domingo, 19 de junio de 2011

Ideología y cultura



El FRENTE AMPLIO uruguayo ha sido históricamente un típico representante de una izquierda latinoamericana que, tras la inspiración cubana, mantuvo vivo el ideal de la revolución socialista.

En los últimos años,
- se le desvaneció el ensueño guerrillero,
- aceptó las reglas de la democracia liberal y
- el rotundo fracaso de la planificación económica socialista le impuso, aunque fuera
a regañadientes,
- los códigos de la economía de mercado.
Detrás de esa mutación, el Frente pudo crecer y aproximarse al gobierno.
Para llegar a él, tuvo que ir abandonando otros tópicos de su vieja ideología.
- El no pago de la deuda externa y
- el rechazo al Fondo Monetario Internacional,
grafiti que pobló los muros de las ciudades del hemisferio, se enterró de mal modo.
¿No se recuerda al Dr. Vázquez, en su campaña preelectoral de 2004, en la puerta del FMI, anunciando que de alcanzar el gobierno su Ministro de Economía sería el Contador Astori, lo que había merecido elogiosos comentarios de los funcionarios del organismo?
Esa imagen, difundida profusamente en Montevideo, dejó en claro que el socialismo uruguayo había cambiado de matriz.
Cualquier aspirante de un partido tradicional que hubiera hecho lo mismo, habría sucumbido bajo los calificativos de sumisión al imperialismo.
Como consecuencia inevitable de todo lo anterior, pasaron al olvido
- la reforma agraria,
- la nacionalización del comercio exterior,
- la expropiación de la banca extranjera,
- el control de cambios,
- el rechazo a toda asociación público-privado y
- el repudio a los "privilegios" impositivos que, para atraer inversiones extranjeras,
se habían concedido a multinacionales.
En una palabra,
- el Frente Amplio fue derrotado ideológicamente,
aunque nunca lo haya reconocido por expreso.
Endulzó con retórica la total inconsecuencia con su prédica histórica, al tiempo que le imponía al país -ahí sí exitosamente- un conjunto de valores y hábitos de comportamiento que configuran aquello que los antropólogos denominan "una cultura".
De ese modo
- escondió el bienvenido entierro de sus ideas al mismo tiempo que, infortunadamente,
- lograba instalar unos "contravalores" obturadores de la posibilidad de progresar.
Para empezar,
- la historia nacional se reinventa.

- Artigas deja de ser el "campeón liberal" que fue,
- para transformarse en una suerte de "líder populista".
- Rivera es vilipendiado "por la estupidez y la ignorancia",
como ha dicho Lincoln Maiztegui, y suma y sigue, hasta terminar en una historia reciente donde la tergiversación llega hasta el extremo de afirmar que
- los tupamaros lucharon contra la dictadura, ignorando que
- cuando ella irrumpió ya estaban todos presos y que
- su acción violenta fue la responsable de sacar de sus cuarteles a la fuerza militar.
A esa visión, se le aproxima un esquema de valores contrarios a los que hicieron grande al país.
- Ya no se admira el éxito,
como ocurrió con los inmigrantes que forjaron la clase media uruguaya, sino que
- es "sospechoso" quien triunfe en la vida.
- El mérito sucumbe ante la medianía,
como criterio para fijar salarios y promover funcionarios.
- En todo hay que igualar para abajo.
Como inevitable consecuencia, los estudiantes pasan sin exigencia y ni siquiera su ausentismo es tomado en cuenta.
- El facilismo premiará en las aulas a los más débiles en la estructura familiar y
- los condenará para siempre en la vida, por su pésima formación.
- La pobreza ya no es un mal a superar sino una virtud a reconocer y premiar.
De allí que los programas de seguridad social no son escuelas para formar mejor a los que vienen rezagados y brindarles asistencia para superarse, sino simplemente
- subsidios para recibir dinero a cambio de nada y seguir tan pobres como antes.
Al mismo tiempo, la autoridad se disuelve, y así como cuesta perseguir al delincuente, porque
- se atribuye la responsabilidad de su delito a la sociedad,
- las jerarquías se horizontalizan: es lo mismo ser profesor que alumno, director que dirigido.
Y en estos días hemos llegado al delirio que
- Ministros y legisladores del gobierno se permiten cuestionar al propio Presidente.
- El espíritu corporativo sepulta las individualidades,
- al mismo tiempo que resquebraja al poder público.
Los vemos en la asistencia pública y en la educación, donde mandan las entidades gremiales, los "colectivos" de los que hoy se habla como palabra santa.
Desde ya que
- estos desvalores incluyen la apariencia protocolar y el decoro.
- El mate en los recintos parlamentarios y
- el abandono de la corbata y el saco,
- contradicen la tradición socialista de los Mitterand, los Felipe González y hasta los Lula,

que tienen claro que una cosa es
- la vestimenta institucional, otra la ropa sport y otra la de entrecasa.
Porque
- las instituciones, nos guste o no, son símbolos y si les quitamos hasta su formalidad,
- terminan siendo desconocidas.
Todo lo cual nos lleva al lenguaje,
- el fundamental elemento constitutivo de una cultura,
- el instrumento con el que no sólo se escribe y se habla sino que se piensa,
- el emblema que los hispanoparlantes hemos exaltado como signo de nuestra identidad,
con el icono de "El Quijote" por delante.
Desgraciadamente, en este terreno, desde arriba a abajo del Estado, todo se derrumba, cuando hasta los profesores reconocen que alumnos de liceo no pueden ni escribir su nombre
-
La batalla ideológica llegando a su fin,
- se abre la mayor y más profunda de los valores culturales.
- Y es tanto o más importante que la otra.
Julio María Sanguinetti - El País - Montevideo - 19-Jun-2011

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