viernes, 7 de septiembre de 2012

Ingreso, pobreza y riqueza


Tres incertezas complican el debate sobre la pobreza en Argentina.

La primera es que
- la pobreza se mide en base a una canasta básica
  de consumo que,
- según aseguró la directora del INDEC hace unos días,
-"no tiene ningún valor para saber cómo vive el pueblo" -lo que sugiere
- que hay muchos más pobres que los pobres del
  INDEC , o
- que los pobres del INDEC son cada vez más pobres.
Este déficit de información, sin embargo, es subsanable:
- existen buenas aproximaciones privadas de la canasta
  básica.
La segunda duda, menos idiosincrática y más compleja,
- también se relaciona con la falta de datos.
En este punto, para no perderse en cuestiones semánticas, conviene ir por partes.
- ¿Con qué datos contamos?
- Tenemos buena información de
- el ingreso que los hogares perciben del trabajo,
- los beneficios previsionales (pensiones y jubilaciones) y
- la asistencia social (seguro de desempleo,
  asignaciones).
En nuestro país, la fuente es la Encuesta Permanente de Hogares, a diferencia de países como Brasil o México,
- nuestro censo no incluye preguntas sobre ingreso.
Dado que
- es éste el ingreso del que hablamos cuando hablamos
  de pobreza y equidad se entienden algunos patrones
  familiares.
Por ejemplo,
- la alta correlación con el empleo (el desempleado,
  sin ingreso laboral, es a los finesestadísticos un
  pobre, sobre todo cuando las redes de protección
 social tienen alcance limitado) o
- el efecto benéfico de transferencias como la 
  Asignación Universal por Hijo(en algunos hogares,
  el principal ingreso)o
- las mejoras, más graduales, asociadas a la
   recuperación del salario real.
De ahí, el deterioro brusco de la pobreza y la equidad en las crisis, su pronta recuperación en las poscrisis y su amesetamiento posterior.
Algo sobre la distribución de las transferencias públicas "en especie" (bienes públicos o subsidiados como educación, salud, seguridad, transporte, servicios básicos, que son parte de lo que los economistas llaman distribución secundaria del ingreso) y casi nada sobre las rentas financieras, siempre difíciles de estimar y en muchos casos no declaradas.
Sin embargo,
- el problema fundamental para hablar de pobreza
  quizás sea el menos visible:
- no tenemos datos de riqueza.
No todo ingreso es riqueza
Empecemos por el final:
- una mejora en la distribución del ingreso, por ejemplo,
  por recuperación del empleo o mejora del salario,
- puede derivar fácilmente en un deterioro de la
  distribución de la riqueza.
Por ejemplo,
- si los trabajadores consumen todo su ingreso en
  bienes y servicios,
- la mayor parte del incremento del ingreso terminará
  en la mano de los proveedores de esos bienes
  y servicios:
- sus empleadores.
Algo parecido sucede si
- los instrumentos de ahorro con
  los que cuenta el trabajador
- pierden valor a manos de
- la inflación.
Por ejemplo, una política de tasas de interés bajas contribuye al ahorro del deudor (es decir, de los sujetos con acceso al financiamiento: clase media alta, empresas, gobierno) a expensas del ahorro del ahorrista (es decir, del depositante, o del consumidor que guarda su salario en una cuenta sueldo a tasa cero).
Así, al final del día,
- un incremento del ingreso relativo
  de los que menos tienen
- puede traducirse en
- un incremento de
- la riqueza relativa de
- los que más tienen.
Detrás de esta aparente contradicción hay una distinción trivial:
- el empleo y el subsidio, al aumentar el ingreso
  corriente,
- reducen la pobreza de hoy pero no la de mañana;
- para reducir la pobreza de manera permanente y
- para salir de la pobreza) se necesita
- un empleo o subsidio permanente o,
- si aceptamos que ninguna de las dos opciones es
  deseable o viable,
- un ahorro.
Desde esta perspectiva de largo plazo,
- la riqueza, es decir, el valor de los ahorros
  acumulados, sería
- algo así como el negativo de la pobreza.
- ¿Y qué podemos decir de la distribución de la riqueza?
- Hasta tanto se incluyan preguntas específicas en
  los censos y encuestas, bastante poco.
Por ejemplo, sabemos que, en las crisis, el gran ahorrista (por estar más alerta o por ser alertado con anticipación) huye antes que el pequeño (que muchas veces no sale).
Si a esto le sumamos la concentración del ahorro financiero en los hogares más ricos y los costos de invertir en el exterior, podríamos inferir que
- la mayor parte de los ahorros argentinos dolarizados
  en el exterior
- está en manos de la población de mayores ingresos.
En ese caso, si bien el efecto de una devaluación postcrisis sobre la distribución del ingreso suele ser progresivo (por su efecto benigno sobre el empleo),
- su impacto sobre la distribución de la riqueza sería
  regresivo.

Riqueza y vivienda
El mejor ejemplo de esta inequidad de hoja de balance -el único para el que tenemos algunos datos- es más cercano en el tiempo.
Con los recaudos que exige toda generalización, podría decirse que
- las familias ahorran
- fundamentalmente en ladrillos.
Hay otros ahorros, claro:
- en impuestos y aportes para financiar el sistema de
  servicios públicos y protección social en países europeos
  o en Canadá;
- en seguros de retiro países con estados más reticentes
  como EE.UU. o Inglaterra.
Pero, en ambos casos, la hoja de balance familiar presentará en general deuda hipotecaria del lado del pasivo y metros cuadrados del lado del activo.
Este patrón no es prerrogativa de las clases medias del mundo desarrollado; también se aplica a hogares humildes en países en desarrollo con mercados hipotecarios menos inclusivos.
Así, en barrios carenciados de América Latina puede verse el ahorro de hormiga de ladrillos apilados, o el trabajo de fin de semana para levantar una nueva habitación o un nuevo baño.
En ese esquema,
- la falta de protección
- contra la inflación,
- el abuso a veces deliberado
- del impuesto inflacionario,
- inhibe ambos tipos de ahorro.
Del lado de las hipotecas, el efecto es claro: las encarece.
El tradicional sistema francés de cuota fija exige
- cobrar en las primeras cuotas lo que la inflación
  licuará en las últimas; por eso,
- la primera cuota es hoy tan alta que pocos califican.
Y la solución natural a este dilema,
- la indexación a la inflación, requiere de
- un índice libre de manipulación que hoy se ve lejano.
De los otros ingredientes que son parte esencial del ingreso efectivo (es decir, del consumo y la calidad de vida) de las familias y su distribución sólo hay aproximaciones imprecisas
Las consecuencias directas se ven en los datos: según el censo, el porcentaje de familias que alquilaban su vivienda, que había bajado en los 90,
- subió de 11% en 2001 a 16% en 2010.
El deterioro no se debió a la crisis: la EPH muestra que
- la tasa de inquilinización tuvo un sendero ascendente
  en los últimos años -
- previsiblemente, más empinado para las familias
  jóvenes de sectores medios
- que tuvieron y perdieron el acceso al crédito.

¿Adónde fueron estos ahorros?
Para responder esto
- basta mirar cómo en las carteras de los bancos
Lentamente, la familia argentina
- pasó de ahorra en ladrillo a
-"ahorrar" en autos y LCD
- o simplemente a no ahorrar,
- consumiendo sus excedentes.
Esto no implica que
- el país como un todo no haya ahorrado; por
  el contrario,
- el consumo de unos es el ahorro de otros, como
  lo atestigua
- la sólida rentabilidad de las empresas que alimentan
  ese consumo -o
- el desendeudamiento del gobierno, beneficiado por
  las tasas bajas y la licuación inflacionaria.
Lo que la creciente inquilinización de la familia argentina nos dice es que
- la redistribución progresiva
- del ingreso medido por la EPH
- probablemente haya convivido con - una redistribución regresiva
- de la riqueza.
En términos más simples,
- que el aumento de ingreso fue en muchos casos
  pan para hoy;
- que la recuperación del empleo redujo la pobreza pero
- no necesariamente sacó a las familias de la pobreza.
En fin, que
- un modelo inflacionario de tasas bajas que
- incentiva el consumo a expensas del ahorro
- genera una inequidad de hoja de balance,
- menos visible pero más duradera, que
- invierte la premisa, heredada de la inmigración,
- del ahorro como instrumento
-de movilidad social.
Eduardo Levy Yeyati - La Nación - Buenos Aires -  7-Sep-2012

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