lunes, 25 de enero de 2010

Existir o no existir

En momentos en que opinan acaloradamente quienes han tenido y tienen responsabilidades en la banca central de nuestro país y muchos de los entusiastas de esa entidad, es conveniente hacer un alto en el camino y mirar más allá del atropello a normas establecidas para detenerse a considerar el significado de aquella institución monetaria.

Milton Friedman ha expresado en sus conferencias en Israel -publicadas en "Moneda y desarrollo económico" - que
- "Llego a la conclusión de que la única forma de abstenerse de emplear la inflación como método impositivo es no tener Banco Central. Una vez que se crea un Banco Central, está lista la máquina para que empiece la inflación".
Y Hayek, en "La desestatización del dinero" , insiste en que
- Debe permitírsele a la gente que elija los activos monetarios que considere pertinentes para realizar sus transacciones, en cuyo contexto subraya la importancia de abrogar el curso forzoso".
Estos dos premios Nobel en Economía han abierto cauces para que innumerables trabajos académicos se pronuncien en esa misma dirección.
Es que las autoridades de la banca central sólo pueden decidir entre tres cursos de acción posibles:
- a qué tasa expandirán la moneda,
- a qué tasa la contraerán o
- si dejarán inalterada la base monetaria.
En cualquiera de los tres casos, inexorablemente se estarán alterando los precios relativos, con lo que la asignación de los siempre escasos recursos quedará desarticulada; lo cual, a su turno, debido a la disminución en las tasas de capitalización, se traduce en una disminución en los salarios y en los ingresos en términos reales.
No parece serio -más bien resulta tragicómico- que se declame que la entidad de marras es para preservar el valor de la moneda cuando, por ejemplo,
- en el caso argentino, desde su creación en 1935 a la fecha, deben agregarse diez ceros a la divisa (un peso de entonces equivale a diez mil millones de hoy), y
- en Estados Unidos, desde 1913, en que se creó la Reserva Federal, un dólar equivale actualmente a once centavos. En este último caso, solamente durante la gestión de dieciocho años de Alan Greenspan al frente de esa entidad, los precios al consumidor se elevaron un setenta y cuatro por ciento según los datos oficiales.
Como una nota al margen, destaco que el congresista estadounidense Ron Paul acaba de publicar un libro titulado "End the Fed" (que figura en la lista de los best sellers del New York Times ) en el que se refiere al historial de esa entidad y, por otra parte, subraya la espiral inflacionaria en ciernes debido, principalmente, a la monetización de la deuda y, ahora, a la compra adicional de hipotecas sin garantías suficientes en aquel país y los graves peligros que anuncian los abultados "salvatajes" por los que se transfiere coactivamente el fruto del trabajo ajeno para alimentar empresarios ineptos e irresponsables.
Estoy familiarizado con la cantinela de que hay que ser práctico y adaptarse a lo políticamente posible, pero todo lo que usamos a diario, desde la computadora hasta el microondas, y las ideas que se aplican en el mundo se deben a propuestas de teóricos.
En este sentido, el llamado práctico no hace más que obedecer los dictados de quienes elaboran teorías. Para correr el eje del debate es menester despejar telarañas mentales y no dar por sentado el statu quo.
Como han explicado innumerables economistas, la independencia del Banco Central es del todo irrelevante en el contexto de lo que venimos diciendo.
- Si
el directorio de esa entidad es independiente del Poder Ejecutivo, e incluso del Parlamento, en el sentido de que no recibe instrucciones de política monetaria (aunque la pueden coordinar), de todos modos,
- Si dispone de las atribuciones y facultades propias de la banca central, se encuentra en el mismo dilema antes referido respecto de los tres caminos por seguir; con lo que podemos concluir que, en esa situación, la banca central se equivocará "independientemente".
No se me escapa el clima político enrarecido que se vive en la Argentina, donde aún no se ha comprendido la importancia vital de contar con precios que no están manipulados por comisarios irresponsables e ignorantes de las funciones más elementales de los procesos de mercado, y donde los megalómanos del momento también pretenden redistribuir los ingresos que pertenecen a otros.
Y esto no es un problema del matrimonio gobernante, al que en general se rechaza por los modales arrogantes, soberbios y confrontativos, sino que se trata de una noción lamentablemente muy extendida y que cala muy hondo en los sectores más insospechados.
El tema monetario resulta especialmente delicado:
- los argentinos tenemos sobrada experiencia de hiperinflaciones y demás variantes de estafas legales,
- impuestas siempre desde el aparato de la fuerza
- supuestamente establecida para proteger los derechos de los gobernados.
Como ocurría antes de la irrupción de la llamada autoridad monetaria y de las cajas de conversión, los precios de la unidad monetaria (su poder adquisitivo) variaban según las respectivas valorizaciones del mismo modo que hoy ocurre con otros bienes y servicios en el contexto internacional.
Como queda expresado, la producción política de dinero necesariamente distorsiona los precios relativos, mientras que la producción endógena al mercado es consecuencia de las antedichas valorizaciones.
En esta misma línea argumental, es importante estudiar la posibilidad de reformar el sistema bancario para eliminar el método fraccional manipulado por la banca central, que mantiene en jaque a todo el sistema financiero cada vez que se produce un cambio pronunciado en la demanda de dinero vía "las corridas bancarias".
Entre los economistas, hay un debate desde hace siglos entre la reserva total y el free banking -que promete otras décadas adicionales de discusión-, pero, en todo caso, los contendientes coinciden en que el sistema fraccional manejado por la autoridad monetaria se traduce en el peor de los mundos.
Dicho sea al pasar, esto no debe confundirse con el desafortunado "sistema de bancos garantidos" de 1887, adoptado en nuestro país y copiado de la ley norteamericana de 1863, que produjo allí la inflación de los "greenbacks" y, por estos lares, contribuyó grandemente al derrumbe de los años 90.
Tampoco tiene sentido argumentar que no resulta posible la reforma monetaria a la que aquí aludimos, debido a que el dinero es un "bien público", ya que la moneda no calza en las conocidas condiciones de
- no exclusión y
- no rivalidad.
Sin duda que los problemas señalados se extienden al manejo por parte de la banca central de
- la tasa de interés,
- la política cambiaria,
- junto con redescuentos,
- manejos de encajes y
- operaciones en el mercado abierto.
La tasa de interés constituye un precio clave
, puesto que revela la relación consumo presente-consumo futuro: si ahorramos todo lo que tememos, nos morimos por inanición hoy, y si nos consumimos todo lo que tenemos en el presente, nos moriremos por inanición mañana.
La tasa de interés indica cuánto consumir hoy y cuánto mañana. Si las autoridades inciden en que la tasa resulte más baja a la del mercado, en la evaluación de proyectos de inversión aparecerán como negocios los que en verdad serán antieconómicos y, por ende, consumirán capital.
De la misma manera, el tipo de cambio es otro precio del que depende toda la estructura del comercio exterior. La manipulación gubernamental en la relación de cambio entre las divisas contrae y estimula artificialmente las importaciones, las exportaciones y los movimientos de capital con los consiguientes efectos negativos sobre el nivel de vida.
Claro que el día en que se decidiera ejecutar estas medidas para volver a la disciplina monetaria, los tecnócratas especializados en dictaminar acerca del fruto del trabajo ajeno deberán dedicarse a actividades útiles (del mismo modo que ocurrirá con los "expertos fiscales" el día que nos liberemos de la maraña impositiva de dobles y triples imposiciones) y
- quedará en manos de la justicia la condena a procedimientos bancarios, monetarios y financieros
- que incumplen contratos o
- signifiquen de oficio lesión de derechos de terceros.
Alberto Benegas Lynch - "La Nación" - Buenos Aires - 25-Ene-2010

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