lunes, 7 de noviembre de 2011

Europa encadenada

CUALQUIERA que ha estado cerca del poder político, cualquiera que sea su nivel, sabe bien de la enorme dificultad y sacrificio que entraña su ejercicio.

Vale la pena destacar esto en días en los que de forma tan ligera se desprestigia la política, actividad que no por ello deja de resultar tan imprescindible como siempre ha sido.
A partir de esa constatación, me resulta sin embargo más difícil de admitir la idea de que
- el actual clima de insatisfacción y sensación de especial dificultad tenga que ver con
- una complejidad hasta hoy desconocida, que hace imposible que la acción política siga
- la velocidad de las transformaciones económicas y sociales.
Es verdad que la aceleración tecnológica entremezclada con la actual globalización produce vértigo, pero al mismo tiempo ella misma
- proporciona instrumentos y posibilidades de actuación impensables en períodos históricos
similares vividos en el pasado:
- pensemos en el nivel de la tecnología y las comunicaciones existentes durante
- la crisis de 1929 y
- la posterior depresión.
La historia de las crisis nunca es igual
, pero nos suena, y si lo hace es porque, por muy cambiante que sea el escenario material,
- el fondo del drama está tejido de la misma esencia humana:
- la inteligencia, las pasiones, las virtudes y los vicios de hombres y mujeres, sus anhelos
y desvelos
- por buscar su lugar en la vida y su acierto en crear instituciones y
- construir una sociedad que proporcione progreso y bienestar.

- Valores e instituciones son los dos pilares de la civilización y
- son ellos los que han sufrido una severa quiebra en la reciente experiencia.
El relato varía según los actores, pero el más querido por el establishment y los señores de las finanzas lo explica todo por las llamadas hipotecas-basura,
- censurando a los pobres su deseo irrefrenable de adquirir una vivienda que luego no
pudieron costear.
Se olvidan interesadamente no solo de que ellos dieron los créditos sino que
- si la deuda familiar americana se duplicó en 25 años en términos del PBI,
- la del sistema financiero se multiplicó por 5,
de modo que
- las hipotecas, el crédito del coche y el de los estudiantes fueron el pretexto para
- construir una inmensa torre de deuda improductiva de dimensión desconocida que
- se alimentaba de la codicia de unos banqueros -al sol y en la sombra- que
- capturaron al regulador para lograr niveles desorbitados de apalancamiento financiero y
- la apropiación de una parte creciente del valor añadido.
En el acto segundo del drama,
- la crisis financiera y bancaria se ha transformado en una crisis de la deuda soberana que
- realimenta de nuevo a la primera y que
- las autoridades europeas son incapaces de gestionar.
Si hay vías de agua, no hay que culpar a los fontaneros, se dice, sino a la prodigalidad del sur que fue la causa. O, cambiando de metáfora, si esta nave llamada Europa embarca agua, la culpa no es de los pilotos.
Desde el lanzamiento del euro hasta aquel Tratado que se sometió a referéndum en 2005, se hizo evidente que
- había un evidente defecto de construcción.
Algunos lo vieron, pero la mayoría de los que estaban en el puente del barco siguieron a Prodi cuando dijo "el euro nos obligará a introducir un nuevo conjunto de instrumentos de política económica. Es políticamente imposible proponer esto ahora.
- Pero un día habrá una crisis y nuevos instrumentos serán creados".
El navío zarpó así con unas deficiencias
que ahora en medio de la tormenta no se aciertan a arreglar y amenazan con hacerlo zozobrar.
Para mayor torpeza, la oficialidad al mando ordena acelerar la velocidad de crucero -hay que llegar al puerto del 3% de déficit cuanto antes- con lo que se embarca aún más agua todavía; porque además el mecanismo de achique (Fondo de estabilidad) no solo es insuficiente sino que su motor resulta gripado por los golpes de la mar.
Los defectos constructivos son de enjundia:
- Primero
: una idea de estabilidad que ignora la gran enseñanza de Keynes de que
- la frugalidad solo es virtuosa cuando es consecuencia de la acumulación.
-el ahorro es la cola de un perro llamado inversión, resumió el Nobel James Meade,
- porque de otro modo es simplemente recesivo.
- Segundo: la falta de mecanismo alguno de estabilización fiscal común propio de una
zona monetaria. Y
- Tercero: un modelo institucional de un Banco Central sin Estado y de un Estado sin
Banco Central.
Con esos rasgos constructivos la nave nunca debió haberse hecho a la mar.
Como expusiera Robertson en su "Diálogo entre Sócrates y un economista",
- las promesas de pago que representa el dinero están finalmente sustentadas por
- otras promesas más sagradas que las propias promesas:
- la deuda del Estado que es quien tiene la facultad de imponer tributos.
De la misma manera,
- el principio de no monetización del déficit (intermediación del mercado) no puede significar
- renuncia del Banco Central a su papel de prestamista de última instancia,
- no solo de la banca sino del propio Estado,
- si se quiere evitar la bola de demolición de los mercados operando con sus armas financieras
de destrucción masiva que hacen de sus apuestas profecías autocumplidas.
El Fondo de Estabilidad y su tamaño no son la clave, porque estamos ante un argumento circular en los que los avalistas y los avalados se confunden y,
- a poco que la recesión avance, perderá su equilibrio.
- La respuesta solo puede venir del Banco Central, institución insustituible y complementaria
a la del Estado.
Por eso Estados Unidos y Gran Bretaña
- no han mostrado ningún reparo en
- hacer adquisiciones masivas de deuda pública (quantitative easing)
- mediante creación de dinero, con el efecto de
- reducir los tipos a largo,
- empujar al alza los mercados de valores y
- con todo ello a la demanda.
El balance de la Reserva Federal multiplicó por 2,5 su tenencia de deuda y activos hasta llegar a 2,4 billones ya en 2009 y el Banco de Inglaterra en esas fechas hizo igual comprando más de 150.000 millones de libras, una cantidad todavía hoy no igualada por el Banco Central Europeo.
- La enorme expansión de los balances de los Bancos Centrales
- no es un mecanismo inflacionista
- porque crea liquidez pero no crédito:
- los bancos no prestan el dinero del banco central,
- prestan su propio dinero,
- el que crean con su crédito.
Es más,
- la garantía de éxito frente a la bola de demolición reside en el cierre del defecto institucional:
- el mero anuncio de una política a ultranza de defensa de unos estados que son solventes
- haría innecesaria la propia intervención.
Si en el período de entreguerras
- el apego a la reliquia bárbara del patrón oro amenazó con enterrar la civilización bajo
una cruz de oro,
- hoy un monetarismo latente se postula a hacer lo mismo con Europa bajo la cruz del euro.
Después de habernos regalado el fuego del sueño de un continente unido y en paz, hoy estamos ante la amenaza de que nuestro sueño nos sea robado.
Pero no nos engañemos, no es que Europa sufra el rapto de Zeus, la insondable dificultad de los tiempos que nos arrastra, sino que como en el mito de Prometeo
- permanece encadenada a sus propios prejuicios,
- a un nuevo fundamentalismo de mercado pretendidamente basado en una ortodoxia económica
- que no merece el nombre de ciencia.
Es ante esta constatación cuando resuenan en mi memoria las palabras del filósofo Charles Taylor:
- "Los economistas deslumbran a los legisladores y burócratas con sus sofisticadas matemáticas, - aun cuando se sirven de ello para envolver un pensamiento político tosco con resultados potencialmente desastrosos".
Lástima que el sesgo ideológico de esos políticos sólo les deje deslumbrarse por esos economistas que "no lo vieron venir", que hoy citan a un Minsky que ayer desconocían y que en el fondo
- nunca entendieron la revolución keynesiana y
- cómo el crédito crea los depósitos y la inversión el ahorro.
Las águilas guardianes de la ortodoxia rodean las instituciones, pero
- no perdemos la esperanza de que cada vez surjan más y más economistas y políticos que
- con el coraje de Heracles se atrevan y consigan finalmente liberar a Europa de sus cadenas
- y recuperar el fuego del sueño europeo.
Que así sea.
Alberto Alberdi Larizgoitia - Economista - DEIA - Bilbao - 6-Nov-2011

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