viernes, 4 de febrero de 2011

El punto medio

Dispone el artículo 8 de la Constitución que
- "todas las personas son iguales ante la ley, no reconociéndose entre ellas otra distinción
sino la de los talentos y las virtudes".
La norma tiene un sesgo jurídico.
- Consagra el derecho a la igualdad ante la ley.
Ésta puede prever
- las mismas soluciones separando categorías de personas,
- debe tratar en forma desigual a los desiguales,
- pero no discriminar entre iguales.
Pero también rescata de la realidad una ley natural, en cuanto a
- la desigualdad de los individuos determinada por
- la incidencia de sus diferentes talentos y virtudes.
Ambos,
- talentos y virtudes, se traen al mundo en potencia o se adquieren, pero siempre
- el instrumento que marcará las diferencias y las desarrollará será la educación,
en el sentido amplio de la expresión que refiere a la instrucción por medio de la acción docente.
- ¿A qué viene esto?
Pues al debate instalado en el seno del oficialismo, de esta izquierda polifacética que en su conjunto no sabe bien lo que quiere, sobre
- la "redistribución del ingreso";
que significa
- el reparto de la riqueza que aporta el crecimiento económico,

- cuando el PBI -valor sumado de todo lo que produce un país- va en ascenso.
En perspectiva general hay dos posiciones extremas.
- Una que propone el intervencionismo del Estado para con lo que le quita a quienes tienen más, compense a los que tienen menos.
- La otra, propone la libre competencia en el mercado y de ella dependerá el resultado de cómo se distribuye esa riqueza.
La primera posición
- violenta el reconocimiento constitucional a la ley natural de la desigualdad -también natural e inevitable- de los individuos.
- No gravitarán entonces, ni los talentos ni las virtudes y
- por ello la educación no cumplirá su papel dinamizador de los estímulos
.
A esta postura, los que reclaman la distribución por el Estado de la riqueza,
- le llaman "justicia social" y
- con ese nombre la venden a la ciudadanía considerando que hay una importante demanda.
En la otra punta encontramos a las vituperadas corrientes etiquetadas como "neo liberales" que
- conducen a la explotación de los trabajadores por el peso aplastante del capital.
El pez más grande siempre se comerá al más chico.
Como suele ocurrir entre las posiciones radicalizadas,
- el punto medio es el que indica dónde está el equilibrio y la razón.
La Economía Social de Mercado
- teoría elaborada por el Canciller Lüdwig Erhard y puesta en práctica por el gobierno de Adenauer,
- defendía el principio de la competencia en el mercado, pero
- con la particularidad de la igualdad de oportunidades para todos, en el punto de arranque
.
Para ello,
- se reconocía la necesidad -en términos de imprescindible- de la educación.
- Era la economía de mercado.
Pero, y ésta es la connotación social del ingrediente de "lo socialmente justo",
- se admite la intervención del Estado sólo para corregir las desigualdades en el proceso económico, que no fueran la consecuencia de
- una pérdida de competitividad imputable a ineptitudes insalvables, omisiones, o errores
sin justificación.
En cuanto a la actuación del Estado, la fórmula es
- "tan poco como sea posible y tanto como sea necesario".
- Esto dio como resultado el milagro alemán
.
Y es adaptable a cualquier país según las circunstancias que esté viviendo.
Con este enfoque,
- la justicia social toma sentido, y
- no se confunde con la imposición de una igualdad imposible por el contra natura.
Aquí el problema empieza por
- la pésima calidad de nuestra educación pública,
cada vez más deteriorada.
El proceso de desmejora se inició en la dictadura y el gobierno de izquierda fumigó lo que se podía recuperar en la fase intermedia.
Tienen razón quienes sostienen que
- por más dinero que se invierta,
- las desigualdades se mantendrán con esta debacle en la enseñanza.
Pero para obtener
- la igualdad de oportunidades,
- la recomposición del destrozo insumirá muchos años.
- Gobierne quien gobierne,
en estas condiciones cualquier debate será bizantino.
- Hay que empezar por el principio.
Editorial - El País - Montevideo - 4-Feb-2011

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