sábado, 15 de septiembre de 2012

Lo que la gente puso en marcha


La gente hizo oír su hartazgo.
- Hartazgo ante la impunidad.
- Hartazgo ante la inseguridad.
- Hartazgo ante la corrupción que abunda en el poder.
- Hartazgo ante la omnipotencia presidencial.
Con las movilizaciones del jueves a la noche, en varios puntos del país,
- la gente reclamó a la Presidenta que ocupe su espacio
  y no el de todos.
Y a la oposición le exigió que
- que aprenda a ocupar el suyo,
- que madure,
- que sepa representar a quienes la convocan.
La gente hizo oír
- un repertorio de principios y
- no sólo de necesidades económicas,
aunque a éstas se las ignore en el poder tanto como a esos principios.
La gente reclamó
- instituciones sólidas;
- desarrollo y
- libertad de expresión.
Le dijo
- no al miedo y sí a la convivencia.
- No al delito y sí a la ley.
- No a la mentira y sí a la verdad.
- Pidió ser gobernada y
- no sometida.
Más aún:
- dejó bien claro que no se dejará someter.
Exigió que
- renazca la democracia auténtica 
- y se ponga un punto final
- a la simulación.
Dos notas sobresalientes.
Una:
- Los jóvenes. Fueron una notable mayoría entre los
  manifestantes.
Otra:
- un vallado que impedía el acceso de la gente a la Plaza
  de Mayo.
El mensaje fue claro:
- el poder hizo saber que
- la plaza tiene dueño
Santiago Kovadloff - La Nación - 15-Sep-2012

La maldición argentina: Ser de la clase media
Cuando Raúl Alfonsín ganó las elecciones presidenciales, en 1983, se esperó ansiosamente que los peronistas hablaran por televisión reconociendo la victoria.

Mucho parecía depender de ese reconocimiento, que iba a dar legitimidad a los resultados. Hacia media noche, el ensayista Jorge Abelardo Ramos (de quien descienden Jorge Coscia y Ernesto Laclau) apareció en las pantallas desconfiando todavía de los escrutinios parciales:
- "He visto a gente festejando por la calle Santa Fe,
  vestidos con Pierre Cardin".
Ramos era un provocador, pero
- la frase con la que quería desacreditar un posible
  triunfo de la UCR
- tiene una historia que se prolonga hasta el presente.
- Invalidar una manifestación por la composición social
  de sus integrantes
- fue un tipo de discriminación que se difundió
  precisamente para atacar al peronismo.
Vittorio Codovilla, dirigente del Partido Comunista,
- calificó a las masas movilizadas por Perón 
  el 17 de octubre como
- una multitud de marginales y lúmpenes.
La oposición a ese primer peronismo reduplicó esa apuesta discriminatoria:
- negros, cabecitas,
- fueron los sustantivos que usaron los "cultos" para
  designar a los obreros.
Décadas después,
- el lenguaje de la discriminación vuelve a utilizarse
- para describir a los manifestantes del jueves pasado.
De nuevo, las calles que se mencionan son Santa Fe y Callao como centro místico de la convocatoria.
Si ese lenguaje podía describir adecuadamente la anterior movilización de caceroleros, que fue pequeña y poco entusiasta, no parece el más adecuado para la última.
El cruce emblemático de las dos avenidas de Barrio Norte tuvo decenas de espejos en las ciudades argentinas.
Sin embargo, las críticas kirchneristas a la movilización del jueves se apoyan en datos y citan consignas indiscutiblemente escritas en las páginas de Facebook que propagandizaban la convocatoria.
Allí se ha usado el lenguaje del odio contra los planes sociales y la asignación universal ("planes descansar" y "asignación para coger", entre otras frases), que
- no salió de la cabeza de Cristina, sino de
- una iniciativa presentada, hace años, por Elisa Carrió.
Este despiste ideológico, la antipatía contra la política y el encierro dentro de los propios deseos indican el terreno fracturado en el que se mueve la protesta.
Por televisión algunos relatores periodísticos se entusiasmaron recordando la "primavera árabe".
No recordaron, sin embargo, quiénes ganaron las elecciones en Egipto después de esas movilizaciones de masas.
Por televisión también se subrayó la ausencia de toda interpelación política.
Se olvidó, sin embargo, que
- es la política la que puede dar una continuidad a
- las reivindicaciones de quienes se movilizaron el
  jueves.

La lección de 2001
Todo sucede como si no tuviéramos la posibilidad de aprender de 2001:
- si se rechaza la política, lo que se consigue, finalmente, es
- o el activismo permanente (difícil de sostener en una
  sociedad como la argentina)
- o la volatilización de las energías llevadas al espacio
  público, que encuentran muchos obstáculos para seguir
  allí sin organizaciones.
- Las manifestaciones "espontáneas" tienen todos los
  problemas de
- la ausencia de la política que, al mismo tiempo, rechazan.
Un verdadero dilema que queda de manifiesto cuando se mira el paisaje español, donde
- son los partidos, rechazados en gigantescas marchas,
- los que siguen definiendo el futuro inmediato,
- imponen un ajuste implacable y
- no escuchan el mensaje de los indignados.

- ¿Por qué se sostiene el kirchnerismo?
En primer lugar porque
- ocupa por completo, casi sin fisuras, el aparato
  administrativo y económico del Estado.
En segundo lugar, porque
- se apoya en una vasta organización territorial, que
  representa a ese Estado en los últimos rincones de la
  sociedad, donde viven los que más sufren y los que más
  necesitan.
- El aparato kirchnerista no permite desbande ni desmadre.
- Este arte de la movilización lo conocen bien los peronistas
  y fue su legado póstumo a Cristina Fernández.
La movilización del jueves pasado
- mostró a sus integrantes lejos del Estado y del Gobierno,
  contra el que protestaban,
- pero también lejos de una armazón que pudiera abrirles
  el camino del mediano plazo.
- La política es complicadísima. Nada es menos instantáneo
  que sus expresiones.
Todo esto es sabido y parece antipático recordarlo ahora, justamente cuando
- el periodismo oficialista hace una discriminación de clase
  para acusar a los manifestantes,
- como si las capas medias no tuvieran el derecho de
  presentar sus reclamos.
Solitario, aunque también cediendo a la tentación de hablar de "gente paqueta", Horacio González, director de la Biblioteca Nacional, puso un alerta en su propio campo: "El Gobierno no debe descuidar esto. Es necesario tomar nota de esta importante movilización con cuyos fundamentos no estoy de acuerdo".
Podría decirse que
- la manifestación del jueves puso en escena un drama
  de clases.
Sin duda, hoy ya no se habla más en esos términos, pero lo que sucedió evocaba ese tipo de divisiones.
Los manifestantes, que provenían de ese vasto sector con muchas diferencias que son las capas medias (que comienzan, recordémoslo, con salarios de 5000 o 6000 pesos),
- no protestaban solamente porque no podían comprar
  dólares.
- Llevaban otras consignas y convertirlas a todas ellas en
  un pretexto que cubría las ganas de tener divisas a precio
  oficial implica despreciarlas por completo.
Es la versión simétrica a la de quienes afirman que
- los asistentes a manifestaciones kirchneristas van "por
  el plan y por el choripán".
Si esa frase es repudiable en el caso de los sectores populares, es igualmente repudiable cuando los que salen a la calle son los ciudadanos que no viven en Soldati.
- La clase media no debe convertirse en una clase
  maldita.
- Conoce sus intereses tanto como los conocen
  los sectores populares.
- De ellos los separa un vacío:
- la ausencia de una política progresista que los exprese
  generosamente.
Una vez más, éste es el drama.
- Detestar al kirchnerismo no produce política.
Y hoy, en cualquier lugar del mundo,
- afirmar la primacía absoluta de los derechos
  individuales (yo hago lo que quiero con lo mío)
- es una versión patética y arcaica de lo que se cree
  liberalismo.
Es injusto hacer responsables a los manifestantes de lo que les falta y les sobra a sus consignas.
Su movilización indica que
- hay allí fuerzas dispuestas a jugar en el espacio
  público.
- La responsabilidad cae del lado de intelectuales y
  políticos
- que no articulamos una interpelación progresista,
  democrática y autónoma.
- No supimos escribir las cosas mejor que en Facebook
Beatriz Sarlo - La Nación - Buenos Aires - 16-Sep-2012

La ley de la calle
No defendían sus dineros como hace cuatro años; algunos eran los mismos, otros no, y todos salieron a decir que no toleran ciertas conductas del gobierno.
Cacerolazo
Yo acuerdo con muchas de sus críticas y, aún así,

- creo que no era mi marcha: es más que probable que
- no comparta con muchos de los movilizados del 13-S
  casi nada, que
- nuestras visiones del mundo y sus políticas estén
  alejadísimas;
- también es probable que haya unos cuantos con los que sí.
Fueron muchos miles:
- la idea de su homogeneidad es otro de los trucos del relato
  oficialista:
- que eran todos de los barrios caros,
- que eran todos de clase media alta,
- que no pisaban el pasto para no mancharse,
- que estaban bien vestidos –enunciado, por supuesto,
- por gente de clase media alta que vive en barrios caros,
  que suele “vestir bien” y no pisar el césped.
Pero es una reducción: había mucho más que eso.
- Porque la convocatoria fue dispersa,
- porque una de las particularidades del gobierno
  kirchnerista es que algunos de sus actos pueden producir
  reacciones semejantes en personas muy diferentes,
- porque las consignas de la noche eran más que variadas.
Lo cierto es que, más allá de sociologías de café y taxonomías interesadas,
- la irrupción de la calle opositora cambia cosas.
- Instala una dinámica nueva que vale la pena tratar
  de pensar.
Está, por un lado,
- el problema de la ocupación de los espacios:
- el oficialismo basaba parte importante de su legitimidad
  en su capacidad de movilización –
- los jóvenes, los actos, la plaza y otros lugares comunes
  del relato– y, por lo tanto,
- la movilización era un recurso que sus voceras y voceros
  ensalzaban cadena tras cadena;
- ahora, cuando ya no les pertenece en exclusiva, se
  lanzaron  a hacer malabarismos que,
- una vez más, se les transforman en esputos ascendentes:
si dicen que
- “también en la cancha de Boca hay mucha gente”,
- ¿cómo podrán, la próxima vez, jactarse como suelen de
  su propia mucha gente?
Por ahora, el truco consiste en
- definir movilizaciones malas y movilizaciones buenas;
- las malas son las de los bienvestidos en la calle,
- las buenas son las de los bienvestidos en el palco;
- el argumento tiene sus problemas.
- Quizás, que es demasiado claro:
- una definición del populismo.
Pero eso es un detalle.
- Lo central de la nueva dinámica, creo,
- será el crescendo.
El gobierno y su gobernadora dijeron que
- la salida de los nuevos cacerolos no les importa,
- que allí no hay nada que escuchar.
- No por nada, sino porque honestamente
- no creen que valga la pena
- escuchar a esa gente.
El gobierno piensa que
- no debe gobernar para ellos sino para los suyos.
- No me parece mal:
- un partido siempre gobierna para una fracción de
  la sociedad.
Es mentira que se pueda gobernar para todos. Siempre se beneficia a unos o a otros –aunque buena parte del discurso y la práctica políticos consista en tratar de disimularlo.
El problema es que,
- en este caso, no está claro
- quiénes son realmente los suyos.
Y, sobre todo, el error del gobierno es que
- su ataque a los que ataca es mayor en las palabras
  que en los hechos,
- cuando debería ser exactamente lo contrario:
- irritan al pedo.
- En lugar de hacer, amenazan.
Y, cuando hacen, enarbolan esa inepsia con la que manejaron, por ejemplo, el tema del dólar: agregando una regulación nueva cada dos días, mostrando que empezaron sin tener ni idea de dónde iban –como cada vez.
Su otro problema está
- en pensar que los propios son el famoso 54%.
- Como si todos esos votos les pertenecieran,
- como si no se dieran cuenta de que un porcentaje
  significativo –y todavía no medido–
- de quienes los votaron no apoyan muchas de sus medidas
  y sus formas recientes.
Pero siguen hablando como si nada de eso.
No pueden engañarse tanto;
- espero –de verdad– que solo sea un recurso retórico,
- porque si realmente lo creen
- son peores que lo que uno podría creer.
En todo caso insisten: en las voces de los cacerolos no hay nada que les interese, que quieran o deban escuchar.
Los cacerolos, en cambio, descubrieron que tienen con qué hacerse oír.
- Sería tonto pensar que se van a resignar a esa
  sordera oficial;
- sería necio pensar que no van a volver.
Me imagino que en las próximas semanas
- va a haber marchas parecidas y
- es probable que sean cada vez más numerosas.
Me imagino que en algún momento el oficialismo –que nunca es rápido para corregir sus velocísimos errores–
- va a querer disputarles la calle.
Me imagino que la primavera
- va a florecer de marchas, contramarchas.
Si eso sucediera,
- el que pierde es el gobierno: pierde la hegemonía,
- se convierte en un contendiente cuando,
- hasta ahora, aparecía como
- el protagonista indiscutido,
- el actor único.
Quizás prevean su error y no lo hagan.
Quién sabe:
- si no se dieron cuenta de que
- la Rerre era lo peor que podían lanzar,
- no veo cómo ni por qué se darían cuenta de esto.
Pero para evitar la pelea por la calle
- tendrían que desarmar las marchas cacerolas
  con alguna concesión,
- algún gesto que sirviera para bajar la tensión y
  diluir las demandas.
No veo cuál sería. O sí:
- el más probable –el mejor terreno de entendimiento
- que los oficialistas y los cacerolos podrían encontrar
- es la represión.
¿Qué mejor podría ofrecer la doctora CFK que
- hacerse cargo de los reclamos por la inseguridad y
- producir un endurecimiento de la intervención policial
– que, en última instancia, la favorece de más de una manera?
¿Qué mejor -para ella- que
- una maniobra que le permitiría recuperar algún favor
  en los que ahora la critican
- al mismo tiempo que aumentaría su control de esa calle
  que ahora teme perder?
- Sería siniestrito.
- Espero, una vez más, equivocarme.
Martín Caparrós - El País - Madrid - 16-Sep-2012


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