jueves, 24 de febrero de 2011

La traición de la izquierda


Los intelectuales y los políticos comprometidos con la refundación de la izquierda europea deberían tenerlo muy claro:
- la mayor traición que la izquierda ha cometido a las clases populares es
- la renuncia a los valores.

Porque la Europa del bienestar nació
- inspirada en grandes principios como la libertad, la igualdad y la solidaridad, pero
- se fraguó gracias a valores como
- el esfuerzo, la voluntad de superación, la austeridad, la honradez, la educación, el respeto

y la cohesión familiar, que
- fueron compartidos por amplias capas de la sociedad, pero que
- las clases medias y trabajadoras asumieron con especial intensidad para
- convertirlos en las herramientas de su emancipación.
Durante décadas, la izquierda estuvo comprometida con este proceso y trabajó para que
- las sociedades europeas compensaran el esfuerzo de las clases populares
- equiparando sus oportunidades a las de las clases privilegiadas.
En todo este tiempo,
- millones de europeos accedieron a la plenitud de sus derechos de ciudadanía,

- en un proceso que culminó con
- la extensión gratuita y universal de la sanidad y la educación.
Ni los utópicos más ambiciosos se habían atrevido a soñar una Europa tan igualitaria en sus oportunidades.
Pero
- el bienestar trajo consigo una sociedad acomodada, autocomplaciente e indolente, que

poco a poco ha dado paso a
- la indisciplina, el desorden y el abuso, y
- pone en riesgo las principales conquistas sociales del siglo XX.
Paralelamente,
- intelectuales y dirigentes políticos de la izquierda se han perdido en propuestas

disparatadas,
- pensadas más para satisfacer su vanidad y su ego intelectual que
- para ayudar a los más débiles, que deberían constituir su verdadera razón de ser.
Preocupados sólo por
- la estética revolucionaria de sus planteamientos,
- los integrantes de esta izquierda desnortada
- han renegado de los valores tradicionales de nuestra sociedad y
- los han etiquetado como conservadores y contrarios al progreso.
Poco a poco, la obsesión por
- dar rienda suelta a la libertad individual y
- priorizar derechos para toda clase de minorías
- está ahogando la libertad y los derechos de la mayoría.
Una traición en toda regla, porque se ha demostrado que
- la pérdida de valores en el conjunto de la sociedad
- está dinamitando el bienestar del que dependen trabajadores y clases medias, pero
- trae sin cuidado a los privilegiados que blindan a sus hijos
- en sistemas privados perfectamente competitivos.
Hay ejemplos en todos los ámbitos:
- En educación, el desorden lo acaban pagando los más humildes, los últimos que han accedido a la enseñanza pública y gratuita y que ahora corren el riesgo de quedar fuera de la primera división educativa.
- En sanidad, los abusos de unos pocos están a punto de provocar grandes recortes en el sistema público, que castigarán sólo a los que no se puedan permitir coberturas complementarias.
- En el terreno laboral, los privilegios de unos pocos y los subsidios poco controlados los acaban pagando los más frágiles con la pérdida del trabajo.
- En seguridad, el desorden causado por algunas tolerancias excesivas también lo pagan los débiles:
la historia nos recuerda que
- la razón y la justicia sólo se imponen en el imperio del orden;
- en el caos, en cambio, siempre ganan los fuertes.
La responsabilidad de la izquierda es, pues, enorme, aunque no exclusiva.
- La pérdida de valores es culpa de todos los sectores sociales, y
- les afecta a todos ellos casi por igual,
como demuestra el completísimo estudio "Valors tous en temps durs", dirigido por Javier Elzo y Àngel Castiñeira, que fue presentado ayer en Esade.
No sólo es evidente que
- el individualismo, el egocentrismo y una creciente amoralidad
son características frecuentes en todos los segmentos de la sociedad y en todos los grupos políticos, sino que, de hecho, hoy
- ya es imposible trazar nítidamente las fronteras entre ellos.
- La pérdida de valores es una responsabilidad compartida casi desde el triunfo del

desarrollismo: se da
- entre los partidarios de la derecha liberal y
- entre los socialistas;
se da
- entre los radicales extraparlamentarios y
se da muy especialmente
- entre los ex comunistas, que
- en su día cambiaron la vieja religión marxista por nuevos fanatismos e idolatrías.
De hecho, todos somos culpables:
- lo somos los individuos uno a uno;
- lo son las familias que han abdicado de sus responsabilidades educativas;
- lo son muchas empresas que lo supeditan todo al éxito y al beneficio; y
- lo son también muchos ejecutivos que blindan a sus hijos en escuelas con valores
,
pero que contribuyen
- a hacerlos desaparecer de la sociedad desde su control de amplios sectores –como el ocio–
que imponen modelos y pautas de conducta basados en el egoísmo, el materialismo y la vida fácil
.
Y, por supuesto,
- somos culpables los periodistas y los intelectuales.
La crisis debería ser un estímulo para reaccionar.
Ya no hay recursos para sostener la sociedad del ocio y del hedonismo, y una vez más los débiles acabarán pagando la fiesta.
La defensa de las nuevas clases medias y bajas, golpeadas por
- la crisis económica y por la crisis de los valores
- abre un campo enorme a la política.
De ahí saldrán
- los grandes movimientos que renovarán la política en el futuro.
Pero que no se equivoquen los viejos popes:
- a nadie le importará si ya no se llaman de izquierdas, pero
- deberán recuperar la defensa de los valores como primer compromiso.
Rafael Nadal - La Vanguardia - Barcelona - 24-Feb-2011

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