viernes, 21 de mayo de 2010

Las tres grandes y falsas creencias de Europa

No culpen a los especuladores.
Los líderes del continente no han entendido cuánto tienen que hacer para salvar al euro.


Ha sido otra turbulenta semana para el euro. Los inversionistas han ponderado el plan de rescate de 750 mil millones de euros (US$ 950 mil mills.) que idearon los ministros de Hacienda de la zona del euro, y continúan nerviosos.
El euro ha caído abruptamente. Tal vez aumenten los temores a que no se ponga en práctica el plan de rescate.
Pero la preocupación real es que el tiempo que debería comprar el plan se desperdicie como resultado de
- las tres falsas creencias que han sobrecogido a los líderes europeos.

La primera es el síndrome del disparo al mensajero.
Muchos políticos europeos les echan toda la culpa a
- los especuladores,
- los fondos de cobertura,
- las agencias de clasificación de riesgos y
- al resto por los ataques "injustificados" contra el euro.
Tal idea ha explicado la decisión de Alemania de prohibir la venta corta "desnuda" de los bonos de gobierno.
El mismo regulador alemán reconoce que esta práctica jugó un rol pequeño en la crisis griega. La prohibición se aplicará sólo en Alemania, mientras que gran parte de la venta corta sucederá en Londres.
Si esto tiene algún impacto, simplemente hará más difícil la venta de bonos de gobierno.
La decisión en Bruselas de imponer reglas duras a los fondos de cobertura y los títulos privados refleja un punto de vista igualmente torpe de que tales firmas causaron la crisis financiera.
Nadie puede negar que la regulación financiera necesita un mejoramiento. Pero atribuir las calamidades de los mercados de bonos de gobierno del área del euro exclusivamente a los malvados especuladores es un error peligroso.
De hecho, los inversionistas de todas partes (especialmente en casa) han despertado, tardíamente, ante la vulnerabilidad fiscal extrema de algunos países de la zona del euro, y ahora están exigiendo recortes presupuestarios.

La segunda creencia falsa se podría calificar como una fe excesiva en el impacto y pavor.
Aunque tomó semanas idear el plan de rescate del euro, no se puede negar que 750 mil millones de euros es una cifra grande.
El presidente de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, sostenía que ésta demostraba que la zona del euro haría "cualquier cosa que se necesite" para defenderse. Incluso países del área del euro menos aproblemados como Italia están impulsando una nueva austeridad fiscal.
Sin embargo, para Grecia la fe en el impacto y pavor parece fuera de lugar. Aun cuando haga todo lo que prometió (y bien puede que no lo haga), Grecia terminará con una deuda pública superior al 150% del PIB y en el mejor de los casos con mínimas perspectivas de crecimiento.
A decir verdad, el problema de deuda de Grecia es
- de insolvencia, no iliquidez, y
- la insolvencia no se puede rectificar acumulando más deuda,
por muy impactante y pavorosa que sea la cantidad.
En cambio, los gobiernos y los reguladores de la zona del euro deberían empezar a planear ahora una reestructuración de deuda ordenada, lo que incluye la imposición de pérdidas sobre los bancos que retienen la deuda griega.

La tercera creencia falsa y la más inquietante es que la reforma estructural más profunda no es necesaria;
todo estará bien si sólo Grecia y otros rezagados de la zona del euro reducen sus déficits presupuestarios.
Varios malvados fiscales tristemente célebres están prometiendo a Angela Merkel que ellos mismos se van a disciplinar. Esto es tanto masoquista como cobarde. Por un lado, reducir abruptamente la demanda en economías que se están recuperando sólo débilmente de la recesión tal vez cause un dolor innecesario.
Pero
- una obsesión con la disciplina fiscal
- puede también ser una excusa para que los políticos
- eviten abordar los desequilibrios crónicos de Europa y
- la pérdida de competitividad en el sur del continente.
Grecia, España e Italia hicieron arduos esfuerzos por calificar para el euro. Pero una vez que entraron, se relajaron y abandonaron el negocio pesado de llevar a cabo reformas para
- estimular la competencia,
- limitar los costos laborales y
- dar un impulso a la productividad.
De hecho, su pérdida de flexibilidad monetaria y del tipo de cambio hace que estas reformas sean más urgentes, como lo ha recalcado la crisis del euro.

The Economist - "El Mercurio" - Sgo. de Chile - 21-May-2010

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