de tal sangría,
- la economía europea vivió, entre el inicio de los sesenta y el comienzo del nuevo siglo,
- una ocasión excepcional para renovarse.
- La despilfarró. Por completo.
- Y llegó el fin de fiesta. Somos parasitarios.
- Esto queda: resaca, tras medio siglo de juerga que pagaron otros.
GABRIEL ALBIAC - ABC - Madrid - 18-Jul-2011

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