lunes, 17 de septiembre de 2012

El relato





Aunque allí le llamen “Sueño Americano” y aquí “Estado del Bienestar”,
- la política queda reducida a una competencia en torno
- a quién interpreta y defiende mejor
- las emociones colectivas.
Relato. Es la palabra de moda entre los políticos. “No somos capaces de transmitir un relato”, dicen unos. “Necesitamos un relato”, se lamentan otros.
A primera vista, no se trataría más que de
- una manera redicha de volvernos a colocar ese clásico
  de los gobernantes en horas bajas
- que constituye el tan manido “es que no sabemos explicar
  lo que hacemos”.
El cambio de uno a otro suele ocurrir cuando el político,
- en lugar de indagar entre sus votantes
- las razones del descontento y
- someter sus políticas y errores a debate, 
- prefiere acudir a un gabinete de comunicación política
- y disfrazar su falta de ideas bajo
- una nueva y prometedora, pero en realidad vacía,
- estrategia de comunicación.
Una cosa hay que reconocer. La afirmación “no nos explicamos bien”, tan indulgente y, en tiempos, tan recurrente, tenía por lo menos la virtud de la franqueza.
Recuerda al “el fútbol es así” al que solían recurrir encogiéndose de hombros los entrenadores cuando el fútbol, antes de convertirse en un costosísimo espectáculo de masas, solo era un deporte y perder un partido entraba dentro de lo razonable.
Pero
- la política de hoy en día
- también se ha convertido
- en un espectáculo de masas.
En el pasado,
- los políticos presentaban un programa a los ciudadanos - y estos votaban a unos o a otros.
- Dado que los intereses y las preferencias de los
  votantes estaban bastante claras,
- no hacía falta una oferta política muy grande.
Tanto en EE UU como en la mayoría de las democracias europeas posteriores a la segunda guerra mundial, conservadores o liberales, socialdemócratas o demócrata-cristianos, se alternaban en el poder con bastante naturalidad en función de sus aciertos y errores.
- Las reglas del juego estaban más o menos claras:
- si después de cuatro años habías beneficiado a más
  gente que perjudicado, ganabas.
- De lo contrario, perdías.
Pero con el transcurrir del tiempo,
- los conflictos de clase se han difuminado,
- las ideologías se han erosionado y
- han aparecido esos partidos de amplio espectro que
- los politólogos denominan atrapalotodo.
Son partidos que, en su aspiración a gobernar,
- están dispuestos a hacer gala de toda la flexibilidad
  ideológica que haga falta y,
- lo que es más, no solo no hacen ascos a los votos que
  provienen del campo contrario sino que
- diseñan estrategias específicas para captarlos.
Ahí es donde entra
- el relato como elemento que aspira
- a sustituir a las viejas ideologías y
- aglutinar a una amplia mayoría
- de la población.
Dos relatos dominan estos días el lenguaje de la política.
- Del lado estadounidense, las convenciones demócrata
  y republicana
- se han articulado en torno a un único elemento:
- “el sueño americano”,
- que dibuja EE UU como un país donde
- cualquiera que trabaje duro y sea honesto puede llegar a
  la cima
- sin que importe su origen y extracción social.
- El sueño americano es el relato político por antonomasia y
- las elecciones de noviembre se decidirán en función de
  qué interpreten los electores
- quién representa mejor ese relato:
- el empresario millonario y mormón (Romney) o
- el hijo de un matrimonio mixto que llegó a Harvard
  (Obama).
Tanto Michelle Obama describiendo a su padre fontanero como el alcalde de San Antonio, Julián Castro, recordando a su abuela limpiadora de casas, han tocado esa fibra con mucho éxito.
- Del lado europeo, el relato dominante se llama
- “Estado del Bienestar”.
Dado que, en su inmensa mayoría,
- los europeos creen que el Estado tiene que
- asegurar a sus ciudadanos contra
- la enfermedad, el desempleo o la vejez, así como
- garantizar la igualdad de oportunidades mediante
- un sistema educativo gratuito y universal,
- el debate político europeo no versa sobre
- si abolir el "Estado del Bienestar" o no,
- sino, al menos formalmente, sobre cómo preservarlo.
Por eso, al igual que
- en EE UU no podría ser elegido presidente nadie que
  se confesara ateo,
- en Europa pasaría lo mismo con cualquier político que
- propusiera eliminar los impuestos progresivos y
- dejar totalmente en manos privadas la provisión de
- las pensiones, la salud o la educación.
Como prueba esta crisis, sea cierto o no,
- todos aspiran a hacer funcionar
- el Estado de Bienestar
- de forma más eficiente y a más bajo coste.
Paradójicamente, aunque
- allí le llamen “Sueño Americano” y
- aquí “Estado del Bienestar”,
- las consecuencias son muy parecidas pues
- la política queda reducida a
- una competencia en torno
- a quién interpreta y mejor defiende
- las emociones colectivas y
- las campañas electorales,
- en lugar de favorecer una discusión racional sobre
- qué políticas se deben adoptar,
- se convierten en
- un concurso de
- interpretación de relatos que
- conceden al ganador
- un amplísimo margen para
- gobernar libre de
- compromisos concretos.
José Ignacio Torreblanca - El País - Madrid - 17-9-2012

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