sábado, 26 de diciembre de 2009

La Argentina y Japón: ¿Misterios políticos del siglo XX?


"La idea de hacer un país nuevo; no renovar una sociedad, sino crear una sociedad, que en buena medida se hizo, no salió bien. No hay vuelta que darle" (1) - Tulio Halperin Donghi.

El 1985, Julián Marías publicó España inteligible . Quiso dejar en claro que la historia de su país se comprende fácilmente, que España no es un país "anormal" o "enigmático", como dicen muchos españoles.
Tampoco la Argentina es un enigma.
Se ha dicho que nuestro fracaso es el "misterio político más grande del siglo XX", la cara opuesta del "milagro" japonés.
Me parece una exageración, otro producto de nuestra soberbia.
Además, ¿por qué se considera que la Argentina es un "misterio" pero no
- Rusia (con grandes recursos naturales),
- la Italia de Mussolini y
- tantos otros países
que, en el siglo XX, profundizaron su pobreza por adherir a ideologías totalitarias?
La historia de la humanidad podrá ser el archivo de las locuras del hombre, pero esto no ha impedido que se la explique y comprenda.

Entre las causas del fracaso, hay una determinante: El desprecio por las instituciones.
Desde principios del siglo XX, la sociedad argentina ha rechazado y despreciado la única filosofía política que creó instituciones: el liberalismo, que diseñó nada menos que el Estado constitucional, la máxima institución política que puede tener una nación.
En cambio, ha preferido votar y apoyar a caudillos populares que simpatizaban con ideologías totalitarias, empezando con Yrigoyen (1916).
Los fascistas italianos consideraban que el yrigoyenismo era lo más parecido al fascismo de Mussolini, según expresó el embajador italiano en 1930 y la revista fascista oficial "Gerarchia" (2).
Una sociedad que menosprecia el liberalismo no puede pretender, pues, contar con instituciones; por ejemplo, una justicia independiente (pilar del liberalismo) que la defienda de impuestos confiscatorios.
Cabe recordar que la sociedad argentina confunde el liberalismo político con el liberalismo económico (también con el neoliberalismo), una ideología que promueve la liberación de la economía en forma súbita, sin estrategia previa alguna.
Esta confusión se debe a una desafortunada coincidencia histórica: cuando el liberalismo estaba en vías de consolidarse, la revolución industrial producía sus mayores injusticias con la clase trabajadora.
Así quedó etiquetado como una ideología que defiende la "explotación de los pobres por los ricos", lo que, más tarde, fue aprovechado hábilmente por las ideologías totalitarias para imputar a liberalismo injusticias que este no generó ni jamás bendijo.
Porque los creadores del liberalismo (Locke, Montesquieu, Tocqueville y otros)
- no fueron defensores del liberalismo económico
- ni de los excesos de la revolución industrial,
- sino los teóricos del constitucionalismo.
- Por eso al liberalismo también se lo llama "constitucionalismo liberal".

La propaganda ideológica también ha hecho creer a la sociedad argentina que el liberalismo postula un "Estado mínimo", que rehúsa gastar en beneficios y ayuda social a los más humildes; esto es falso, un error, incluso, común entre algunos "liberales" fundamentalistas (economicistas).
Porque el "Estado social" o de bienestar, como, por ejemplo, el de los países nórdicos (Suecia, Finlandia, etc.), también es constitucional; o sea, una creación del pensamiento liberal.
Claro que los beneficios sociales que distribuyen los Estados nórdicos son posibles gracias al dinero que generan los sectores privados de estos países, que están entre los más competitivos y adelantados del mundo, con empresas de primer nivel como Nokia, Ericsson, Ikea, Scania, Saab y Volvo.
En el ranking de competitividad del World Economic Forum ,
- Dinamarca está en el puesto 3;
- Suecia, en el 4;
- Finlandia, en el 6, y
- Noruega, en el 15,
- Argentina, en el 85, en una medición de 134 países.
Los pueblos nórdicos lograron la más justa distribución de ingresos del mundo porque,
- además de adherir al constitucionalismo liberal,
- impulsan y facilitan la vida empresaria y las inversiones extranjeras.
Según la revista norteamericana "Forbes", el mejor país para hacer negocios, en 2009, fue Dinamarca.
La justicia social y prosperidad del Japón no es obra de un "milagro", sino la consecuencia de acciones inteligentes y bien planificadas, con mucho trabajo detrás.
Así surge del libro "Japan as Nº 1" , de Ezra Vogel, que muestra que la japonesa es una sociedad basada en
- el mérito y la autoexigencia,
- con una gran vocación por saber cada día más;
- una verdadera "sociedad del conocimiento".
En Japón, hay una gran cantidad de programas televisivos que emiten cursos de ciencia y otros saberes, como clases de inglés, alemán, chino, francés y ruso.
Al Estado japonés, ingresan los mejores promedios de la universidad de Tokio. Estos funcionarios conforman una elite que tiene la sana costumbre de
- reunirse semanalmente con los directivos de las grandes empresas japonesas, para
- brindarles información y coordinar estrategias de política económica para
- que estas puedan conseguir nuevos mercados y negocios alrededor del mundo.
El Estado japonés no es, pues, enemigo de la empresa, sino que trabaja junto con ella por el bien de la sociedad.
Ahora bien,
- ¿Por qué creen algunos que hace falta decir mucho más para explicar el fracaso argentino?
- ¿Es que no alcanza con haber rechazado el constitucionalismo liberal?
En suma,
- ¿Por qué se rechazan las explicaciones realistas y simples y se prefieren las complejas, mitológicas o conspirativas?
Me parece que dos son las razones:
- La primera es que el mito "misterio político del siglo XX" sirve a la sociedad argentina para irresponsabilizarse, del mismo modo que cuando echamos la culpa a los extranjeros por nuestros errores y desfalcos, una costumbre que empezó a principios del siglo XX, cuando nos victimizábamos frente al imperio británico.
- La segunda es que estas explicaciones parten de una premisa muy equivocada: suponer que el argentino (en especial, si es profesional y habla idiomas) es "talentoso", "rápido" para comprender, de inteligencia indubitable.
De ahí el origen de esa frase que tanto se repite: "No se entiende por qué, con nuestros recursos humanos, no salimos adelante".
Vale aclarar que tener un conocimiento profesional no es sinónimo de inteligencia alguna. Julián Marías, que leía en griego a Aristóteles, en latín a San Agustín y en alemán a Heidegger, dijo que la inteligencia no consiste en
- leer mucho,
- tener un título universitario o
- hablar idiomas,
- sino en "abrirse a la realidad, dejar que ella penetre la mente" (3).
Esto significa, entre otras cosas, tener una figura de mundo que se corresponda con la realidad.
Sin embargo, cuando uno habla con un profesional argentino, va todo bien hasta que llegamos a política y economía. Y ahí uno descubre que su ideología (sus anteojeras marxistas) le obstruyen la visión de la realidad mundial:
- empieza a defender modelos de países fracasados,
- a justificar los atropellos de nuestros gobernantes con argumentos irracionales
- o bien a esgrimir teorías victimistas y conspirativas.
Las estupideces más grandes de la humanidad
también han salido de la boca de gente "culta"; por ejemplo, de algunos intelectuales.
De sus libros e ideas nacidas en universidades prestigiosas, han nacido ideologías totalitarias que han sumido a países enteros en la pobreza, la inflación, la cárcel política y la muerte.
En definitiva, no hay que confundir
- erudición o conocimiento en un área específica del saber humano
- con la capacidad para pensar y ver la realidad tal cual ella es y se nos presenta.

Creo, pues, que entre los profesionales de estas tierras hay muchos con pericia profesional; algunos con la consabida "viveza", pero pocos con inteligencia en el sentido antes apuntado.
De ahí que no resultan ningún "misterio" el fracaso de la Argentina ni el "milagro" japonés.
Su inteligibilidad, su comprensión, se obtiene fácilmente si se parte de las premisas correctas.
(1) "La Nación", ADN Cultura, 13 de septiembre de 2008.
(2) J. J. Sebreli, "Crítica de las ideas políticas argentinas", editorial Sudamericana, página 139.
(3) "Apertura a la verdad", www.arvo.net.
Diego F. Wartjes - "La Nueva Provincia" - Bahía Blanca - 26-Dic-2009

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