miércoles, 15 de diciembre de 2010

El gran juego

Como siempre, las proclamas doctrinarias sirven muy bien para ocultar los flujos de la cuenta corriente.

CONSEJO primordial de Maquiavelo al Príncipe:
- Absténgase del robo.
- «Están de tal modo hechos los humanos, que olvidarán el asesinato de su padre, pero no la pérdida de sus bienes».
- Olvidarán a González, recordarán a Zapatero.
¿Qué son unos cuantos muertos, si uno se pone a compararlos con el drama de perder el trabajo o
no poder seguir pagando la hipoteca?
Y así con todo. Nada es lo que parece en estos días, cuando al espectro entero del único partido que de verdad ejerce en España desde el fin de la dictadura, el socialista, se ha transmitido la certeza de vivir las vísperas de un desastre electoral mayúsculo. Nada es lo que parece. Y hasta lo que tal vez sea verdad —la cercanía del fin de Rubalcaba, por ejemplo— sirve de engaño.
Todos en el PSOE saben que sobrevivirán pocos. Todos maquinan que pague el vecino. O, si preciso fuera, la madre (no pienso en Pajín, conste), amante, o hijo. No anda el horno para sentimentalismos.
Aquí todos son de la pasta del orondo gánster del Halcón Maltés de Hammett.
- «Es como un hijo para mí», pero que cargue con el muerto.
- «En esta vida, hijos hay muchos; Halcón Maltés, sólo uno».
- En esta vida, sí, hay cantidad de amigos y parientes; pero
- oficio con secretaria, sueldo, dieta y chófer sin dar golpe no hay más que uno.
Como siempre,
- las proclamas doctrinarias sirven muy bien para ocultar los flujos de la cuenta corriente.
Que es de lo que aquí se trata.
«Izquierda», como «derecha» son hoy vocablos hueros de significado. Y densos de connotación, en mayor o menor medida alucinada. Logotipos, marcas.

Pero cualquier empresa sabe lo que la marca consagrada vale: todo. Basta poner su etiqueta, para que una ajada estofa se trueque en «estilismo»: lo inmaterial, el nombre, hace hoy preciosa a la quincalla.
La empresa política —pues que de eso se trata, bajo el periclitado nombre de «partido»— en nada se distingue de las otras.
- Un logotipo al cual dora más de un siglo de alcurnia, es un tesoro.
- Da dividendos sin necesidad de mover un dedo.
- Y hace joya de todo aquello sobre lo cual imponga su cuño:

- del crimen como de la caradura;
- o de la simple incompetencia.
No estaría nada bien que nos fingiéramos ingenuos. No lo somos. No lo es ya nadie a estas alturas del viaje. Y
- no, no es la representación lo que está en juego.
- No lo es la democracia.
Nadie mata
—salvo en raros momentos de locura colectiva— por representación o democracia.
Al menos, en sociedades razonablemente seculares.
- Los hombres civilizados matan por preservar sus bienes. Materiales.
Y a la formula maquiaveliana, opondrá Hitler un cinismo modernista:
- «yo siempre llamo a los míos a enriquecerse; nada une más que el robo compartido».
- Los hombres civilizados matan siempre que ven amenazada la riqueza que atesoraron.

En unos meses, tendrán lugar las elecciones autonómicas y municipales; luego, en fecha indefinida, las generales.
- Sueldos en juego: muchos.
- Negocios: muchos más.
Si alguien quiere atisbar la turbulenta trama que burbujea en el fondo de la ciénaga socialista, sólo tiene que hacer un listado de prohombres del partido que hayan tributado alguna vez al fisco por algo que no les venga de la política.
- Todos los que no están en esa lista son la clave. Todos

GABRIEL ALBIAC - "ABC" - Madrid - 15-Dic-2010

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