Dicen que "la venganza es un plato que se sirve frio" pero en el caso de Brasil se sirvió al calor de un escrutinio caliente.
Marina Silva, de 52 años, ex ministra de Medio Ambiente del Gobierno de Luiz Inacio Lula, se vio obligada a abandonar el ministerio tras sentir, en carne propia, que la "política verde" no tenía espacio.
Lo hizo, pese a no confesarlo en público, después de un verdadero duelo al sol con Dilma Rousseff, por entonces jefa de la Casa Civil, algo así como una super Cartera con hilo directo y fluido con la Presidencia.
Rousseff se quejaba de que
- Marina, morena criada en la selva, entorpecía el desarrollo de las obras públicas y del Ministerio de Planificación,
- con sus permanentes objeciones ecologistas.
Marina lamentaba amargamente que sus protestas caían en saco roto. La por entonces ministra del PT (Partido de los Trabajadores) aseguraba que
- las centrales eléctricas se comían el Amazonas,
- los kilómetros de asfalto se atravesaban en la selva como alfombras contaminadas y
- los ladrillos, se tiraban como dados de cubiletes por el tablero de un Brasil que debe seguir siendo "el pulmón de la tierra".
Ambas buscaron refugio en el todo poderoso Lula pero
- sólo una entendió que la otra había llegado tarde.
- Marina salió del Gobierno en mayo del 2008 y
- Dilma ganó esa batalla.
Hoy, la candidata del Partido Verde (PV),
- le ha cortado las alas a la mujer halcón,
- a la protegida de su antiguo jefe.
Su 20 por ciento de los votos es responsable de que su antigua enemiga tenga que padecer una segunda vuelta para intentar suceder a Lula, quizás,
- el presidente que cometió el error de no cambiar de mujer a tiempo.
Cármen de Carlos - "ABC" - Madrid - 4-Oct-2010
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