jueves, 18 de agosto de 2011

El hacha de Rousseff toca en hueso

El afán de la presidenta de Brasil de limpiar la corrupción se topa con dos casos que implican al PMDB, el mayor partido del país y socio clave del Gobierno

La presidenta de Brasil, Dilma Rousseff, afronta
- una rebelión en el Congreso que amenaza con paralizar una de las mayores economías

emergentes del mundo.
La reciente salida de la coalición de Gobierno del Partido de la República (PR) con 48 diputados y 6 senadores -aliado del Partido de los Trabajadores de Lula y Rousseff desde 2003- es un claro síntoma de las dificultades que la presidenta tiene para mantener firme el timón del gigante sudamericano.
Y es que la mandataria, de firme carácter, se ha embarcado en una lucha contra la corrupción que ya le ha costado
- roces dentro del PT,
- el divorcio con el PR y
- unas pésimas relaciones con el Partido del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB),
el grupo político más poderoso del país y sin el cual la gobernabilidad del PT es imposible.
En solo siete meses de mandato, Rousseff ha forzado la salida de cuatro ministros.
La última dimisión se acaba de producir: la del titular de Agricultura Wagner Rossi, del PMDB, acosado por denuncias de corrupción. Antes de Rossi ya fueron forzados a marcharse el jefe de Gabinete, el responsable de Defensa y el de Transportes.
Los dos primeros eran hombres de Lula y el último era del PR. Aunque el de Defensa, Nelson Jobim, no dimitió acusado de corrupción, su partida y el nombramiento de un sucesor mal visto por los militares acabó por abrir otro frente crítico para la presidenta.
Tras la marcha anoche del ministro de agricultura Rousseff tiene al de Turismo en la mira, también del PMDB.
La situación ha puesto en pie de guerra a los congresistas del partido de Gobierno y de los aliados.
Es decir, que Rousseff tiene el enemigo en casa.
El líder del PMDB en el Congreso, Henrique Eduardo Alves, ha declarado que
- el calendario legislativo estará bloqueado hasta que el Congreso reciba "el respeto

que se merece".
El parón legislativo impedirá
- la reforma del complejísimo sistema fiscal brasileño,
- la regulación de las privilegios para las explotaciones petroleras y
- el nuevo marco legal para el sector minero,
entre otras medidas, todas fundamentales para mantener el ritmo de crecimiento.
La crisis es tal que se han alzado voces que
- ponen en duda que Dilma Rousseff pueda acabar su mandato de cuatro años.
Sin embargo, los votantes acaban de darle a la presidenta una aprobación de más del 70%, igual o mayor que la que tenía el carismático Lula también a los primeros siete meses en el poder. Paradójicamente,
- los dos mayores reproches que le hacen sus aliados
- se convierten en virtudes para la ,
- incluso para quienes reconocen no haberla votado.
El primero
es que
- es excesivamente dura y exigente con los ministros, congresistas y asesores, a quienes

les corrige en público, sin contemplaciones.
El segundo
, que
- está siendo demasiado severa con las acusaciones de presunta corrupción dentro de

su Gobierno sin esperar a que actúe la justicia.
Se le reprocha también que
- le falta tacto para tratar con los partidos aliados, acusados precisamente por la gente

de la calle de "fisiológicos" porque
- no los consideran aliados de un "proyecto de Estado" ni de un "programa de Gobierno",
- sino más bien partidos de alquiler que ofrecen su apoyo a cambio de puestos dentro

del Estado.
- De ahí los altos índices de corrupción.
El mismo Lula se ha mostrado más de una vez preocupado con la insatisfacción de los partidos aliados, que antaño también fueron los suyos.
El ex presidente le ha aconsejado a Rousseff que dialogue más con ellos.
Y es que el dilema de la primera mujer presidenta de Brasil no es fácil.
La impresión que transmite a los analistas políticos es que
- le gustaría dar una sacudida a la vieja política de alianzas de conveniencia para
- dar paso a un estilo de gobernar de más gerencia, más de técnicos y con mayor rigor

ético y moral en la gestión del dinero público.
La pregunta
es
- si ella -a quien no le faltó coraje para enfrentarse a los militares durante la dictadura-

será hoy capaz de lidiar con
- los viejos hábitos de una política que ha sido una realidad durante tantos años y
- que hoy es denostada por la opinión pública.
JUAN ARIAS - El País - Madrid - 18-Aug-2011

La crisis, David y Goliat
A propósito del actual dilema estadounidense, la secretaria de Estado, Hillary Clinton, comentó que
- por primera vez en mucho tiempo existía
- un abismo tan grande entre el poder, la economía y la sociedad.
Puede parecer banal pero no lo es: En Estados Unidos,
- el "ideal americano" daba solidez a un camino en común para el país.
Sí, había tensiones y las tendencias más progresistas chocaban con las más conservadoras.
Las grandes empresas siempre han querido controlar más de cerca al gobierno.
Los gobiernos
- o se inclinaban para atender los reclamos de la mayoría,
- o bien asumían la cara más circunspecta de quien escucha las ponderaciones de orden, el económico en

primer lugar.
Pero, mal que bien,
- la libertad, la democracia, la prosperidad y la acción pública caminaban más o menos

en conjunto.
- ¿Y ahora?,
podría preguntarse perpleja la secretaria de Estado.
Ahora, digo yo, parece que
- las clases medias y las más pobres quieren mayor gasto público y empleo más abundante,
- los conservadores quieren ortodoxia fiscal sin aumento de impuestos.
- A los muy ricos poco les inquieta la reducción del gasto social,
- en tanto que la propiedad de cada uno se mantenga intocable.

Pulseada de poder
En medio de todo esto, la crisis provocada por el "casino" financiero surgió como un terremoto.

Después vino el marasmo y se perfiló lo que hasta hace poco tiempo era impensable:
- ¡la moratoria del país más rico del mundo!
- Detrás de la batalla económica se desarrolla otra, más profunda,

LA DEL PODER.
El "Tea Party" -el movimiento de los ultrarreaccionarios del Partido Republicano-
- puso contra las cuerdas al gobierno del presidente Barack Obama.
La agenda política, incluso una vez "resuelta" la cuestión del tope del endeudamiento,
- pasó a ser dictada por ella: dónde y cuánto recortar en el presupuesto de un país que

requiere de muletas para reavivar su economía.
En Europa
, las cosas no andan mejor. Cada sacudida de la economía estadounidense aumenta el contagio de este padecimiento internético:

- Las tasas de interés cobradas a los países más endeudados se van a las nubes.
La calle se agita y no faltan movimientos de "indignados" que ven al pueblo sufrir las amarguras del desempleo y la desesperanza, y al que además se le cobra para cuadrar las cuentas.
Y, naturalmente, en Estados Unidos, los que más tienen, los que más especularon y despilfarraron (incluso los gobernantes imprevisores) agitan la polvareda y quieren darle la vuelta por encima.
Esperan que
- más control, más rigidez en el gasto público y menos salarios resuelvan el estancamiento.
No se están dando cuenta de que
- cada tantos meses una nueva tormenta agita los inestables equilibrios alcanzados.
Y de aquí a 30 años, los historiadores verán hacia atrás y dirán:
- "Ah, sí, la gran crisis de los derivados empezó en 2007/2008, fue cambiando de rostro pero
- continuó hasta que, por ahí de 2015-2020, empezaron a dar señales de vida
- nuevas formas de producción y de distribución del poder".

El caso Brasil
Y nosotros,
- ¿Cómo andamos en esta periferia gloriosa?
Lejos del ojo del huracán, cantamos glorias por
- lo que hacemos en Brasil,
- los errores que otros cometieron y que nosotros no cometimos, pero
- pensamos que poco importa;
- el vendaval del mundo barrió la riqueza de una parte del globo a otra y nos benefició.
- ¿Será que es así exactamente?
- ¿Será que la proeza de evitar las olas del "tsunami" impide que la malignidad del

resto del mundo nos alcance?
- Tengo mis dudas.
Sin que haya comparación, la presidenta brasileña, Dilma Rousseff,
- está aprisionada en un dilema del tipo que atrapó a Obama.
Sólo que, en el caso de EE UU,
- la crisis apareció como económica para convertirse después en política.
En nuestro caso,
- surgió como política pero podría volverse económica.
Me explico:
La presidenta es heredera de un "sistema", como decíamos en el periodo del autoritarismo militar. Este funciona
- solidificando intereses de
- el gran capital,
- los estatales,
- los fondos de pensión,
- los sindicatos y
- un conjunto desordenado de actores políticos
- que pasaron a legitimarse como si expresaran un presidencialismo de coalición en el cual
- se trueca la gobernabilidad por
- favores, cargos y todo lo que de eso se deriva.
Esta tendencia no es nueva.
Se fue constituyendo a medida en que el capitalismo burocrático (o de Estado, o como se le quiera calificar)
- recabó apoyos amplios entre sindicalistas, funcionarios y empresarios sedientos

de contratos,
- y pasó a convivir con el capitalismo de mercado, más competitivo.
En la ola del crecimiento económico, los acomodos se fueron volviendo más fáciles, tanto entre intereses económicos como políticos (incluyendo en éstos los "fisiológicos" y la corrupción).
Al principio pareció un fenómeno normal de las épocas de prosperidad capitalista que sería pasajero. Pero poco a poco se fue viendo que era más que eso.
- Cada parte del sistema necesita de la otra para funcionar y
- el sistema en sí necesita de
- la anuencia de la gente atraída por las subvenciones familiares, y los empleos de bajos

salarios, y
- símbolos y voz.
Esta vino con el "predestinado":
El "lulismo
" (del anterior presidente Luiz Inácio Lula da Silva) anestesió cualquier crítica,
- no sólo al sistema en general
- sino también a sus partes constitutivas.
Es en este punto donde muerde el bicho.
La presidenta
- es menos permisiva con ciertas prácticas condenables del sistema. No obstante,
- cuando empieza a hacer limpieza se rompen las piezas de todo el engranaje.

Sin indulgencia ni complicidad entre las diversas partes,
- ¿Cómo obtener apoyos para la agenda necesaria para la modernización del país?
Y sin esta agenda,
- ¿Cómo hacerle frente a
- la competencia de China,
- la relativa desindustrialización o, mejor dicho,
- la "desproductividad" de la economía, y
- arbitrar entre los intereses legítimos y los de quienes no necesitan más apoyo del gobierno,

provengan éstos de sectores populares o empresariales?
Es muy pronto para prever el curso de esta historia, que apenas comienza.
Pero no hay duda de que
- para deshacer la herencia recibida, se necesitará no sólo "voluntad política",
- sino también, lo que es tanto más difícil, rehacer los sistemas de alianzas.
Es la lucha de David, sólo que en este caso,
- Goliat es el padre de David.
Fernando Enrique Cardoso - Ex- Presidente de Brasil - El Día - La Plata - 18-Aug-2011

1 comentario:

apocanow dijo...

Quiero agradecerle por los excelentes post que leo a diario, mi nombre es Orlando y soy de Uruguay, muchas gracias.