Pero tampoco resultan razonablemente aceptables las gravísimas fallas evidenciadas en
- los sistemas de comunicaciones,
- la ausencia de coordinación entre autoridades civiles y militares,
- las demoras en el apoyo a las zonas devastadas.
Todo eso habla de un Estado insuficientemente capacitado y preparado para enfrentar catástrofes como la vivida —algo que exige rectificación profunda, porque tales catástrofes son parte de nuestra historia—.
El problema se agrava porque, al ser Chile excesivamente centralizado, requiere un Estado que responda con eficacia y agilidad en situaciones como ésta.
Ya la experiencia de 2007 con el terremoto de Tocopilla, mucho más acotado que el actual, reveló profundas fallas en la capacidad del Estado para abordar estas tragedias.
- los sistemas de comunicaciones,
- la ausencia de coordinación entre autoridades civiles y militares,
- las demoras en el apoyo a las zonas devastadas.
Todo eso habla de un Estado insuficientemente capacitado y preparado para enfrentar catástrofes como la vivida —algo que exige rectificación profunda, porque tales catástrofes son parte de nuestra historia—.
El problema se agrava porque, al ser Chile excesivamente centralizado, requiere un Estado que responda con eficacia y agilidad en situaciones como ésta.
Ya la experiencia de 2007 con el terremoto de Tocopilla, mucho más acotado que el actual, reveló profundas fallas en la capacidad del Estado para abordar estas tragedias.
Sin embargo, más de dos años después, queda en claro que nada se aprendió de esa experiencia, al grado de que muchos de los anuncios realizados en esa oportunidad para mejorar la capacidad de respuesta del país frente a estas situaciones no se materializaron.
Estos hechos han dejado inocultablemente al desnudo las enormes deficiencias de nuestro Estado, muchas veces veladas por indicadores internacionales muy imperfectos que lo evalúan satisfactoriamente.
Si bien hay áreas estatales —en particular aquellas directa o indirectamente vinculadas con la marcha de la economía— que tienen un desempeño satisfactorio,
Si bien hay áreas estatales —en particular aquellas directa o indirectamente vinculadas con la marcha de la economía— que tienen un desempeño satisfactorio,
- la gran mayoría funciona con estándares de gestión, liderazgo, ritmo y prioridades que no están a la altura de un Estado moderno.
Desde luego,
- Si las instituciones del Estado no son capaces de aprender y llevar a buen término y
- hacer cumplir las propias recomendaciones impartidas tras experiencias pasadas,
- difícilmente tendrán la capacidad de proyectar los principales problemas que pueden darse
- en una situación inesperada y actuar en consecuencia.
Ante lo vivido en esta última semana, cuesta creer que nuestro Estado carezca de un sistema de comunicaciones eficaz entre sus principales autoridades civiles y militares tanto del gobierno central como regional.
Es incomprensible que no existan protocolos claros que activen de modo automático una serie de acciones, y que se requieran tantas reuniones de coordinación antes de resolver qué hacer.
Es inaceptable que no existan planes de contingencia que permitan que antes de 48 horas llegue ayuda a las zonas más afectadas por un fenómeno de las características del que recién ha golpeado al país.
Y es duro consignar que la Onemi incluso ha errado en aspectos tan elementales como informar sobre el número de fallecidos registrados en la VII Región.
Para dimensionar la magnitud de las carencias de nuestro sistema, baste imaginar las consecuencias de todo lo anterior si en vez de un desastre natural se hubiera tratado de un ataque bélico exterior.
Estas fallas
- no derivan sólo de personas o métodos no idóneos: en realidad,
- reflejan toda una institucionalidad que requiere transformaciones profundas en diversos ámbitos,
- desde la manera como se selecciona y se evalúa al personal del Estado,
- hasta la forma en que éste se organiza, con responsabilidades diluidas y
- escaso control de los actores que dirigen las distintas reparticiones públicas.
Sólo a modo ejemplo,
- ¿Cómo pueden los ciudadanos saber las tareas que competen a cada repartición,
- cuáles son los problemas que ellas buscan resolver,
- en qué grado se han cumplido,
- qué costo significan para el erario nacional,
- cuáles son los planes estratégicos y las evaluaciones de desempeño de los responsables de cada unidad?
Los desafíos en este ámbito son muchos y cambiantes, por lo que en numerosos países avanzados la agenda de reformas del Estado es una tarea permanente y continua, cuya responsabilidad recae en una poderosa agencia específica.
Nuestro país, en cambio, aún está en la etapa primitiva de reformas esporádicas, que se materializan sólo cuando algún problema se hace tan insostenible, que empuja a algún cambio institucional.
- Lo sucedido en estos días exige imprescindiblemente
- abordar una agenda permanente de reforma del Estado.
Desde luego,
- Si las instituciones del Estado no son capaces de aprender y llevar a buen término y
- hacer cumplir las propias recomendaciones impartidas tras experiencias pasadas,
- difícilmente tendrán la capacidad de proyectar los principales problemas que pueden darse
- en una situación inesperada y actuar en consecuencia.
Ante lo vivido en esta última semana, cuesta creer que nuestro Estado carezca de un sistema de comunicaciones eficaz entre sus principales autoridades civiles y militares tanto del gobierno central como regional.
Es incomprensible que no existan protocolos claros que activen de modo automático una serie de acciones, y que se requieran tantas reuniones de coordinación antes de resolver qué hacer.
Es inaceptable que no existan planes de contingencia que permitan que antes de 48 horas llegue ayuda a las zonas más afectadas por un fenómeno de las características del que recién ha golpeado al país.
Y es duro consignar que la Onemi incluso ha errado en aspectos tan elementales como informar sobre el número de fallecidos registrados en la VII Región.
Para dimensionar la magnitud de las carencias de nuestro sistema, baste imaginar las consecuencias de todo lo anterior si en vez de un desastre natural se hubiera tratado de un ataque bélico exterior.
Estas fallas
- no derivan sólo de personas o métodos no idóneos: en realidad,
- reflejan toda una institucionalidad que requiere transformaciones profundas en diversos ámbitos,
- desde la manera como se selecciona y se evalúa al personal del Estado,
- hasta la forma en que éste se organiza, con responsabilidades diluidas y
- escaso control de los actores que dirigen las distintas reparticiones públicas.
Sólo a modo ejemplo,
- ¿Cómo pueden los ciudadanos saber las tareas que competen a cada repartición,
- cuáles son los problemas que ellas buscan resolver,
- en qué grado se han cumplido,
- qué costo significan para el erario nacional,
- cuáles son los planes estratégicos y las evaluaciones de desempeño de los responsables de cada unidad?
Los desafíos en este ámbito son muchos y cambiantes, por lo que en numerosos países avanzados la agenda de reformas del Estado es una tarea permanente y continua, cuya responsabilidad recae en una poderosa agencia específica.
Nuestro país, en cambio, aún está en la etapa primitiva de reformas esporádicas, que se materializan sólo cuando algún problema se hace tan insostenible, que empuja a algún cambio institucional.
- Lo sucedido en estos días exige imprescindiblemente
- abordar una agenda permanente de reforma del Estado.
Editorial - "El Mercurio" - Sgo. de Chile - 5-Mar-2010
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