viernes, 27 de noviembre de 2009

La inmensa gente de la mar

Recién liberados de un largo y penoso cautiverio en el que apenas se les ahorró crueldad alguna, podría pensarse que los marineros del "Alakrana" iban a exhibir sus heridas ante la opinión pública, siempre tentada por el morbo.
Pero eso es no conocer a las gentes de la mar.

Generosos como sólo saben serlo quienes tienen por único límite el horizonte, los tripulantes del pesquero no han dudado en restar importancia a su odisea para pedir que la prensa y los gobiernos centren ahora su atención en la abundante marinería que aún sigue presa de los piratas en el Índico.
"Haced algo por el ´Ariana´", clamaron ante la prensa los marineros gallegos tras exponerle al juez del caso la extrema situación en la que se encuentran las personas secuestradas a bordo de ese carguero maltés con el que compartieron infortunio.
Poco importa que las víctimas para las que reclaman auxilio sean ucranianas, o que tengan pasaporte del Reino Unido los otros dos cautivos para los que piden solidaridad.
De Ucrania, de Grecia, de Malta o de cualquier otro territorio parcelado por torpes fronteras, todos ellos son, para estos gallegos curtidos por el salitre, conciudadanos de la abierta patria sin aduanas que es la mar.
Puede que esta actitud cosmopolita y solidaria a la vez sorprenda a los habitantes de tierra adentro, pero en modo alguno al vecindario de un reino con vistas a dos mares como Galicia, que hace siete años comprobó en vivo –gracias al "Prestige"– la pasta de la que están hechos los marinos.
Fue entonces la brava marinería del país la que, en ausencia del Estado, puso proa a la marea negra del petrolero e impidió que el chapapote mancillase el tesoro de las rías.
Mejilloneros, planeadoras, pesqueros, dornas y casi cualquier cosa que flotase salieron al encuentro de la peste negra hasta conseguir derrotarla, literalmente, con las propias manos de sus tripulantes.
Organizada en estricto régimen de autogestión y con las cofradías como base de operaciones, aquella Armada civil perfumada con el fresco aroma de las bateas se bastó por sí sola para derrotar al insidioso y oscuro ejército del fuel.
Mientras los políticos se cruzaban reproches y chapoteaban en la desgracia a la búsqueda de votos sucios de alquitrán, la marinería gallega dio un alto ejemplo de coraje, de espíritu cívico y hasta de la capacidad de organización que le había faltado al Estado ausente.
Y mucho es de temer que tendrá que volver a hacerlo si el azar y los temporales vuelven a traer a nuestras costas otra marea negra que ya sería la enésima.
Ahora, como entonces, sigue contrastando el bajo vuelo de los políticos con el ancho corazón de las gentes de mar.
Baste recordar, por ejemplo, que este Gobierno –tan mareado por la situación como el de hace siete años– no dudó en descargar la responsabilidad del secuestro del "Alakrana" sobre los propios tripulantes del barco, culpables al parecer de estar pescando donde no debían.
Tal vez eso explique la parsimonia con la que la autoridad más o menos competente abordó las gestiones para liberar a los cautivos. Tanta fue la pachorra que sólo la indignada reacción de los familiares consiguió poner en marcha –tarde, mal y a alto coste– la maquinaria gubernamental que propiciaría la puesta en libertad del pesquero.
Lejos de hacer reproches o de caer en el victimismo al que tendrían derecho tras sufrir 47 días de maltratos y humillaciones, los marineros gallegos han usado la breve popularidad de su liberación para dar voz y convertir en necesaria noticia a sus otros compañeros de desventura que aún siguen en manos de los piratas.
Se conoce, en fin, que el mar ensancha la perspectiva de quienes lo pueblan hasta convertirlos en aquellos marineros que "alzan la cara al cielo y se suenan con las estrellas", según cantaba Jacques Brel en "Amsterdam".
Galicia sería mucho más pequeña sin esta inmensa gente de las olas.
Anxel Vence - "Faro de Vigo" - Vigo - 27-Nov-2009

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