El anuncio de Holanda de la sustitución
del Estado de bienestar por una “sociedad participativa”
puede ser la noticia del año
El anuncio del
Gobierno holandés la semana pasada sobre
- está en la parrilla de salida para
constituir la noticia del año.
Sin duda que el
titular ha sido algo grueso ya que la lectura del discurso ofrece algunos
matices importantes. Con todo, la alarma está
justificada:
- si los
holandeses, que son un paradigma de riqueza, eficiencia y democracia y
- se
mueven como pez en el agua por la globalización declaran
-
difunto el modelo social europeo,
- ¿qué
esperanza nos queda a los que vivimos en países con modelos económicos fallidos,
-
sistemas políticos disfuncionales y sociedades mucho más cerradas al exterior?
- ¿Cómo
no sumirse en la depresión si se nos dice que
- el
inmenso destrozo causado por las políticas de austeridad no va
a servir para
- hacer
sostenible aquello que mejor nos define ante el mundo y que
-
consideramos que es la aspiración lógica y natural de cualquier
individuo y colectivo?
-
¿Significa eso que Europa ya no progresará más,
- que ha
tocado techo y, a partir, de ahora,
retrocederá?
Una sociedad se
sostiene sobre tres contratos.
El
primero es el Contrato Intergeneracional
Gracias a él,
- los que
trabajan sostienen a los dependientes, mayores y menores.
Aunque a veces se
olvide, las pensiones no se pagan con el ahorro generado por los pensionistas
mientras trabajaban, sino con los impuestos de los que están trabajando.
Esa transferencia
masiva de renta entre generaciones (que representará 121.000 millones de euros
en España en 2013, el 12% del PIB), es aceptada por la sociedad sin
cuestionamiento alguno.
Los mayores, como
gustan de decir los políticos, son “nuestros” mayores, apuntando a la fortaleza
del vínculo identitario y social subyacente en la política de pensiones.
Un
sistema de pensiones basado al 100% en la
capitalización, en el que
- la
pensión simplemente significara la recuperación del ahorro
privado que
-
cada individuo ha logrado acumular a lo largo de su vida laboral
implicaría
- un
cambio radical en nuestro modelo político, económico y
social.
El
segundo es el Contrato Interclasista.
Subyacente
también a nuestra convivencia está
- la
aceptación de transferencias de renta desde
- las
clases sociales más favorecidas a las menos pudientes.
Los
impuestos progresivos, que también aceptamos
con naturalidad, son la mejor prueba de ese contrato.
- ¿Por
qué tiene que pagar más quien más tiene?
- ¿No
sería más justo que todos pagaran el mismo porcentaje?
Es un
planteamiento frecuente entre los libertarios estadounidenses, partidarios de un
Estado mínimo que sólo garantice la propiedad privada y el cumplimiento de los
contratos (con la ayuda de ciudadanos armados, claro está).
Pero en
la Europa del Bienestar ningún partido se atrevería a
presentarse a unas elecciones con un programa que propusiera
suprimir los impuestos progresivos y, por tanto,
- las
políticas de igualdad de oportunidades (desde la educación hasta la
salud) que
-
garantizan (al menos en teoría) que no sea la cuna o la
extracción social, sino
-
el mérito, lo que determine la posición de los
individuos en la sociedad.
El
tercero es el Contrato Interterritorial.
Todo Estado tiene
territorios más ricos y más pobres, y
- no
acepta como un orden natural de las cosas que existan y se
perpetúen
-
diferencias de riqueza relativa entre sus territorios.
Independientemente del debate sobre las causas de esas
disparidades y los métodos para atajarlas, el consenso es que
- hay que
corregirlas mediante transferencias de renta
- de las
regiones más ricas a las más pobres y que sin cohesión
territorial
- es
imposible mantener la estabilidad y unidad de un
país.
Esos tres
contratos expresan, como los estadounidenses
gustan de decir,
- el modo europeo de vida.
En Europa,
la democracia europea es producto de
- un
gran pacto entre capital y trabajo que se sustancia en,
precisamente,
- la
aceptación de una economía basada en la iniciativa privada
a cambio de
- un
Estado social redistribuidor a lo largo de esas tres
dimensiones.
Los
límites de ese Estado
- se
pueden recortar o rehacer, pero no deshacer
- sin
provocar un cataclismo social.
Sin
- solidaridad intergeneracional,
- igualdad de oportunidades y
- cohesión territorial,
- nuestras sociedades dejarían de existir
como tal.
Algunos, como
el Gobierno holandés, piensan que es imprescindible
que
- algunos
elementos del bienestar se devuelvan a los ciudadanos
mientras que
-
otros se descentralicen a las administraciones locales,
aliviando así
- al
Estado de una carga que entienden excesiva. Y a la vez,
- están
abanderando el proceso de repatriación de competencias
-
desde la UE al ámbito nacional.
Pero lo
sorprendente de este debate es que soslaye una alternativa muy
evidente: que
- la
única manera de mantener ese triple contrato vivo sea
-
elevar progresivamente esas tareas al ámbito europeo y
-
reconstruir allí el Estado del bienestar.
Claro que
no es un camino fácil, pero
- tirar
la toalla,
- cavar
trincheras nacionales y
-
parapetarse detrás de ellas
- no
parece la mejor manera de ganar el futuro.
José Ignacio Torreblanca - El País - Madrid - 28-Sep-2013