La Democracia no
existió siempre. Nació, sino un día, sí en un tiempo histórico determinado: allá
por el 1680.
La Griega se llamaba
igual, pero era otra cosa.
Pensándolo un poco más,
aquella Democracia primigenia, fruto de la Gloriosa Revolución inglesa
también era otra cosa, comparado con la que tenemos
hoy.
Eso no debe extrañarnos, muchas otras
cosas han cambiado a lo largo de los siglos que nos separan de aquél
descubrimiento maravilloso del ser humano y es lógico que las
reglas básicas de la convivencia en sociedad se hayan adaptado a las mutaciones
de esas sociedades.
Pero que las cosas cambien no
significa, ni justifica, que no se deba, de tanto en tanto, parar los pies y
pensar un poco,
- a ver si los cambios son
pa’ mejor o pa’ pior.
Es bueno y hasta necesario
preguntarnos, por ejemplo:
- ¿para qué se creó la
Democracia?
- Y para qué sirve hoy?
- Sigue siendo fiel a sus
orígenes?
- ¿Sigue siendo relevante y
útil para atender a las causas que la hicieron nacer?
Porque, quizás, nos encontremos que
- por el camino se nos cayeron
algunas prendas importantes y que
- lo que hoy tenemos se
llama igual pero no es lo
mismo.
La Democracia
“madre” de nuestra democracia actual nació de una preocupación
medular:
- cómo proteger a las
personas del despotismo de los gobiernos y
- ello referido a dos
valores básicos que se consideraban unidos en la conformación del ser de la
persona;
- la libertad y
- la propiedad.
Fue concebido como
- un mecanismo para
impedir que el gobierno aplique decisiones que me afectan en
mi ser más
íntimo.
- Que, precisamente para
ser, requiere de autonomía y ésta
de
- el derecho a la
libertad y la capacidad (propiedad) para vivirla
prácticamente.
Traducido a la práctica, significaba
que
- el gobierno no podía
disponer de mí (meterme preso, obligarme a ser soldado, etc),
- ni de mis cosas
(expropiando o cobrándome impuestos confiscatorios), en forma arbitraria
y para ello,
- para protegerme, existía una
institución, llamada Parlamento,
que era la
base de la
Democracia.
Hoy, es así? Más bien que
no.
Una de las cosas que
más han cambiado de esto
que seguimos llamando
democracia es que
- aquella
institución, ubicada enfrente al poder, del lado de los
ciudadanos,
- encargada de que aquél
no espolie a éstos, (entre otras cosas curtiéndolos a impuestos) ,
- hoy se pasó para el
otro lado y es cadena de trasmisión del gobierno en la creación de más
y más impuestos,
- acompañando la creencia,
recientemente explicitada por un senador del MPP que
- se debe castigar a ciertos
ciudadanos en función de sus
propiedades.
O sea,
- un integrante del Parlamento
que concibe su rol como el de un verdugo.
Dicho en otros términos,
- quién nos protege de la
voracidad fiscal de los gobiernos?
- El parlamento ya claramente
no.
- Si la Democracia no hace
eso, sigue siendo Democracia?
- Si fue creada para atajar la
angurria impositiva y no lo hace,
- quién queda para proteger a
las personas?
La realidad es que
- se ha roto aquel
equilibrio imaginado por los creadores de la Democracia.
Hoy el parlamento se llama Poder
Legislativo y
- no responde a los ciudadanos
que se supone, debe
proteger.
- Es una rama del
poder que lleva adelante los deseos del gobierno de sacarle más y más plata
a
los gobernados.
El ejemplo más reciente de esto es el
proyectado Impuesto al Patrimonio sobre la propiedad
agropecuaria. ¿Porqué se crea? Porque el poder central se vio frustrado en su
intento
anterior.
Un pésimo impuesto, que el propio
partido de gobierno se había comprometido a eliminar con carácter general.
Un castigo,
como quiere Agazzi, que saca recursos tanto en años buenos como en los malos y
que repercute negativamente sobre el ahorro y la inversión.
- ¿Para qué? Supuestamente
para arreglar caminos, que no han arreglado a pesar de estar
- en los máximos niveles de
carga tributaria en tiempos normales de la historia del
país.
Porque ésa es la otra parte de la
historia:
- nadie nos protege de que a
cada rato el poder nos saque más y más plata,
- al tiempo que nadie impide
que esa descomunal riqueza, generada por los orientales,
- sea gastada de forma cada
vez más ineficiente.
- Peor educación, pésima
seguridad, deficiente salud … peores puentes y caminos … sumá y
seguí.
Estamos con uno de los niveles de
carga tributaria más altos de nuestra historia, totalmente excesivos para un
país no desarrollado y soportando los peores servicios estatales desde que tengo
memoria.
Ese no es el sentido de la
Democracia. Más bien al revés.
Tal parece que hemos vuelto a
la realidad anterior a 1680.
Ignacio de Posadas - El País - Montevideo - 20-Jun-2013
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