lunes, 7 de febrero de 2011

Motín y revolución

- Si los Hermanos vencen, Egipto romperá su tratado de paz con Israel.
- Y estallará la tempestad
.

- UN motín popular no es una revolución.
- Para que acabe siéndolo se requiere el soporte institucional que garantice el paso de

un Estado a otro.
De la tentación de
- confundir movilización con democracia,
los europeos deberíamos

- estar vacunados tras la deriva de los movimientos de masas
- en los años de entreguerras hacia los dos grandes totalitarismos de Hitler y Stalin.
- Una multitud fervorosa en la calle resulta siempre algo exaltador para la estética humana.
Pero,

- en sí misma, no dice nada,
- salvo el placer de estar juntos frente al común enemigo.
Multitudes enfervorizadas
- han traído las democracias más respetables y
- los despotismos más odiosos
.
E incluso cuando
- esas multitudes se sueldan en torno al rechazo de un tirano,
- nada garantiza que no acaben por traer un tirano peor.

El derrocamiento del Shah en 1979 por lo mejor de la juventud teheraní no podría enmascararnos que, tras ese tirano, vino otro mil veces peor, mil veces más mortífero:

- la República Islámica de Jomeini.
Y que fue esa República de clérigos
- la que acabó muy pronto ejecutando a la vanguardia del motín estudiantil del 79.
Debiéramos ser cautos ahora con lo que pasa en todo el sur del Mediterráneo.

Aunque solo fuera porque
- del modo en que se solventen sus desgarros
- pende la más importante amenaza de guerra del último medio siglo.
De Turquía a Marruecos —con prolongación en Al-Ándalus, esto es España
—, se extiende

- el básico territorio "waqf" del Islam.
Waqf: don de Dios a sus fieles, eterno e irrevocable.
La añoranza del "califato"
, reposa hoy sobre dos pilares:
- la Turquía rescatada del laicismo al Islam por Erdogan y
- la posibilidad de un paralelo desplazamiento de los militares por los islamistas en Egipto
,
por primera vez verosímil en más de medio siglo.
La cháchara sobre Islam radical e Islam moderado no debiera hacernos perder demasiado el tiempo en política.
En política, la univocidad del Islam es insoslayable.
- Ni el Corán, libro dictado por Dios, que no admite modificación o puesta al día,
puede
pasar por
- la atribución de "igualdad jurídica ciudadana"
(para empezar, eso está vetado a las mujeres),
- ni tolerar "la existencia" de Estados-Nación en el área única de la comunidad de

los creyentes que la "ummah" constituye.
A partir de eso,
- la cuestión de la laicidad no es siquiera un problema:
- aquel que se excluya de esa fraternidad es reo de aniquilación, y,
- si alguna vez fue musulmán, su condena a muerte debe —no puede, debe— ser ejecutada por
- cualquier buen creyente que se cruce en su camino.
Podemos jugar a engañarnos como queramos, pero
- el Islam —en cualquiera de sus variedades—
- es teológicamente incompatible con la universalidad ciudadana.

Omar Suleiman es "la clave del laberinto egipcio".
Jefe de los poderosísimos Servicios de Inteligencia Militar, el General Suleiman es hoy quien de verdad gobierna.
Si retiene la caída
de Hosni Mubarak es porque
- atisba lo que vendrá luego de una derrota épica de esa dictadura militar de medio siglo:
- la república de los Hermanos Musulmanes.
No hay otra fuerza institucional que pueda capitalizar la justa rabia de los jóvenes
:
- Ejército o mullahs.
- Si los Hermanos vencen, Egipto romperá su tratado de paz con Israel.
- Y estallará la tempestad en el Cercano Oriente.
GABRIEL ALBIAC - ABC - Madrid - 7-2-2011


Gestión de Crisis
- El levantamiento en Egipto no ha derribado al régimen porque
- las Fuerzas Armadas se han mantenido leales al gobierno

El levantamiento popular en Egipto
- no ha conseguido derribar al régimen,
- ni siquiera echar a Mubarak, porque
- las Fuerzas Armadas, a diferencia de lo ocurrido en Túnez,
- se han mantenido leales al gobierno.
A nadie le puede sorprender, pues desde el golpe de estado de Nasser hasta el día de hoy
- han sido la base sobre la que se ha levantado todo el tinglado político que hoy

amenaza ruina.
- Mubarak es militar, como lo son el vicepresidente y el jefe de gobierno.
- Un estallido popular necesita liderazgo para convertirse en instrumento de cambio.
De otra manera, por importante que sea,
- podrá ser reconducido por el Gobierno.
En este caso nos encontramos con
- una acción espontánea de grandes dimensiones,
- unas formaciones políticas moderadas débiles,
- un bloque islamista muy fuerte vertebrado en torno a los Hermanos Musulmanes, y
- unas Fuerzas Armadas que gozan de prestigio.
En estas circunstancias
- a mayor presión popular,
- mayor temor a que los islamistas se hagan con el control,
- lo que a fin de cuentas acaba reforzando al régimen.
Tanto desde Occidente como desde Oriente Medio los gobiernos sensatos
- tratan de reconducir la crisis hacia las instituciones existentes,
- con la consiguiente desesperación de los manifestantes.
Las Fuerzas Armadas
no están dispuestas a permitir que
- la situación se descontrole y
- los islamistas se hagan con las riendas del poder.

Estos últimos saben que
- un enfrentamiento directo tendría consecuencias desastrosas para ellos.
Todo apunta a que estamos sólo
- en los primeros juegos del primer set y
- que hay partido para rato.
Por ahora las Fuerzas Armadas se mantienen cohesionadas en torno al general Suleimán y marcan el ritmo de los acontecimientos.
Lo importante está por llegar,
- cuando se establezcan las reglas del juego y
- se convoquen elecciones.
FLORENTINO PORTERO - ABC - Madrid - 8-2-2011

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