Años ha, un político vernáculo era muy insistente en su oposición a que los extranjeros compraran tierra en Uruguay. Wilson Ferreira, cuyo humor era proverbial, dijo más de una vez: "El problema de este amigo es con mi abuelo brasileño, que vino al Uruguay y se quedó, y por culpa de él yo estoy aquí y no tiene más remedio que soportarme…".
Viejo asunto, entonces, este de
- querer alejar a los extranjeros de la tierra, con el tabú de que vendrían solamente a medrar con nuestras riquezas.
Para empezar, digamos que el cuestionamiento se contradice con la prédica del Presidente Mujica. Dos resonantes y multitudinarias reuniones en el hotel Conrad, donde incluso acompañamos los ex Presidentes, fueron terminantes al respecto.
El Presidente invitó allí a cientos de empresarios extranjeros a invertir y hasta a vivir en este país que los recibiría de brazos abiertos.
Ahora resulta que
- todo extranjero es sospechoso y que
- si compra tierra está quitándonos algo de lo nuestro.
- Nada más reñido con la realidad porque,
si analizamos nuestro actual crecimiento económico, nos encontramos con que :
1) La fuente principal de esta bonanza viene de afuera y son
- los precios internacionales;
2) Los nuevos rubros de exportación están todos vinculados a extranjeros, como
- la forestación (empresas finlandesas, norteamericanas, etc.),
- la soja (agricultores argentinos) o
- el arroz (productores e industriales brasileños);
3) La construcción y el turismo están hoy basados, principalísimamente, en inversión extranjera,
- desde los edificios en Punta del Este
- hasta el Hotel Carrasco.
- ¿Qué les vamos a decir?
A las empresas forestales que llegaron en función de una ley y un contrato,
- ¿les anunciamos que sus inversiones de miles de millones de dólares no pueden sustentarse en
el recurso de una gran plantación de árboles como base de su aprovisionamiento?
- ¿De dónde surge que se compromete nuestra soberanía?
Esos señores que compran tierra no se la pueden llevar abajo del brazo.
- Su demanda ha sido fundamental en su valorización. Por supuesto,
- la compraron para producir y hacerla rendir.
Y por supuesto
- quedaron sometidos a nuestras leyes impositivas, laborales y civiles.
- ¿Qué impide que ingrese a cualquier predio un policía o un inspector del BPS?
Si alguna pérdida de soberanía económica pudiera ocurrir, sería por
- el dinero que recibe el uruguayo que vendió la tierra y, de pronto, se la lleva al exterior.
Pero no por el lado del extranjero, que
- inmovilizó su capital y quedó sujeto a nuestras normas.
Hasta se habla del contrabando y el narcotráfico, como si entre los uruguayos no hubiera contrabandistas y narcotraficantes, o como si los venidos de afuera no pudieran tener cómplices locales, tal cual ocurre en todas partes.
En un plano más general,
- nuestra economía ha crecido con precios internacionales e inversiones foráneas, incluso
en sectores mucho más riesgosos que la tierra.
- Los bancos, por ejemplo;
- los frigoríficos, de los que depende nuestra producción ganadera...
- Todos esos sectores, y otros más, son mucho más complicados que una tierra fácil
de controlar e imposible de trasladar; y a nadie se le ocurriría alejarlos.
Lo peor es
- la filosofía que hay detrás de la idea,
- los viejos prejuicios que inspiran estos planteos,
- como si la sociedad criolla no se hubiera forjado con el aluvión de familias
- brasileñas en el Norte,
- entrerrianas en el litoral,
- italianas en la chacra y
- vascas en todas partes.
No estamos en el siglo XIX, en que un débil Estado uruguayo carecía de medios para ejercer normalmente su soberanía en todo el territorio nacional.
- Hoy necesitamos competir en el mundo global y
- ello nos impone obtener capitales que no tenemos y
- tecnologías de que no disponemos.
- Justamente, estamos creciendo por ese aporte.
Por supuesto, hay Estados que tienen restricciones, como las imponen para inmigraciones o movimientos de capitales. Sirven -bien o mal- a sus intereses, que son distintos a los nuestros.
- Ellos no quieren inmigrantes, nosotros sí;
- ellos no precisan capitales, nosotros sí;
- ellos poseen tecnología, nosotros no.
En cualquier caso, por mencionar a nuestros vecinos,
- ni Argentina ni Brasil tienen hoy mayores limitantes.
Basta observar las grandes extensiones de tierra compradas por actores de cine y empresarios europeos en la Patagonia argentina.
- Cada Estado atiende su interés y el nuestro es
- crecer, dar trabajo, valorizar nuestra tierra, incorporarle tecnología y producción de avanzada,
que es lo que ha ocurrido en los últimos años con un importante concurso de gente y capitales del exterior, asociados al tradicional esfuerzo de nuestra gente.
Salvo que hayamos cambiado el discurso del Conrad y ahora todo sea al revés.
Julio María Sanguinetti - El País - Montevideo - 21-8-2011
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