Simpatía y desconfianza. Esas son las dos sensaciones que genera el movimiento de protesta que viene creciendo en varios países del primer mundo, y que algunos han bautizado como "los indignados".
Simpatía, porque nadie puede más que sentirse cerca de grupos de jóvenes idealistas que exigen respuestas ante una crisis económica que amenaza derrumbar las promesas de prosperidad perpetua con las que crecieron.
Desconfianza porque la historia muestra que estos movimientos, sin una agenda clara, sin propuestas definidas,
- o terminan disolviéndose sin dejar nada en concreto,
- o son cooptados por grupos radicales que los utilizan para imponer sus postulados.
Cuando se intenta profundizar en los reclamos de estos grupos, un lector atento, bendecido por la perspectiva de estar tan al sur, y con la dosis sana de desconfianza y hasta cinismo que nos brindan 40 o 400 años de crisis permanente, puede hacer algunas puntualizaciones.
- Algo que podríamos sintetizar con la formula de "si, pero...".
Sí, Europa y Estados Unidos están sumidos en una crisis histórica.
Pero
- cuando se ve a estos jóvenes educados, saludables, conectados con todos los artilugios
de la tecnología,
- un habitante de Sudamérica o África podría preguntarse
- ¿Qué tan grave es esta crisis?
- ¿Es realmente la señal de un sistema en descomposición?
- ¿Tienen estos jóvenes unas perspectivas de vida tanto peores que las de sus padres,
criados en la depresión económica mundial y con la amenaza nuclear de los 70 y los 80?
- ¿Y sus abuelos que sufrieron el hambre y la crisis de la postguerra?
- ¿Y más atrás?
Sí, el sistema bancario cometió abusos que han sido clave para desatar esta crisis.
Pero
- Cuando se ve el nivel de prosperidad que disfrutó el primer mundo en los últimos 20 años,
- ¿No será este frenazo un ajuste luego de tanto exceso?
- ¿Quiénes se beneficiaron de comprar casas y obtener créditos a tasas insólitas durante
todo este período?
Sí, la especulación desembozada y un sistema financiero sin control también son responsables de mucho de lo que está pasando en el primer mundo.
Pero
- viendo a estos indignados manipular sus Iphones y Blackberries, y montando plataformas
por Internet, uno se pregunta
- ¿Sería posible todo este maravilloso mundo surgido en una década sin capitalistas
dispuestos a arriesgar?
- ¿Podrían haber surgido los Steve Jobs o los Bill Gates sin que hubiera un mercado de
fondos de riesgo, sin "especuladores" dispuestos a apostar por esas ideas locas?
- ¿Sin Wall Street?
Sí, las clases políticas actuales en el primer mundo están lejos de las figuras que forjaron el siglo XIX y XX, y parecen fabricadas en serie por asesores de imagen y encorsetados por la corrección política.
Pero
- en países con democracias sólidas
- ¿No es responsabilidad de los ciudadanos que votan el nivel de sus líderes?
- ¿Cuáles son las propuestas concretas para exigirles otro tipo de actuación?
Sí, las aperturas comerciales, el libre flujo de capitales y el lento fin de las políticas de subsidios han generado problemas en los países ricos.
Pero
- ¿No son estas políticas las que han permitido este período de crecimiento histórico
en los países pobres, con cifras nunca vistas de caída de los índices de pobreza e indigencia?
- ¿Por qué no hay movimientos de indignados en India, en Brasil, en Sudáfrica?
Y todo esto sin mencionar a China, el elemento tal vez más importante para explicar la crisis actual en el primer mundo.
Sí, es claro que muchas empresas han trasladado allí sus fábricas y trabajos poco calificados lo cual ha impactado de manera dramática en los mercados laborales de Europa y EE.UU.
Pero
- desde el punto de vista del obrero chino que hasta hace una generación sólo podía aspirar
a su plato de arroz diario
- ¿Qué tan injusto parece esto?
El tema daría para profundizar mucho más. Tanto en
- la raíz de los desequilibrios actuales que generaron la crisis,
- como sobre su real magnitud.
Y también sobre
- el impacto que las nuevas tecnologías en las que se apoyan muchos de estos movimientos
- pueden llegar a tener a futuro sobre las sociedades y su organización política.
Pero es bueno no perder la perspectiva de que en este mundo global
- las cosas que pasan tienen siempre una raíz compleja y una contracara.
Pretender que
- los problemas de hoy son culpa de un puñadito de políticos y banqueros burros
o inescrupulosos,
- y que las cosas se arreglan sólo con indignación,
- buscando chivos expiatorios, o idealizando un inexistente pasado perfecto que no
va a volver,
- en poco va a ayudar a resolver los trascendentes desafíos de hoy.
Editorial - El País - Montevideo - 20-Oct-2011
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