La crisis económica,
política y cultural que vive el país ha sentado a los franceses en el
diván.
Confirmado. No ha sido una ola
azul (el color de la derecha francesa), sino un
auténtico tsunami azul marino
(por Marine Le Pen, líder del
ultraderechista Frente Nacional) el
que le ha pasado por encima en las elecciones municipales al socialista François
Hollande que, desde que
llegó a la presidencia en 2012, ha decepcionado a casi todo el mundo.
Entre las razones de su impopularidad (solo
el 19% de los franceses aprueban su gestión) están un mediocre
desempeño económico, pese a sus promesas, y una alta
tasa de paro para los estándares galos: 3,3
millones.
El declive francés no es un
asunto menor.
- Francia es la cuarta
economía del G-8, tras Estados Unidos, Japón y Alemania, o
- la quinta del mundo, si
se cuenta China.
- Sus 68 millones de habitantes
constituyen sólo el 1% de la población del planeta, pero
- detentan el 3,1% del PIB
mundial.
- Es el tercer receptor de
inversión directa extranjera,
- el segundo proveedor de
servicios,
- el segundo exportador de
productos agrícolas y agroalimentarios,
- la cuarta potencia
comercial (cuarto exportador y quinto importador) y
- está en el quinto puesto de la
producción industrial.
Es,
además,
- el primer destino turístico del
mundo.
Y sin
embargo, la crisis económica, política y cultural que
vive el país
-
ha sentado a los franceses en el diván:
-
sus habitantes ven desvanecerse su famosa calidad de vida,
-
una auténtica historia de éxito social con pocos ejemplos equiparables,
y
-
la desafección política, en una sociedad en la que
- el debate público está considerado
como una de las bellas artes,
-
empieza a calar en la población.
El
hundimiento del Partido Socialista coincide con el
auge imparable de Le Pen, probablemente la política
con más olfato ahora para recoger el sentir de la calle.
La hija de Jean Marie Le
Pen, además de ser la
más valorada por sus compatriotas, tiene desde este momento
14 alcaldías, el mejor resultado en 42 años de
historia.
“Hace seis
años, nos daban por muertos”, declaró este domingo, radiante, a Le Monde.
No es para
menos. Desde que tomó las riendas del partido en 2011, ha reciclado el discurso
de extrema derecha y populista en uno que podría suscribir hasta la extrema
izquierda, calcado de algunos famosos intelectuales antiglobalización que no
comulgan con las tesis del FN.
"El horror ultraliberal, es decir, la
sociedad de la pobreza y de la desigualdad, eso es lo que han construido
la izquierda y la derecha y todos sus aliados durante estos años en el
poder", afirma.
Se calcula
que un 30% de sus votantes pertenecen a la clase
obrera y, aunque parezca increíble, está ganando adeptos incluso
entre los franceses de origen inmigrante, en vista de
los resultados que el partido ha obtenido en Marsella.
Con la
vista puesta en las europeas de mayo (su verdadero
objetivo y con los sondeos otorgando al FN hasta un 24% de intención de voto)
y el horizonte en 2017, ya hay quien piensa que en
unos años no sería descabellada una repetición del episodio de 2002, cuando los
franceses tuvieron que ponerse una pinza en la nariz para ir a votar al
desacreditado Jacques Chirac con tal de impedir la
victoria del Frente Nacional en la segunda vuelta de las
presidenciales.
En
Francia, como ocurre en el resto de
Europa,
-
son los populismos los que están recogiendo los frutos de
- el descontento,
- el paro galopante y
- las consecuencias de una pavorosa crisis económica que
-
ha dejado muchas víctimas en el camino y
-
ha creado un divorcio entre los políticos y la población.
Y esto
es peligroso porque
-
la receta económica de Marine Le Pen para rescatar a Francia
es
- frenar la inmigración,
- implantar el proteccionismo,
- abandonar el euro y la Unión Europea.
Si
la clase política europea y francesa no reaccionan, y pese a la victoria de la socialista
Anne
Hidalgo en la capital francesa, la carrera ascendente de Le Pen
desmentirá hasta al propio Bogart:
- "Siempre nos quedará París".
Y
si eso ocurre, como le dice a Bergman en
Casablanca,
- lo lamentaremos, quizá no hoy, quizá no
mañana, pero pronto y para siempre.
Al fin y
al cabo, Francia
- siempre ha sido un laboratorio de lo que está
por venir.
- Para lo bueno y para lo
malo.
Cecilia Ballesteros - El País - Madrid - 31-Mar-2014
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