Cubiertos por una gélida manta de nieve, los gallegos, españoles y europeos estamos comprobando hasta qué punto es cierta "la teoría del calentamiento global" que va a convertir a nuestro planeta en un enorme desierto del Sahara.
Una ola de frío como no se recordaba desde hace años
- ha forzado efectivamente el cierre del principal aeropuerto de España además de
- congelar la circulación en muchas de las carreteras de la Península;
pero esos datos no hacen sino confirmar los augurios del profeta Al Gore y sus apóstoles del cambio climático.
Las temperaturas casi polares que en estos días inaugurales del año afligen a Europa parecen desmentir los calurosos vaticinios del ex vicepresidente de Estados Unidos y sus numerosos seguidores en el mundo, pero en realidad no hay contradicción alguna.
Obsérvese que tanto Gore como los tropecientos científicos contratados por la ONU para predecir el tiempo de los próximos siglos pronosticaron que de aquí a cincuenta años -como mucho- se habrán derretido de calor los casquetes de los dos polos. Razón no les faltaba, contra lo que pueda parecer.
Simplemente, se conoce que la fundición de los polos norte y sur ha desaguado la actual ola de frío que hace tiritar a Galicia, a España y mayormente a aquellos países de Europa privados de combustible para la calefacción por Rusia.
Los escépticos de costumbre dirán que el clima es cambiante por su propia naturaleza, de tal modo que nada hay de particular en que se alternen -aquí en Galicia- las glaciales temperaturas de este invierno con los calores del ardiente verano de 2006, por citar sólo un par de ejemplos contradictorios.
Más o menos, eso es lo que ha venido sucediendo durante las últimas décadas, pero tampoco hay por qué ser tan suspicaces.
En realidad, la teoría del calentamiento global del planeta es del todo compatible con el dato de que Galicia y Europa en general padezcan ahora mismo el invierno más frío que se recuerda desde hace doce años. Después de todo, este antiguo reino de Don Manuel es un lugar aparte con sus propias peculiaridades climáticas, por lo que no cuenta a la hora de formular pronósticos de carácter más amplio y universal.
Cierto es que -felizmente- juega a nuestro favor el hecho de que los malos agüeros de los profetas del calentamiento global no se hayan cumplido aún en lo que atañe a Galicia. Al menos por el momento, este todavía lluvioso reino no ha sufrido la constante subida de temperaturas y del nivel del mar que, de acuerdo con la hipótesis Gore, transformará a la vieja tribu de Breogán en un país tropical amenizado por las maracas de Antonio Machín: aquel mulato precursor de Obama que no en vano era hijo de un emigrante de Lugo a Cuba.
Ninguna de las 772 playas gallegas ha perecido por lo de ahora bajo las aguas y tampoco sería normal que tal adversidad sucediese en un plazo de tiempo razonable, a juzgar por las bajas temperaturas que nos siguen obligando a tirar de estufa.
Dadas las circunstancias, difícil será convencer a los gallegos de que el mundo está a punto de cocerse con los rigores del cambio climático, cuando aquí -y en el resto de Europa- estamos tiritando ahora mismo bajo una ola de frío como no se recordaba desde hace tiempo.
Los más extremados tenderán a pensar que tal vez llevasen razón los científicos que hace apenas treinta años pronosticaron -para luego desdecirse- la llegada de una nueva Edad del Hielo a la Tierra.
Los creyentes, que de todo hay, seguirán militando a su vez en la nueva religión del calentamiento global. En cuanto a los gallegos, lo más probable es que se acojan a su viejo lema: por un lado ya tú ves, y por el otro, ¿qué quieres que te diga?
De momento, seguimos recurriendo al "cocido" para combatir el cambio climático.
Anxel Vence - "Faro de Vigo" - Vigo - 10-1-2009
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