domingo, 7 de noviembre de 2010

Estaba cantado

Para ser amigos se precisan dos. No alcanza con la buena voluntad o el interés de uno, si al otro le importa un adarme.
La Real Academia define la "amistad" como
- "afecto personal, puro y desinteresado, compartido con otra persona, que nace y se fortalece con el trato".
Lamentablemente esto no funciona con el gobierno argentino desde hace muchos años y periódicamente se envían desde enfrente claras señales de que no hay disposición para hacerlo. Todo lo contrario.
La Casa Rosada no considera a Uruguay como un país libre y soberano, una nación con los mismos derechos -y obligaciones- que la Argentina y por tanto un igual. Lo ve como otra provincia, dependiente de los dictámenes de Buenos Aires.
Se siente con derecho a inmiscuirse en nuestro territorio a su antojo y controlar todo lo que le viene en ganas y de la manera que se le ocurra. No manejan una relación horizontal de amistad, sino una vertical de subordinación.
El Presidente Mujica pensó que podría recomponer esta relación, ubicarla en los términos correctos y caminar juntos con los hermanos de allende el Río como marca la historia. Su empeño por cumplir con un mandato más que bicentenario fue loable, pero sus resultados no. No hubo paso sin piedra, como tampoco reconocimiento por lo gestos y actitudes. A la mano extendida se le respondió con desplante.
En una actitud contraria a la mantenida por el presidente Vázquez, Mujica dio su aprobación para la designación de Néstor Kirchner como Secretario General de la Unasur. No importa si el organismo era y es inexistente: fue un gesto de buena voluntad ante una anhelada ambición. El argumento fue que había muchas cosas en común con la Argentina, imprescindibles para el país. Seguimos esperando por ellas.
Luego vino el fallo de la Corte Internacional de La Haya. Afirmó que la planta de celulosa no contamina (¡al diablo con la demanda Argentina!), pero ordenó a ambos países que organizaran un monitoreo y vigilancia conjunto de la calidad de las aguas del Río Uruguay a través de la CARU.
Repetimos: se refirió a la calidad de las aguas. Jamás dijo que debía inspeccionarse el funcionamiento de la planta. Ella está en territorio nacional de un país soberano.
Igual, ante la insistencia de la Presidenta argentina, el gobierno uruguayo aceptó ir más allá de lo establecido en el fallo de La Haya y dio luz verde a que una comisión de "científicos" ingresara en nuestro territorio. Jirones de soberanía quedaron por el camino, pero el objetivo superior para las autoridades seguía siendo restablecer las buenas relaciones en el Plata. Con todo se fijaron límites a ese ingreso y los que pudieran hacerse enfrente como reciprocidad: "El número máximo de ingresos de control del Comité Científico en cada establecimiento a monitorear será de hasta doce veces por año", dice el acuerdo signado por ambos mandatarios.
Pero si las cosas estaban complicadas para Uruguay solo con la presidencia K, el advenimiento del canciller Timerman, las puso peor.
Hombre que fuma bajo el agua y con un concepto muy dudoso del bien y del mal, comunicó la pretensión argentina de que se instalen en la planta de UPM (territorio uruguayo) sensores que midan los parámetros de impacto ambiental las 24 horas y los 365 días del año.
Nada, absolutamente nada que ver con lo dispuesto por el fallo de La Haya y tampoco por el acuerdo de presidentes que preveía solo 12 ingresos por año. Timerman o "Twitterman" como se le conoce por su afición a las redes sociales juveniles, se olvidó de dos cosas:
- que el principio general continúa siendo el de la soberanía exclusiva y,
- segundo, que los países tienen la obligación de cumplir estrictamente lo pactado y de buena fe.
Esto es absolutamente inaceptable, pero, sinceramente,
- ¿Alguien pensó que Argentina iba a cumplir con lo pactado?
- ¿En base a qué se podía tener ese optimismo?
De la mano de Timerman se aprovecharon de la ingenuidad del gobierno y la cancillería uruguaya.
Se debe ser muchísimo más cuidadoso con las relaciones internacionales.
Esperamos que se haya aprendido la lección.
Editorial - "El País" - Montevideo - 7-Nov-2010

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