Alguna vez utilicé este
espacio para distinguir tres tipos de conservadores, con uno de los cuales puedo
llegar incluso a simpatizar.
Establecido que tanto
liberales como conservadores
saben que
- las libertades tienen algo así como
- una
línea del horizonte que no se debe traspasar,
- la diferencia está en que
- mientras
los primeros quieren empujar esa línea,
- es decir,
ampliar el espacio de la libertad,
- los segundos se obstinan en
acercar dicha línea, o sea,
- en disminuir el campo de las
libertades o en evitar que continúe
expandiéndose.
Hay los
conservadores en bruto, que son aquellos
que
- creen que existe un orden natural para
- todos los asuntos humanos
relevantes, establecido por Dios, y que
- la libertad, en cuanto desafía ese
orden,
- debe estar limitada al máximo.
Pero existen también los
conservadores estratégicos, que
- temen también a la
libertad pero saben que
- ésta ganará finalmente la batalla, y
- se empeñan entonces en mantenerla a raya
- de manera de
retrasar lo más posible la expansión de las
libertades.
Hay también los
conservadores fatuos:
- no han pensado mucho en estas cosas, aunque
saben que
- en los medios sociales y laborales en los cuales se mueven
- lo que
les conviene para conseguir reconocimiento y ascensos
- es plegarse a
las posiciones conservadoras de quienes en tales medios
- tienen la sartén por el
mango.
No puedo ocultar que estoy del lado de los liberales, pero puedo sentir alguna simpatía por los conservadores estratégicos, que son los que proliferan hoy en Chile.
No puedo ocultar que estoy del lado de los liberales, pero puedo sentir alguna simpatía por los conservadores estratégicos, que son los que proliferan hoy en Chile.
Claro que los hay fatuos -los peores
de todos-, pero, según creo, disminuye, paso a paso, el número de los
conservadores en bruto que presumen de tener línea directa con Dios y con una
eventual ley natural que el supremo hacedor habría dictado para resolver de
antemano todos los dilemas morales que nos preocupan.
Pareciera que
Pareciera que
- nuestros
conservadores son cada vez más del tipo estratégico:
- saben que tienen perdida la partida contra
- la libertad y la
autonomía moral de las personas,
admiten, incluso, que
- es dudoso
que exista una ley natural que nos evite tener que
- deliberar sobre cuestiones
morales, pero se atrincheran y abren fuego
- para que la derrota definitiva tarde
lo más posible.
Así, por ejemplo, ese tipo
de conservadores resistió nuestra ley de divorcio, y no porque
creyeran que podían impedirla (éramos la única nación de Occidente sin tenerla),
sino porque después vendría la de la igualdad de los hijos
concebidos dentro y fuera del matrimonio, y, más
tarde, un proyecto sobre aborto, luego del cual se abriría una
discusión acerca de la eutanasia.
En todo eso, los conservadores
estratégicos tuvieron razón, y no porque una de esas cosas lleve necesariamente
a la otra, sino porque se trata de asuntos que tienen una dimensión
moral que ellos querrían resolver desde la perspectiva de convicciones
que siempre han recelado de la autonomía de las personas para enfrentar
sus problemas con sujeción a la conciencia antes que a la tradición en que
pudieron ser formadas.
Algunos conservadores estratégicos
podrían consentir incluso en la despenalización del
aborto en las tres situaciones que se anuncian, aunque se
opondrán, porque lo que realmente temen es que luego estemos
discutiendo sobre aborto libre y, a continuación, sobre
el derecho de las personas a decidir el momento de su
muerte.
Se opondrán también al uso de la
marihuana con fines terapéuticos, aunque estén conformes con él, porque temerán
que se trate solo del primer paso para su completa
legalización.
El conservadurismo estratégico de sectores influyentes de la sociedad chilena, no obstante haber perdido todas las batallas, sabe que puede prolongar estas por mucho tiempo y que esa es también la mejor manera de postergar el comienzo de la siguiente contienda.
El conservadurismo estratégico de sectores influyentes de la sociedad chilena, no obstante haber perdido todas las batallas, sabe que puede prolongar estas por mucho tiempo y que esa es también la mejor manera de postergar el comienzo de la siguiente contienda.
El conservadurismo estratégico no
juega a ganar, y ni siquiera a no perder.
En el caso de batallas en curso, juega
a diferir el momento de la derrota, y en el de las por venir lo hace para
retrasar lo más posible el inicio de las
hostilidades.
Agustín Squella - El Mercurio - Sgo. de Chile - 20-Jun-2014
No hay comentarios:
Publicar un comentario