sábado, 20 de agosto de 2011

Chile: Crisis educativa o política

Miedos a la democracia
- Las diferencias radican en el modelo de educación.
- La crisis, en cambio, es política y consiste en que quienes expresan malestar no confían

en el sistema político para solucionar sus demandas,
- si es que ellos no mantienen la presión o
- si no se recurre a vías más o menos diversas a las existentes para resolverlas.

Ante una crisis política, puede ser útil recordar que
- la democracia es un modo de resolver nuestras diferencias colectivas, sobre la base de
- reconocernos como iguales y así
- dar respuesta a las tres preguntas básicas de la política:
- qué se decide,
- quien decide y
- cómo se hace.
Veamos si este elemental punto de partida nos conduce a algunas propuestas.
Respecto a qué decidir,
- si aceptamos que personas iguales no tenemos consensos,
- sino diferencias acerca de cómo lograr una educación pública de calidad, que disminuya y
no reproduzca nuestras desigualdades, entonces
- ¿con qué títulos unos pretenden escribir en piedra su fórmula favorita, de modo que
futuras mayorías no puedan cambiarla?
Esa pretensión de superioridad y ese miedo a la mayoría, que es contrario a aceptarnos como iguales, subyace y envenena todas las propuestas de llevar a la Constitución más reglas sobre educación.
La Carta Fundamental del 80, hija del miedo a la democracia, escribió mucho más de lo necesario acerca de la educación y de muchas otras cosas para que no las resolvieran las mayorías.
Lo que la Constitución necesita en materia de derechos, para ser de verdad democrática,
- es de una gran goma y no de más lápiz.
No necesita de más límites sustantivos a la deliberación y decisión políticas, como los que ahora se proponen y que sólo cabe explicar por nuevos miedos a la democracia, sino
- constituir bien la representación y confiar más en las mayorías.
Acerca de quién decide,
- un pensador italiano dijo que había sólo dos sistemas para resolver nuestras diferencias.
- El primero consistía en contar las cabezas,
- el segundo, en cortarlas.
El último que gobernó Chile cortando cabezas no confiaba en la democracia, y, por ello,
- estableció rarísimas reglas políticas para que no nos contáramos como iguales.
Conforme a ellas, para elegir parlamentarios, un 65% pesa lo mismo que un 35% y a la hora de votar cualquier cosa importante en las Cámaras, un 44% tiene derecho a que no se cambie nada.
Los jóvenes saben que
- ese sistema no nos considera como iguales, que teme y desprecia a las mayorías.
Como reacción, no se inscribieron, y de modo congruente,
- desconfían en el Congreso como el lugar para elaborar las fórmulas y dirimir las diferencias
que tenemos en materia educativa.
Como la política, que no nos trata como iguales,
- no les es legítima algunos no plantean, sino que exigen, y
- procuran estar no sólo en las mesas de discusión, sino también en las de decisión.
- Esa demanda es una vieja conocida: se llama fascismo.
Y en ella tampoco nos contamos como iguales, pues hay algunos:
- el partido en las ideas fascistas de ayer,
- los movimientos sociales en las de hoy,
- que se erigen como moralmente superiores al resto de los mortales.
Con respecto a cómo decidir no olvidemos que
- lo que debe contarse son las cabezas.
Si nos consideramos como iguales es porque antes nos reconocemos como seres dignos, que pensamos. Entonces,
- antes de contarnos, debemos oírnos y reducir los desacuerdos conversando.
Por supuesto que podemos terminar resolviendo las diferencias en un plebiscito, pero
- no podemos hacerlo sin antes discutir y afinar las propuestas rivales.
Sólo así podemos saber a ciencia cierta las consecuencias de lo que votemos.
Ello aún no ocurre en el debate educacional.
- Si nuestra democracia no es capaz de destrabar su dilema,
- fijando reglas de competencia política acordes con una sociedad de iguales,
- carecerá de autoridad y será débil frente a sus tres grandes enemigos:
- las salidas de fuerza,
- los reclamos de superioridad de los iluminados y
- el populismo.
La crisis de esta democracia mal estibada sólo se soluciona con más democracia.
Jorge Correa Sutil - El Mercurio - Sgo. de Chile - 20-Aug-2011

Sensatez y liderazgos
Han sido días difíciles para el Gobierno. Duros, ingratos.
Días convulsionados para el país.
Marchas de estudiantes, desórdenes, violencia, ciudadanos afectados en su propiedad o imposibilitados de ganarse el sustento diario.

Pero han sido también días de esperanza para muchos jóvenes. Esperanza de una educación de calidad, de universidades que puedan pagar en montos y plazos razonables para su situación económica. La fuerza de su movimiento y la adhesión que ha concitado en la ciudadanía, que a todos nos han sorprendido, les ilusiona.
Un momento que
- ofrece una gran oportunidad, pero también entraña un serio peligro.
Está la oportunidad de
- realizar una reforma a la educación que mejore sustancialmente
- la calidad y
- el acceso masivo de los jóvenes chilenos a ella.
Pero está también la posibilidad que
- las demandas de los manifestantes se desborden y terminen,
- en el extremo, amenazando al país con una subversión total.
¿Qué otro calificativo puede emplearse para caracterizar una situación en que un gobierno, con el orden público desbordado se ve presionado
- a prohibir la actividad privada en la educación;
- a paralizar los grandes proyectos energéticos;
- a cambiar nuestra institucionalidad política al extremo de reemplazar al Congreso en su
labor de aprobar las leyes por la realización de plebiscitos, cambiar el sistema electoral
y modificar la Constitución;
- a la nacionalización de nuestras riquezas básicas;
- en definitiva a abdicar de su mandato?
Es que
- hay cosas que los estudiantes pueden pedir legítimamente, incluso exigir,
- pero hay otras que no.
Desde luego,
- las que no tienen relación alguna con la educación.
Pero no sólo esas. También aquellas que,
- siendo del ámbito educativo, lesionan gravemente otros derechos.
- Como la libertad de enseñanza.
Porque la posibilidad de los padres de educar a sus hijos en los establecimientos que ellos elijan
- es un bien superior.
Y las peticiones para poner fin al lucro en la educación, lo que ni siquiera se justifica técnicamente,
- atentan gravemente contra ese derecho.
Más del 50 % de los niños en edad escolar se educan en colegios particulares subvencionados y más de un 30% del total (sobre un millón de niños) en escuelas con fines de lucro.
- Esa ha sido la elección de sus padres. Y parecen tener razón.
La evidencia muestra que
- esos niños tienen mejor rendimiento que los de colegios municipales, aun
- controlando por la condición socio- económica de la familia.
Y si se llegara a esa prohibición,
- ¿cómo sería el día después?
- ¿Dónde van al colegio esos niños?
- ¿Los sostenedores actuales los van a seguir educando sin obtener una retribución por ello?
Y es que a estas alturas del debate
- hace falta un poco de sensatez y también de liderazgo.
Sensatez que no tienen quienes
- pretenden impedir que 3.000 colegios particulares dejen de funcionar porque sus sostenedores
persiguen fines de lucro.
Un gran número de ellos
- son profesores u otros profesionales que con gran esfuerzo han levantado sus escuelas
y obtienen beneficios, muchas veces modestos por su labor.
- ¿Con qué autoridad moral un político podría impedirles que lo hagan?
No, no es sensato y
- menos que quienes lo proclamen sean parlamentarios de la coalición gobernante.
- Porque ello atenta contra la libertad de enseñanza y la libertad de emprender, pilares
básicos de este gobierno.
Que una mayoría en una encuesta diga que está contra el lucro en educación es un pequeño motivo.
Muy alejado del liderazgo que pedimos a nuestros líderes políticos.
Porque eso es lo que se requiere hoy día, a raudales: liderazgo.
Políticos que se la jueguen, como lo insinuó Ignacio Walker cuando contra la opinión de diputados de su partido se manifestó tajantemente contra un plebiscito.
Falta ahora que lo confirme con sus actuaciones, pues de lo contrario habrá sido un intento de liderazgo frustrado y patético.
Políticos que desde el gobierno no den lugar a dudas acerca de su compromiso con la libertad de enseñanza.
Que demuestren que no abdicarán de su deber de mantener el orden público.
Eso es lo que le pide la gente al gobierno:
liderazgo
Luis Larraín - El Mercurio - Sgo. de Chile - 20-Aug-2011

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