Estamos a escasos centímetros de una nueva recesión como la que comenzó en septiembre de 2008.
Esta vez el epicentro del terremoto económico está en Europa y la causa más directa (no la única) radica en
- el temor de los mercados al incumplimiento de sus obligaciones por parte de los gobiernos.
Grecia, Portugal, España y, en gran medida, Italia,
- multiplicaron su gasto público y, para hacerle frente,
- se endeudaron mucho más de lo prudente.
Llegó un punto en el que
- la sociedad, sencillamente, no producía suficiente riqueza para pagar sus deudas.
Había llegado, como sucede cada cierto tiempo, la hora de apretarse el cinturón.
No hay ninguna razón para sorprenderse de la crisis económica actual.
Es lo que suele ocurrir tras los períodos de "exuberancia irracional", como advertía Alan Greenspan en sus momentos de atemorizada lucidez.
Quizás lo extraño, en este caso, ha sido
- el largo período de incubación de la burbuja.
Los economistas de la escuela austríaca
- lo habían anunciado desde hacía bastante tiempo:
- no se puede abusar del crédito y del endeudamiento
- sin que se produzca un grave descalabro económico.
Ya en el 2001 el catedrático español Jesús Huerta de Soto predijo que las vacas flacas estaban próximas a hacer su aparición.
Según esta notable cantera de pensadores, a la que pertenecieron personajes como Ludwig von Mises y Friedrich von Hayek,
- la única fuente segura del crecimiento son
- el ahorro y
- la posterior inversión.
La "cascada de dinero"
- inventado por las entidades financieras, luego
- prestado a tasas de interés deliberadamente reducidas por los gobiernos para
- estimular la inversión y el consumo,
- aumenta peligrosamente la masa monetaria,
- creando las fatales burbujas que invariablemente
- terminan en medio de una crisis.
La Escuela Austríaca surgió en el último tercio del siglo XIX de la mano de Carl Menger y Eugen von Böhm-Bawerk, y una de sus primeras batallas fue
- demostrar los disparates teóricos de Marx en la médula de su pensamiento, la teoría del
valor y el papel de la plusvalía,
pero ahí no terminó la cacería de errores.
Posteriormente, sus cultivadores explicaron
- por qué estaban equivocados los economistas neoclásicos, los keynesianos y los monetaristas, desmintiendo a los académicos convencionales, gentes asombrosamente tercas que no acababan de entender que
- la economía no es una ciencia exacta, sino una rama de las ciencias sociales porque descansa en percepciones y decisiones subjetivas.
Según "los austríacos", las llamadas crisis periódicas del capitalismo
- no son otra cosa que la purga natural del sistema tras un tiempo de excesos, y
- resulta contraproducente tratar de evitar
- la contracción de la economía y el empobrecimiento relativo que sobreviene
- cuando el mercado se ajusta a la realidad,
algo que se ha hecho evidente con
- el fracaso de la billonaria inyección de dinero efectuada por Obama para tratar de frenar
la hecatombe.
- Todo lo que ha logrado es aplazarla.
En todo caso,
- no estamos ante el fin del sistema capitalista ni mucho menos.
- Desde hace 200 años, cada cierto tiempo sobrevienen la crisis y luego la recuperación, y
- ni siquiera en medio del desastre económico se paraliza el impetuoso camino del progreso en
las sociedades en las que predominan el mercado y la empresa privada.
La crisis de 1895 fue paralela a la invención de la aviación y del cine.
La de 1929 no evitó el auge de la radio y la televisión.
La que hoy nos sacude no impide los milagros técnicos y científicos con que amanecemos todos los días.
- Es verdad que estallan las burbujas, pero también
- la creatividad y la imaginación que nos rescatan de nuestros errores
CARLOS ALBERTO MONTANER - El País - Montevideo - 21-Aug-2011
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