Si en algo se ha insistido durante las revoluciones en el mundo árabe de las últimas semanas
es en:
-la importancia de las redes sociales e Internet a la hora de organizarlas.
Algunos han llegado al extremo de afirmar que
- sin Facebook o Twitter el cambio político en Túnez o Egipto habría sido imposible y que
- bastaría con extender su uso a otros países para obtener el mismo resultado.
Pero
- ¿Es esto cierto o nos encontramos ante un nuevo cliché periodístico que
- reduce un fenómeno complejo a una única causa espectacular?
No es fácil saberlo, precisamente porque
- nadie ha tenido tiempo de estudiar el fenómeno en profundidad.
- Todo lo que se dice al respecto proviene de impresiones subjetivas.
- Los datos objetivos, en principio, no parecen sustentar la tesis.
La primera vez que la prensa empezó a hablar de «revolución Twitter» fue en Irán, durante las fallidas protestas del 2009.
Pocos se pararon entonces a pensar que
- el número de usuarios de Twitter en Irán (unos 8.000) los convertía en una minoría
muy pequeña,
- sobre todo porque entonces no era posible twittear en farsi, la lengua local.
La activista iraní Golnaz Esfandiari publicó entonces un artículo en la revista Foreign Policy en la que
- ridiculizaba la obsesión de la prensa occidental con Internet.
- «El viejo boca a boca, era, con mucho, el medio más importante que utilizamos los de
la oposición».
- «Todo el jaleo de Twitter -declaraba el también activista Mehdi Yahyanejad al Washington
Post-se reducía a un montón de norteamericanos twitteando entre ellos».
Esfandiari, de hecho, identificó a los tres twitteros más prominentes durante las protestas:
- uno vivía en Suiza,
- otro en Estados Unidos y
- el otro, en Turquía.
Móviles y televisión
Dos años después,
- el marchamo de «revolución digital» vuelve a aplicarse a las protestas del mundo árabe.
Pero de nuevo los números no encajan.
Juntos,
- Túnez, Egipto y el Yemen no llegan a los 15.000 usuarios de Twitter.
- Menos del 5% de los egipcios tienen perfiles de Facebook.
- En los otros países, el número es aún menor.
Aunque es muy posible que estos medios hayan facilitado a algunos manifestantes comunicarse entre sí,
- su importancia tiene que haber sido mínima en comparación con
- el uso de simples teléfonos móviles o la televisión satélite Al Yazira.
Parte del problema está, posiblemente, en que tendemos a confundir
- la manera en que "recibimos" noticias nosotros y
- la forma en que "las transmiten entre sí" los participantes en las revueltas.
Mahmoud Salem, el twittero más famoso de Egipto, su seudónimo es "sandmonkey", reconocía recientemente a la PBS norteamericana que
- en una ciudad con tanta "cultura de calle" como El Cairo
- los rumores son más veloces y eficaces que Internet.
De hecho,
- las revueltas se recrudecieron en un período en el que el Internet estaba siendo bloqueado
por el Gobierno.
Malcolm Gladwell, en un ensayo en la revista New Yorker, llega incluso más lejos.
Considera que
- el «activismo Facebook» puede ser un obstáculo,
- al canalizar la motivación hacia una actividad pasiva y sedentaria en vez de
- a asumir los riesgos y las molestias del verdadero activismo.
Por otra parte, Evgeni Morozov, autor de "El espejismo de la Red", recuerda que
- imaginar Internet como una fuerza liberadora supone ignorar inocentemente que
- los Estados poseen siempre mayor capacidad tecnológica que los individuos.
Facebook, con sus listas de contactos fácilmente accesibles,
- fue mina para los servicios de seguridad iraníes y egipcios.
Facebook, de hecho,
- cerró páginas antigubernamentales en Túnez hasta la caída del presidente Ben Alí.
Sea cual sea el impacto de Internet en la política actual, una cosa está clara:
- «Las personas que sientan la necesidad de protestar por una injusticia
- siempre encontrarán una manera de comunicarse»,
escribe Gladwell,
- «cómo lo hagan es menos interesante, a fin de cuentas, que
- la causa que los llevó a ello».
Miguel A. Murado - La Voz de Galicia - 20-Feb-2011
La rebelión de los jóvenes
- Hay una relación directa entre las manifestaciones de los estudiantes belgas y
- las de los jóvenes egipcios, iraníes, libios...
NO me refiero a los jóvenes que se manifiestan en las ciudades árabes contra sus gobiernos, sino a otros muchos más cercanos, pero no menos importantes, aunque apenas les hemos prestado atención.
En Bruselas, Amberes, Gante, Lieja, Lovaina y otras ciudades belgas, miles de estudiantes se han manifestado contra el hecho de que
- su país lleve 252 días sin gobierno,
- al ser incapaces los partidos políticos de ponerse de acuerdo.
Todo un record, aunque lo más sorprendente es que
- a ellas asistieron jóvenes flamencos y valones, bajo el lema de
- «División no es nuestro nombre»,
opuesto a la tendencia que empuja
- a la mitad norte del país, neerlandesa, a separarse de su mitad sur, francófila.
A los jóvenes belgas, esa viejísima rivalidad, fundada en la lengua, la religión y la historia, les parece - no ya anacrónica,
- sino ruinosa en los tiempos que vivimos,
- donde no sólo se derrumban fronteras en Europa,
- sino que se busca la homogeneización a escala planetaria.
«No queremos la división, porque los problemas son los mismos a ambos lados de la frontera lingüística. Queremos que un valón pueda elegir a un político flamenco, o viceversa, y que los trabajadores tengan los mismos derechos en Flandes que en Valonia», dijo el estudiante que cerró el acto en Bruselas, ante una pancarta que proclamaba:
- «La lengua no es el problema. Son los políticos».
Lo que ponía el dedo en la llaga.
- A los políticos «nacionalistas» les interesa mantener la división porque
- sus posibilidades disminuyen en un escenario nacional,
- donde la competencia es mucho mayor.
Nada de extraño que prolonguen y fomenten las divisiones, aunque sea a costa de tener un país ocho meses sin gobierno, es decir paralizado, con todos los perjuicios que ello trae consigo, como está ocurriendo en Bélgica, donde
- han tenido que ser los jóvenes quienes salieran a defenderla.
- Hay una relación directa entre las manifestaciones de los estudiantes belgas y
- las de los jóvenes egipcios, iraníes, libios y bahreiníes,
pese a las enormes diferencias entre sus países:
- todos ellos están hartos de una clase política
- más atenta a sus intereses particulares que a los generales del país.
Algo que ha calado en la opinión pública de todos ellos y
- ha hecho descender el prestigio de los políticos a uno de los niveles más bajos de la historia,
- no sólo en los regímenes totalitarios, sino también en los democráticos.
A las nuevas generaciones, crecidas en internet y la televisión global, las diferencias nacionalistas, religiosas, lingüísticas y demás «hechos diferenciales» les dicen muy poco, sobre todo viendo que
- frenan el desarrollo de su país y les dejan sin trabajo.
- En el mundo árabe, su estallido es violento.
- En Europa, pacífica, de momento.
- Es España, siempre retrasada, inexistente.
- Pero todo llegará, aunque tarde como siempre.
JOSÉ MARÍA CARRASCAL - ABC - Madrid - 20-Feb-2011
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