Lo que nos hace diferentes de otras especies no es vivir en sociedad, porque eso lo compartimos con las hormigas y las abejas,
- sino nuestro empeño por evitar que la vida en común termine por
- asfixiar nuestra capacidad de gobernar nuestras vidas individuales.
Aspiramos a vivir en sociedad
- sin dejar de ser "capitanes de nuestra alma",
para usar la imagen de William Henley en su célebre poema "Invictus".
Una condición esencial para que podamos alcanzar este objetivo es
- el respeto de las llamadas "libertades civiles".
Esas libertades protegen tres espacios que son cruciales para que podamos vivir una vida autónoma del gobierno.
- El primero es la esfera de nuestra vida privada,
- el segundo es la sociedad civil y
- el tercero es el mercado.
Si el gobierno
- invade cualquiera de esos espacios hasta el punto de quebrar su dinámica interna,
- la libertad se esfuma.
El respeto de nuestra libertad privada es esencial para que podamos construir nuestra felicidad personal, así como para que florezca una diversidad de convicciones, lealtades y tradiciones.
Pero proteger la privacidad individual no es suficiente, porque en general necesitamos de los demás para realizar nuestros proyectos.
A veces eso ocurre porque nuestra fuerza individual es insuficiente y a veces porque hay objetivos que sólo pueden alcanzarse entre muchos (por ejemplo, mantener viva una lengua).
- La libre asociación es el camino para vencer esos obstáculos, y
- la sociedad civil es el ámbito donde la practicamos.
De la sociedad civil forman parte, entre otras, las organizaciones dedicadas al cultivo de diversas tradiciones artísticas y culturales, las ONGs de carácter social, los colegios y universidades privados, los movimientos de defensa de diferentes causas (desde el medio ambiente hasta los derechos de los consumidores), los gremios laborales y profesionales, las iglesias, los clubes deportivos, las asociaciones caritativas, los grupos de ayuda, los movimientos juveniles.
Hay muchas razones para preferir una sociedad civil fuerte y dinámica. Algunas de ellas son razones de eficiencia. Por ejemplo, las asociaciones voluntarias suelen ser más flexibles, sensibles y responsables que las burocracias estatales.
Pero una razón fundamental
- para preferir una sociedad civil fuerte y no débil
- es que la necesitamos para ser libres.
Una sociedad civil autónoma y vigorosa disminuye, en primer lugar,
- el peligro de una concentración del poder en manos del Estado.
Esto explica por qué el gran Robert Dahl incluye a
- la libre asociación entre los rasgos constitutivos de una auténtica democracia o "poliarquía".
En segundo lugar, la libre asociación es, al igual que la familia,
- una fuente de diversidad de ideas y formas de vida.
Los totalitarismos siempre intentaron anular la autonomía de la sociedad civil.
En una sociedad totalitaria no hay
- movimientos juveniles autónomos,
- sino juventudes hitlerianas o pioneros al estilo cubano.
En tales condiciones,
- La vida asociativa deja de ser un espacio de libertad para convertirse en
- un instrumento de dominación política
Pablo Da Silveira - El Pais - Montevideo - 30-Nov-2010