Se equivocan los que sostienen que los empresarios españoles desembarcaron en Latinoamérica enarbolando la mentalidad de los antiguos conquistadores.
Muchos de ellos, de manera consciente, optaron por
- la estrategia del "funcionario virreinal",
- construyendo relaciones directas con los mandatarios de turno,
- los auténticos detentadores de la "presidencia imperial".
Así se estableció una tecnocracia de negociantes," fenicia" en algunos aspectos, que buscó sobre todos los medios
- mantener una estrecha relación con los presidentes latinos,
- olvidando que el poder no tiene memoria y que
- bajo el 'ethos' populista, los caudillos suelen inclinarse por la ingratitud.
Este decoratismo virreinal (creer que si tienes acceso al presidente nada te pasará en el país)
- siempre ha sido una estrategia miope y cortoplacista.
- El pueblo, las masas y la sociedad civil,
- responden a incentivos sumamente complejos y
- no siempre acordes con los de la clase política.
De cierta manera,
- la crisis que el Gobierno "autocrático" de Cristina Fernández de Kirchner ha desatado
- es la crónica de un desastre anunciado.
- Pactar con sultanatos hereditarios implica un riesgo.
- Creer que es posible domesticar un Estado interventor adherido al socialismo del siglo XXI
- es un error de cálculo que, tarde o temprano, genera un balance negativo.
Hoy todos denunciamos, y con razón,
- la prepotencia del 'kirchnerismo',
- la violación del Estado de Derecho y
- la instrumentalización de las inversiones por móviles partidistas.
Sin embargo,
- hemos contemporizado con el socialismo del siglo XXI durante mucho tiempo,
- disfrazando nuestros afanes comerciales bajo ropajes claudicantes.
Me viene a la mente, por ejemplo, un episodio concreto, breve pero significativo.
Hace un par de años, Hugo Chávez visitó Madrid y Antonio Brufau, el funcionario de REPSOL al que Cristina Kirchner —la Reina del Sur— hoy se niega a recibir, acompañó, solícito, al destructor de la democracia venezolana en su visita por una librería de la Gran Vía, todo para
- salvaguardar los intereses del negocio.
Como es obvio,
- algunas muestras excesivas de empatía son interpretadas por los caudillos latinos
- como signos de pusilanimidad.
A estas alturas, es obvio que
- el socialismo del siglo XXI sólo comprende y respeta el viejo idioma del poder.
- Argentina está gobernada por una presidenta que
- interpreta el sistema político en clave monárquica.
- La dinastía Kirchner, en este escenario, pugna por consolidarse.
El peronismo es ducho en apelar a la mística nacionalista para conseguir sus objetivos y ampliar la coalición de respaldo.
Además, existe
- una cultura política que favorece la existencia del "Estado expropiador".
- Una cultura compartida por sectores de la población acostumbrados al "asistencialismo" y
- por una clase política que considera legítimo exacerbar la función social de la propiedad
- hasta desvirtuarla completamente.
Si bien Octavio Paz habló del "ogro filantrópico" para
- describir las estructuras estatales que alimentan el populismo con recursos públicos,
también es posible resaltar
- la existencia de un "monstruo interventor", una especie de "Leviatán confiscatorio".
Se trata, pues, de
- los dos rostros del Jano estatal latino.
Esta doble dimensión
- filantrópica-confiscatoria caracteriza al Estado kirchnerista.
En un sistema así
- la legalidad se considera, como afirmaba Lenin,
- un mero "fetichismo burgués",
- un obstáculo para la política inmediata.
- Y al peronismo lo que le interesa es la política del día a día.
Ante este desorden
- provocado por el caos del populismo,
- urge emplear con firmeza todos los recursos de la diplomacia y toda la fuerza de la ley
- si queremos evitar este matricidio urdido en la Patagonia.
- "Law is the sister of freedom",
sostuvo en 1911 el gran historiador del Derecho Sir Frederic Pollock, durante un ciclo de conferencias sobre el genio del 'common law' en la Columbia University de Nueva York.
- Sin Derecho,
- sin seguridad jurídica,
- no hay libertad.
Y eso es
- lo que está sucediendo en Argentina,
- gracias al kirchnerismo.
Martín Santiváñez Vivanco - El Mundo - Madrid - 16-Abr-2012
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