sábado, 26 de julio de 2008

Precios justos, ¿qué es eso?

«Prezos xustos para os nosos produtos» ha sido el lema de un sindicato agrario para recoger firmas e iniciar una acción popular que ponga en marcha una ley de márgenes comerciales y establezca códigos autorreguladores en cada eslabón de la cadena comercial.
El reclamo, sin embargo, no va en la dirección correcta al no existir eso que llaman precios justos. Hay precios
- por encima de los costes de producción o
- por debajo; nada más.
Sobre la idea de justicia que parece entreverse, lo más que se puede hacer es emitir juicios de valor basados en algún criterio. De dudoso consenso, eso sí.
- Cuando el precio de venta de un producto supera al coste de producción, la empresa obtiene beneficios. Si además los dedica a mejorar el proceso productivo para rebajar costes y/o renovar la calidad del producto para aumentar su precio sin que los consumidores migren a otro, es eficiente. Y toda la economía, si tiene muchas empresas de este tipo.
- Por el contrario, si el precio es inferior al coste, la empresa es ruinosa y lo mejor que puede hacer es cerrar. Parece duro, pero así es el mercado.
El sindicato afirma que los precios en origen de los productos agrarios son entre cinco y diez veces inferiores a los que pagan los consumidores y que los agricultores se ven obligados a vender su producción a precios en torno al 70-90% de los costes que soportan.
Si por precios justos los agricultores entienden precios alineados con los costes, craso error. Dado que en los costes no suelen imputar la mano de obra autoempleada, las cuentas siguen sin cuadrar: incluso con un precio igual a lo que ellos llaman costes, las explotaciones son ruinosas. Deberían aspirar, pues, a algo más.
Y que la distribución está cada vez más concentrada en tres grupos (Carrefour, Mercadona y Eroski) que, juntos, poseen el 49,5% del mercado. A esta situación se ha llegado por las ventajas que las empresas distribuidoras vieron en la creación de grupos, validados por las autoridades de competencia.
Y por último, que por una lechuga (uno de los casos utilizados) se les paga 20 céntimos y, después, se vende a 93.
- ¿Significa esto que si, por ejemplo, se vendiese a 30 céntimos, no protestarían aunque los agricultores siguiesen percibiendo 20?
Esos márgenes -que cifran en más del 300% de media- son indicativos del poder de negociación de las superficies de distribución como centrales de compra que son.
El problema debe enfocarse como un juego de acción y reacción. Pero reaccionando a la concentración en la distribución, no con quejas de lo mucho que ganan los distribuidores y lo poco que perciben ellos. Eso no hará que los distribuidores se apiaden y les paguen más por los productos.
Que los agricultores vean aumentados los costes y no los precios que perciben por sus productos muestra su escaso poder de negociación; «hacia arriba» y «hacia abajo». Si quieren obtener un bocado más grande del pastel, cuya mayor parte parece que va a los distribuidores, deberían responder a la concentración de la distribución concentrando también ellos la producción.
Ganarían
- poder de negociación frente a los distribuidores,
- aumentando así los precios en origen; y
- también «hacia arriba» a la hora de comprar el combustible, los piensos, los fertilizantes o las semillas que utilizan,
- lo que les permitiría contener mejor sus costes.
A pesar de todo, estampé mi firma. Por mera empatía; no por convencimiento, como el lector deducirá.

Manel Antelo - Economista - Universidade de Santiago - Santiago - 26-Jul-2008

No hay comentarios: