sábado, 12 de septiembre de 2009

El bajo coste sale caro

Hasta que llegó esta recesión, los expertos pensaban que los productos de gran consumo estaban a prueba de crisis.

Pero llegaron las "marcas blancas", es decir, aquellos productos elaborados expresamente por el fabricante para las firmas de la gran distribución y la industria alimentaria, entre otras, todavía no se ha recuperado del profundo recorte en los márgenes que esto ha significado.
Algunas grandes firmas han sobrevivido a ese estado de excepción comercial con versiones más económicas de sus productos más conocidos. Pero, por lo general, la situación se ha traducido en una presión sobre los costes difícil de soportar para muchas empresas medianas.
El resultado final de esta guerra, y en general de todas las estrategias dirigidas a minimizar costes, es incierto. Pero ya empiezan a oírse las primeras voces del mal negocio que la industria puede haber hecho con la filosofía del low cost.
Un libro que acaba de aparecer en los Estados Unidos, "America's dangerous liaison with cheap", de Ellen Ruppel Shell, cuenta los efectos que
- la cultura low cost,
- los discount,
- los outlets y
- otras manifestaciones del fenómeno
tienen para la economía.
La autora asegura que "lo barato"
- desincentiva la innovación,
- condena al declive a la industria tradicional y
- acaba para siempre con los conocimientos profesionales...

¿Serán las marcas la última trinchera de la industria occidental?
Parece una provocación, pero entre la cultura de la "marca blanca" -que parece retrotraer los supermercados a los años de la RDA, cuando todos los estantes estaban llenos de productos del mismo color y sabor- y la exhuberancia del peor consumismo debe haber un término medio.
Es donde se mueven Mathias Thoenig y otros dos economistas en el documento "Product based cultural change. Is the village global?" en el que justifican la importancia del consumo en la formación de la cultura y las identidades.
Hasta ahora, antropólogos y psicólogos sabían que los productos tenían un significado que iba más allá de su utilidad funcional. Ahora los economistas constatan el alto valor simbólico de esos productos, pero no sólo de las películas, la música o los libros.
¡También de los coches, los cosméticos, los alimentos y las bebidas!
Esto es. Del mismo modo que McDonalds actúa como avanzadilla del consenso estadounidense, puede decirse -es un decir- que tanto ustedes, como yo, nos definimos a través de las burbujas del Vichy o de Freixenet, las canciones del Colacao y ahora quizás con la "Llet nostra"; tanto como Mango o Roca actúan como embajadores de una manera de entender y trabajar en el mundo. Demasiado simple y romántico, dirán.
En cualquier caso, una batalla perdida contra la tendencia general de la globalización.
Pero a veces conviene saber qué es lo que uno se pierde con tanto descuento.
Ramón Aymerich - "La Vanguardia" - Barcelona - 12-Sep-2009

1 comentario:

Unknown dijo...

Si señor, si solo buscamos el precio bajo solo conseguiremos productos de mala calidad y mediocres, este será el resultado a medio plazo. Lo que hay que conseguir es que los Fabricantes de Marcas originales continuen innovando y mejorando calidad de productos , y al mismo tiempo afinen sus costes para poder poner un precio valido para ellos y accesible para los consumidores, pero el tema de marcas blancas y low cost no conduce a nada bueno. Pensemoslo.