miércoles, 14 de julio de 2010

Abecedario: Italia

Giuseppe Garibaldi
Antes incluso de que empezara la unificación de Italia, o poco después de que se concluyese, no faltó quien dijera que nuestro país era "una expresión geográfica".
En realidad, tras una primera exploración superficial, Italia es efectivamente una expresión geográfica; como lo son en cierto modo todas las naciones, añadiría yo, porque el carácter de un marsellés no es el carácter de un bretón. Hay distancias abismales. De la misma forma, el carácter de un siciliano no es el carácter de un lombardo.
El problema de Italia consiste en que, mientras la unidad de Italia fue un proceso histórico irrevocable hacia el que todos nos encaminamos, dicha unidad se llevó a cabo de forma bastante desmañada, con errores que hemos ido arrastrando hasta nuestros días.


Uno de los errores más graves fue que las regiones del Norte, la de Piamonte sobre todo, artífice de la unidad italiana, consideraron las regiones del Sur no digo ya que como colonias, pero poco faltó.
Pongo un solo ejemplo: en el Reino de las Dos Sicilias no existía el reclutamiento obligatorio. La gente se alistaba para servir de soldado bajo los Borbones porque era una forma de ganarse el pan. Sin embargo, el reclutamiento obligatorio no existía.
Fue introducido en 1861
, sin preparación psicológica alguna, con un diktat, de un día para otro.
Ahora bien,


- si a una familia de jornaleros agrícolas le quitas durante dos años,

porque eso era lo que duraba el servicio militar, a un muchacho de 18 años,

- que significa fuerza de brazos y de trabajo, que significa riqueza para la familia y

posibilidad de ganancias,

- es como gravar con nuevos impuestos a esa familia.
Los familiares
del joven llamado a las armas se vestían de luto y lo acompañaban al distrito militar como si siguieran un carro fúnebre. Basta mirar, en un extraordinario libro del profesor Oddo sobre la situación económica de Sicilia a partir de la unificación de Italia, publicado por la editorial Laterza, los gráficos de la producción del Sur, por ejemplo, la de los telares (8.000 había en Sicilia que fueron cerrando en el curso de dos años, porque se prefirieron los telares de la zona norteña de Biella).
O cómo se desploma, igual que se desploman las bolsas en determinados días, el gráfico de la natalidad:
- ¿Para qué traer hijos al mundo si hay que dárselos al Estado?
Fue entonces cuando se acuñó uno de los modismos más hermosos y tristes de Sicilia: "Mi livaru u piaciri de futtiri" (Hasta el placer de fornicar nos ha quitado), que nació en esa ocasión.
Diferencias así sigue arrastrándolas Italia y aún hoy padece sus consecuencias.
Italia está formada por italianos, y el problema es precisamente ese, un problema que fue identificado después de la unificación del país por alguien que dijo:


- "Una vez hecha Italia, habrá que hacer a los italianos",

y en ese mismo periodo hubo también un gran político que añadió:
- "No es que gobernar a los italianos sea imposible, es que es inútil".
- Si hay un pueblo que carece de sentido de Estado es el italiano.
El único periodo en el que se produjo un breve y ficticio sentido de Estado fue bajo el fascismo
(habría que remitir a la letra D de dictadura).


Obviamente, las dictaduras son algo terrible, que eliminan las libertades (en cambio, está demostrado que ciertas libertades pueden ser eliminadas también en una democracia "desviada"), pero representan una fuerza unitaria cohesionadora para una nación.
No hay más que pensar en cuanto ocurre hoy en Irak después de la caída de Sadam Husein o en lo que sucedió en Yugoslavia inmediatamente después de la muerte de Tito, cuando el fraccionamiento entre etnias distintas se impuso de inmediato, mientras que la dictadura había conseguido mantenerlas unidas; y lo mismo podía decirse del gran ejemplo de la antigua Unión Soviética...
Es difícil hablar de Italia en tres minutos. Yo afirmo que los italianos son como las partículas de Ettore Majorana, aquel gran científico que tan misteriosamente desapareció.


Su intuición a propósito de la antimateria desaparecida, que nadie sabe dónde va ni dónde se encuentra -intuición grandiosa y que todavía hoy sigue sometida a examen- fue que tanto la materia como la antimateria forman la partícula.

Es decir, que esta no está compuesta únicamente por la materia sino también por su contrario.
Los italianos son esas partículas y tienen en sí mismos una carga positiva y una negativa, la materia y la antimateria. Son capaces de marcharse a toda pastilla en plena guerra, como en Caporetto, huyendo precipitadamente ante el enemigo, pero son capaces también de dejarse masacrar en batalla como en Bir el Gobi, impidiendo la victoria inglesa. Eran fascistas.
Permítanme que reconozca ese coraje a unos fascistas. ¿Es que no se trataba igualmente de italianos? Lo eran, desde luego. Así que, como suele decirse,
- ¿Italianos buena gente? Claro que sí. Pero,
- ¿Qué ocurre con quienes murieron gaseados en Etiopía?
- ¿Es que no utilizamos gases en la guerra de Etiopía? ¿O lo hemos olvidado?
Los italianos son continuamente ellos mismos y lo contrario de sí mismos
;


eso explica
- su forma de hacer política y
- de vivir, que tan contradictoria parece.
Es la partícula habitual, que gira un poco hacia un lado y un poco hacia el otro, y la cara del italiano cambia.


ANDREA CAMILLERI - "El País" - Madrid - 13-Jul-2010

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