En muchos casos de países que han sido exitosos parece aplicarse la máxima de Deng Xiaoping, líder de las reformas en China: "Qué importa que el gato sea blanco o negro, lo que importa es que cace ratones".
El enorme progreso de Chile en los últimos veinte años está muy ligado al pragmatismo que ha imperado en la conducción política y económica: la prudencia de Aylwin, la visión de futuro de Frei, la reconstrucción de las confianzas de Lagos y el acercamiento del Estado a la gente de Bachelet han permitido una lógica de colaboración y de acuerdo en los asuntos más relevantes. Sin embargo, éste no es un rasgo que esté suficientemente asentado en la actual élite dirigente.Las experiencias de progreso sostenido están normalmente asociadas a una fuerte dosis de pragmatismo, como la que mostraron los líderes de la Europa de posguerra, en la transición de España, en la reconstrucción de Japón o en la reciente transformación de China. En todos estos casos se aplica la máxima de Deng Xiaoping, líder de las reformas de China: "Qué importa que el gato sea blanco o negro, lo que importa es que cace ratones".Cuando la sociedad se agota del conflicto o en la población cunde la frustración con la situación imperante se necesita acentuar la mirada en las consecuencias de las políticas antes que en sus fundamentos ideológicos. En caso contrario se incrementa el riesgo del populismo, como ha sido frecuente en América Latina. La madurez de la sociedad está directamente relacionada con la capacidad de sus líderes para adoptar el pragmatismo como una condición necesaria para superar los problemas.Así, el pragmatismo se instala en torno a la idea de un cambio que busca trasformar la realidad en la dirección deseada. Además, el pragmatismo no tiene complejos para utilizar los instrumentos que conducen a ese cambio, sean el mercado o el Estado. Está consciente de las imperfecciones de cada uno, pero reconoce a este último como el articulador indispensable de las transformaciones.La ideologización es la antítesis del pragmatismo, por lo que el desafío para el país es institucionalizar esta nueva forma de mirar los temas públicos. La dificultad aparece porque la identidad de los bloques políticos está excesivamente asociada al pasado y la Alianza, además, tiene una incomprensible aproximación doctrinaria a los temas públicos. Por estas razones el camino del pragmatismo ha sido áspero y a menudo incomprendido.
En el actual escenario de incertidumbre y cambio acelerado que se produce por
- los avances de la tecnología,
- el acceso a la información,
- la globalización y
- los cambios culturales,
el pragmatismo es un ingrediente aún más indispensable en la conducción de los asuntos públicos.
Temas sensibles como
- la penetración de la delincuencia y de la droga,
- la calidad de la educación,
- la dualidad en el mercado del trabajo,
- una profunda descentralización o
- el cuidado del medio ambiente,
necesitan de
- enfoques pragmáticos,
- tecnologías modernas y
- gestión de punta.Sin embargo, hay que estar consciente de que desprenderse de las ideologías lleva necesariamente a abrirse a nuevas interpretaciones de la realidad y de los fenómenos sociales. A partir de esta mirada se deben redefinir los valores que orientan las políticas públicas para que adquieran validez general.Asumir con audacia el pragmatismo significa redibujar el entramado institucional que nos rige, incluyendo el modelo de gobernabilidad, de modo de ser más rápidos y flexibles en la reacción ante las oportunidades y amenazas que surgen en el camino. Se requiere innovar en la lógica misma que permite enfrentar constructivamente el conflicto y gestionar los cambios, lo que implica nuevas formas de colaboración, relaciones más horizontales y una mayor calidad de las decisiones públicas.El primer paso para asentar el pragmatismo es acercar la política a la gente. Las opciones de blanco o negro de las élites son sólo un espectáculo que no sirve al país en movimiento. Esto significa atender la débil representatividad y escasa legitimidad que hoy tiene el sistema político. La baja en la identificación de la población con los referentes políticos principales y los dos tercios de jóvenes que no están inscritos en los servicios electorales nos muestra la brecha que debemos reducir.En segundo lugar, hay que generar un ambiente institucional que tenga capacidad de gestión y que dé cuenta de ella, para lo cual es indispensable una orientación a resultados, sistemas modernos de control, contrapesos efectivos y visión estratégica. El objetivo ineludible es lograr una política social que asegure una efectiva igualdad de oportunidades, que es indispensable para lograr un contrato social que aliente la responsabilidad personal, una mejor convivencia y la confianza entre las personas.Tercero, hay que asumir que estos desafíos no dejarán a nadie indiferente y que en muchos casos será difícil arribar a consensos. Por esta razón, junto con tener un adecuado liderazgo es indispensable generar un ambiente de colaboración y confianza entre el Estado, las empresas y las organizaciones de la sociedad. Las soluciones de calidad a los nuevos temas requieren incorporar con prudencia las perspectivas y los aportes de cada uno de ellos.En este sentido, la iniciativa de la Presidenta de construir un amplio pacto social está en clara sintonía con la aspiración profunda de la gente. Esta propuesta asume el pragmatismo como eje orientador y debe tener el respaldo de todos quienes desean poner los resultados para el país en el primer lugar de su acción política.
Opinión - "El Mercurio" - Santiago de Chile - 16-Oct-2007
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