Pero no es un gigantesco concesionario de la marca japonesa, sino el Cuartel General de una misión de la ONU, destacada en el país más pobre de América para sacarlo de la miseria.
A la organización con sede en Nueva York le han llovido las críticas no sólo por la lentitud con que actuaron tras el seísmo, pese a llevar 6 años en Haití.
También porque
- durante los primeros días parecían no tener cabeza para nada distinto que no fuera rescatar a sus funcionarios, atrapados en las ruinas de una de sus sedes, y
- asegurar que el resto de su personal abandonaba sus casas y se refugiaban en el Minustah (nombre de la misión especial).
Allí podían dormir en tiendas de campaña y habitáculos prefabricados que no les enterrarían vivos en caso de otro terremoto.
- Los haitianos quedaron relegados a un segundo plano:
"No sólo nos acantonaron a todos, sino que durante tres días ni siquiera querían que fuéramos a la calle para ayudar a las víctimas. Muchos desobedecimos porque no podíamos quedarnos con los brazos cruzados mientras la gente se moría afuera", me dijo uno de los policías destacados en Haití desde hace un año y que, como es normal, pidió que ni mencionara su nacionalidad y menos su nombre.
Otro me contó que
- no sólo la pesada burocracia retrasa todo,
- sino las politiquerías y las luchas intestinas de más de un funcionario.
"Su interés primordial", me contaban, "es medrar para que les suban de categoría. No les gusta que nadie haga más que ellos para que no se note que no hacen nada". Por tanto, nada de iniciativas sino borregos que no se salgan de la manada.
Lo de los Toyota no es una mera anécdota. Mientras decenas de ellos pasan las jornadas en los aparcamientos, Unicef, por ejemplo, y según me confesó un alto cargo de dicha entidad, no dispuso de transporte suficiente los primeros días para recorrer los hospitales y los centros sanitarios de campaña a fin de censar a los niños que llegaban sin acompañantes y evitar que los robaran.
"Da rabia ver que hay muchos coches sin utilizar y nosotros hemos tenido escasez hasta de gasolina", decía.
A la organización con sede en Nueva York le han llovido las críticas no sólo por la lentitud con que actuaron tras el seísmo, pese a llevar 6 años en Haití.
También porque
- durante los primeros días parecían no tener cabeza para nada distinto que no fuera rescatar a sus funcionarios, atrapados en las ruinas de una de sus sedes, y
- asegurar que el resto de su personal abandonaba sus casas y se refugiaban en el Minustah (nombre de la misión especial).
Allí podían dormir en tiendas de campaña y habitáculos prefabricados que no les enterrarían vivos en caso de otro terremoto.
- Los haitianos quedaron relegados a un segundo plano:
"No sólo nos acantonaron a todos, sino que durante tres días ni siquiera querían que fuéramos a la calle para ayudar a las víctimas. Muchos desobedecimos porque no podíamos quedarnos con los brazos cruzados mientras la gente se moría afuera", me dijo uno de los policías destacados en Haití desde hace un año y que, como es normal, pidió que ni mencionara su nacionalidad y menos su nombre.
Otro me contó que
- no sólo la pesada burocracia retrasa todo,
- sino las politiquerías y las luchas intestinas de más de un funcionario.
"Su interés primordial", me contaban, "es medrar para que les suban de categoría. No les gusta que nadie haga más que ellos para que no se note que no hacen nada". Por tanto, nada de iniciativas sino borregos que no se salgan de la manada.
Lo de los Toyota no es una mera anécdota. Mientras decenas de ellos pasan las jornadas en los aparcamientos, Unicef, por ejemplo, y según me confesó un alto cargo de dicha entidad, no dispuso de transporte suficiente los primeros días para recorrer los hospitales y los centros sanitarios de campaña a fin de censar a los niños que llegaban sin acompañantes y evitar que los robaran.
"Da rabia ver que hay muchos coches sin utilizar y nosotros hemos tenido escasez hasta de gasolina", decía.
No fueron los únicos. Un miembro de una Cruz Roja extranjera, que arribó a Puerto Príncipe para colaborar, estaba molesto y sorprendido con la ONU.
No podía creer que ellos tuvieran que alquilar coches aunque apenas disponían de dinero en metálico (las tarjetas no las aceptaba) porque la pomposa Naciones Unidas no podía dejar sin vehículo a sus sibaritas funcionarios.
Y no son sólo los coches. También fastidia
- la soberbia de quienes ganan en dólares salarios abultados y tienen condiciones laborales de expatriado de multinacional poderosa,
- aunque en teoría pertenece a una institución de fines humanitarios, y
- la falta de compromiso de una parte de los cascos azules. Para ese tipo de militares y agentes, estar unos meses en Haití o en otro lugar, es un premio porque triplican sus ingresos y su único objetivo es regresar a sus casas con unos ahorritos.
Convertir la Onu en un organismo eficiente es tan imposible como creer que la ayuda que millones de generosos ciudadanos envían a Haití tendrá un buen destino.
Pues ya auguro sin temor a equivocarme, que
- una buena porción ira a financiar burocracia y exquisitos burócratas 'onunianos';
- otra, más grande aún, a las cuentas corrientes de los insaciables políticos corruptos haitianos;
- una tercera se perderá en el camino con tanto intermediario como hay y
- una minúscula, a los haitianos hambrientos.
Propongo una solución a quienes quieran que su dinero llegue a quien tiene que ir y no se desvíe ni un céntimo:
- "Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul".
Olvídense de sus prejuicios anticlericales si los tiene. Estaban decenios antes del terremoto y se quedarán hasta que Dios se las lleve, incluso cuando se apaguen los focos y al mundo le importe un pito Haití.
- Viven entre los pobres,
- trabajan para ellos,
- creen en ellos,
- no tienen gastos administrativos ni de representación.
Y euro que reciben, euro que llega a la gente.
No podía creer que ellos tuvieran que alquilar coches aunque apenas disponían de dinero en metálico (las tarjetas no las aceptaba) porque la pomposa Naciones Unidas no podía dejar sin vehículo a sus sibaritas funcionarios.
Y no son sólo los coches. También fastidia
- la soberbia de quienes ganan en dólares salarios abultados y tienen condiciones laborales de expatriado de multinacional poderosa,
- aunque en teoría pertenece a una institución de fines humanitarios, y
- la falta de compromiso de una parte de los cascos azules. Para ese tipo de militares y agentes, estar unos meses en Haití o en otro lugar, es un premio porque triplican sus ingresos y su único objetivo es regresar a sus casas con unos ahorritos.
Convertir la Onu en un organismo eficiente es tan imposible como creer que la ayuda que millones de generosos ciudadanos envían a Haití tendrá un buen destino.
Pues ya auguro sin temor a equivocarme, que
- una buena porción ira a financiar burocracia y exquisitos burócratas 'onunianos';
- otra, más grande aún, a las cuentas corrientes de los insaciables políticos corruptos haitianos;
- una tercera se perderá en el camino con tanto intermediario como hay y
- una minúscula, a los haitianos hambrientos.
Propongo una solución a quienes quieran que su dinero llegue a quien tiene que ir y no se desvíe ni un céntimo:
- "Hijas de la Caridad de San Vicente de Paul".
Olvídense de sus prejuicios anticlericales si los tiene. Estaban decenios antes del terremoto y se quedarán hasta que Dios se las lleve, incluso cuando se apaguen los focos y al mundo le importe un pito Haití.
- Viven entre los pobres,
- trabajan para ellos,
- creen en ellos,
- no tienen gastos administrativos ni de representación.
Y euro que reciben, euro que llega a la gente.
Salud Hernández Mora - "El Mundo" - Madrid - 26-1-2010
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