lunes, 31 de enero de 2011

El espíritu de nuestro tiempo

El mundo se estremece. Y la crisis económica no es sino el más aparente de los desgarros.
Cierto: ha machacado de repente el cuerno de la abundancia que parecía no tener fondo; pero otros muchos estremecimientos se producen aquí y allá, en cualquier punto del globo.

En el Magreb y en todo el norte africano, por ejemplo, empiezan a crujir los "diques de contención".
Y
- si el primer dique –atención– son los regímenes autoritarios y corruptos,
- el segundo es la costa mediterránea europea:
- la desesperada energía juvenil que empuja en la otra orilla alcanzará la nuestra.
No son pocos, por otro lado, los desgarros caseros que dejan entre nosotros un dolor mucho más preciso, menos genérico.
Precisamente, en los pasados días hemos estado hablando largo y tendido de uno de ellos: de

- las dificultades que afronta Salt,
una de nuestras poblaciones que de manera más intensa asume las contradicciones de la globalización.
Lo que Salt desvela ya sucedió en Francia hace 25 años.
En aquella Marsella, puerta de entrada francesa del Magreb,
- la masiva llegada de inmigrantes a los barrios obreros "fue leída" por la política como
- una mera cuestión social.

- Había que destinar mayores recursos en aquellas zonas.
Pero los servicios sociales no conseguían hacer frente al tsunami que cambiaba el paisaje. Consiguientemente, empezaron a ser percibidas como
- "insoportables" las incomodidades que los recién llegados causaban a los "más débiles" de
la sociedad de acogida.
Tal insoportabilidad nunca fue comprendida.
- Si la gente expresaba con crudeza sus problemas,
- los dirigentes políticos les contestaban con grandes y bellas palabras.
- La ideología impedía hablar de la realidad:
- funcionaba como un decorado ideológico de cartón piedra.

Gracias a aquel decorado, repleto de palabras abstractas (solidaridad, tolerancia),
- la izquierda, dominante en aquellas zonas,
- impidió que los problemas reales de los barrios fueran analizados en toda su crudeza.

Pronto apareció una nueva manera de definir a esta izquierda:
- "la gauche caviar".
La realidad de los degradados barrios nada tenía que ver con la de los dirigentes instalados en barrios burgueses.
- El desprecio de la gauche caviar avanzó en paralelo
- al desprecio contra los inmigrantes: causantes de todos los males de la patrie,
sostenía Le Pen.
En un abrir y cerrar de ojos,
- votantes comunistas y socialistas de toda la vida se habían pasado a la extrema derecha.
- La influencia ideológica francesa es tan potente entre nosotros, que
- nuestras élites políticas y culturales han repetido aquí el mismo error.
Nuestra sociedad se ha enfrentado al fenómeno migratorio con dos varitas supuestamente mágicas.
Por una parte,
- "bellas palabras vacías" que han impedido hablar de la realidad de los barrios.
Y, por otra,
- un gran desarrollo de los servicios sociales.
Por definición,
- los servicios han sido insuficientes y
- han creado envidia y resentimiento comparativo en aquellas zonas en las que

- se concentraba la inmigración.
Y en cuanto a las bellas palabras,
- han servido ciertamente para ocultar la cruda realidad, pero
- también para que nuestro espejo reflejara una imagen bondadosa de nuestra sociedad
.
También en este punto nos estábamos engañando.
Un ejemplo recogido estos días de conversaciones con actores de la realidad de Salt servirá para ilustrar tal engaño.
Resulta que una partida económica de los servicios sociales existentes en la población permite subvencionar actividades extraescolares para los alumnos de los centros de enseñanza.
Deportes, idiomas, técnicas de estudio: el catálogo es amplio; pero
- la respuesta de los alumnos, escasa.
Un profesor me contó
que intentando conseguir que sus alumnos se apuntaran a estas actividades con el argumento que

- una buena formación sería beneficiosa para su futura inserción laboral,
se encontró con el chasco de la siguiente respuesta:
- “El estudio no sirve de nada, no sirve para hacer "pasta".
- Quien tiene pasta es M. No tiene estudios, pero
- vendiendo droga se ha comprando una moto fantástica.
- ¡Quiero salir pronto del instituto para hacer como él!”.
- La mayoría de la clase aplaudió
.
En la jerarquía de los valores de estos jóvenes, la mayoría de ellos inmigrantes,
- la delincuencia está muy prestigiada.
Es

- el camino más rápido al dinero, verdadera idolatría de nuestro tiempo.
- No el dinero que resulta de un trabajo bien hecho, aplicado y regular,
- sino un dinero rápido y fácil.
- ¿Acaso estos jóvenes predelincuentes están tan alejados de los valores de nuestra sociedad?
- ¿No será que el ideal de la delincuencia es la forma que toma en su exasperado entorno
la "cultura del pelotazo"?
- "Del pelotazo" en sentido metafórico: la burbuja inmobiliaria que ahora estamos purgando.
- Y del pelotazo en sentido literal: el de Messi y compañía.
Se trataba, me temo que todavía se trata, de
- hacer dinero rápido: especulando, jugando. O atracando.
Mientras la moral biempensante de derecha, centro o izquierda
-
defendía los fosilizados valores de solidaridad y equidad,
en nuestras calles, escuelas y despachos
- predominaba el espíritu del "todo vale" y del "enriquecimiento rápido".
- La crisis de la enseñanza y la crisis económica son hijas de
- una sociedad que ha entendido la vida económica,
- no como un intercambio de talento, trabajo, conocimiento, esfuerzo y tenacidad,
- sino como un gran casino.
- Toma el dinero y corre
Antoni Puigverd - La Vanguardia - Barcelona - 31-Ene-2011

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