sábado, 22 de septiembre de 2007

¿Será falta de moralidad pública?

No les puede dar lo mismo quién gobierne el país o qué personas llegan a ser parlamentarios.
Vengo conversando desde hace años con varias generaciones de mis alumnos sobre el desinterés que manifiestan por los asuntos públicos. Una de las cosas que les cuestiono es el hecho de que un número incompresiblemente elevado no esté inscrito en los registros electorales. Son de varias carreras, estudian Licenciatura en Historia, Periodismo y Derecho.
Les digo, por ejemplo, que no les puede dar lo mismo quién gobierne el país o qué personas llegan a ser parlamentarios, que no conozcan aspectos básicos de la Constitución o de la institucionalidad chilena, amén de que tienen una vaga opinión, cuando la tienen, respecto de temas relevantes que les debieran interesar a todos los ciudadanos conscientes, al menos. Temas que son parte de la discusión cotidiana. Insisto, porque me preocupa de verdad el asunto. Es un deber de quienes ejercemos la docencia universitaria formar profesionales cultos, analíticos y, sobre todo, personas con opinión y valores. Es cierto que de tanto cuestionar y conversar al respecto se consiguen significativos avances, por eso hay que perseverar. De ahí que la formación de pregrado, entre la educación superior, es la más importante a mi juicio .Pero, quiero llamar la atención sobre comentarios que hicieron unos cuantos jóvenes mientras analizábamos, hace poco, un discurso de un destacado político de comienzos del siglo XX. Luego de leer ciertos párrafos, dijeron, "...el país ahora tiene ese mismo problema".
¿Qué habían leído? El autor del discurso llamaba la atención de su audiencia, haciendo notar que apreciaba "un malestar que no es de cierta clase de personas ni de ciertas regiones del país, sino de todo el país y de la generalidad de los que lo habitan...".
¿Y cuál era la causa fundamental de esa situación, según el expositor de esta memorable alocución?

"...la falta de moralidad pública... (moralidad, subrayaba) que consiste en el cumplimiento del deber y de sus obligaciones por los poderes públicos y los magistrados... teniendo en vista el bien público ...(moralidad) que da eficacia y vigor a la función del Estado y sin la cual ésta se perturba y se anula hasta el punto de engendrar el despotismo y la anarquía ... (sin moralidad, se) olvida el deber, para dar paso a las ambiciones personales, al odio, a la venganza, a la codicia y al interés de bandería" (Enrique Mac Iver, 1900) .


Eso resonó en mis alumnos y la profunda crítica les pareció familiar. Dieron varios argumentos para hacer notar que estaban desencantados con la política , que desconfiaban, que lo corriente era escuchar discusiones vanas de parte de quienes se supone encarnan la soberanía nacional y la tradición republicana. No ven ejemplos de responsabilidad . Uno de ellos fue muy elocuente al preguntar: "¿En realidad, qué significa hoy 'asumir la responsabilidad política', como dijo ayer un ex ministro? ¿Qué le puede pasar? Otro añadió que, al parecer, la competencia era sólo por el "poder", al punto que se había acuñado una nueva palabra en jerga partidista: el "empoderamiento". Quizás, son muy exagerados, pero no dejan de tener razón. Exagerados porque no es toda la llamada "clase política", y tienen razón, porque con demasiada frecuencia se ven parlamentarios de todos los sectores en conductas impropias del cargo , amén de tratar de figurar con acciones "efectistas", que nadie cree; o tratando de argumentar para desdecirse de lo manifestado en la jornada anterior o para interpretar correctamente -ante las cámaras-, las expresiones de una alta autoridad que nunca habría querido formular o para justificar porque se vio envuelto en una gresca a golpes con carabineros. En fin, se podría seguir enumerando, por ejemplo, una gama de casos en los cuales se "asume responsabilidad política".
¿Será falta de moralidad pública? Creo que hay que tomarse muy en serio el asunto. La juventud no puede seguir creyendo que hoy estén vigentes aquellas frases tremendas del discurso en cuestión. Después de aquellos tiempos de Mac Iver, hubo "correcciones" y surgió una nueva "generación" de políticos. Ella llegó a predominar porque se había educado bien, era más culta cívicamente, tenía mayor conciencia nacional, había comprendido la identidad patria y su "sentido", y quería regenerar Chile. Conste que hubo severos y lamentables costos nacionales por eso. ¿No es este acaso un desafío -un deber- que recae sobre todos nosotros, los "adultos", máxime si detentamos funciones públicas o enseñamos?
Álvaro Góngora - Universidad Finis Terrae - "El Mercurio" - Santiago - Chile - 20-Sep-2007

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