domingo, 11 de diciembre de 2011

Historia de un desafío en los confines de la tierra




La conquista del Polo Sur cumplirá 100 años el 14-Dic-2011

Roald Amundsen y Robert Scott fueron dos exploradores con una misma misión: conquistar el Polo Sur.

Su competitividad en la consecución de este objetivo, que ahora celebra su centenario, ha pasado a la historia como una de las más dramáticas historias de rivalidad en la búsqueda humana de nuevos horizontes.
La carrera contrarreloj protagonizada por el noruego y el británico acabó con la victoria del primero y la muerte del segundo. Cómo se llegó a este desenlace es una historia cargada de emotividad, estrategia, superación y adversidades.
Robert Scott era un oficial de la Armada Real que había anunciado su intención de viajar hasta el Polo Sur para ser el primer hombre en pisarlo. Corría el año 1910 y el británico ultimaba los preparativos para salir en el Terra Nova cuando recibió un telegrama de Amundsen. Este había anunciado su intención de atravesar el Polo Norte, pero ahora le comunicaba un cambio de planes y el nuevo rumbo que tomaba el Fram: el Polo Sur.
La notificación hizo que Scott precipitara su salida, no sin antes calificar de "juego sucio" la artimaña del noruego.
En la primavera de 1911, ambas expediciones ya habían llegado a las inmediaciones de su objetivo e instalaron sus campamentos base muy cerca unos de otros en la Bahía de las Ballenas.

Mientras se preparaban para comenzar con la expedición, los hombres se miraban de reojo, intentado averiguar datos de sus adversarios. "Las tripulaciones de ambas expediciones estuvieron juntas allí. Scott no participó en los encuentros, pero Amundsen sí.
Los británicos estaban preocupados porque veían que Amundsen utilizaba los perros para transportar víveres y vieron que los perros tiraban muy bien. También Scott tenía perros, además de ponis y tractores. Y esto es precisamente lo que preocupaba a Amundsen.
Así que los dos se preguntaban quién tenía el mejor equipo", relata Olav Orheim, presidente del patronato del Museo Fram de Oslo.
Lo cierto es que los escrúpulos, o la tozudez de Scott en no utilizar los perros, fue una de las claves del éxito de una expedición y de la derrota de la otra. "Scott tenía perros, los podía haber utilizado, pero no quería hacerlo como lo hacían los noruegos", prosigue Orheim.

Los inuits
Amundsen había aprendido muchas cosas sobre supervivencia durante una larga convivencia con los inuits (pueblos esquimales que habitan en las regiones árticas). Según el presidente del Patronato Fram, "allí aprendió a utilizar los perros y a esquiar de una forma más eficaz que como lo hacían los noruegos. Amundsen no tenía ningún miedo ni barrera a aprender de ellos".
El noruego, además, tomó ropas de los inuits y trineos más ligeros y planificó menos carga de comida para sus perros, de forma que cuando estos fueran muriendo pudieran servir de alimento para el resto del grupo.
Scott no tenía la mente tan abierta. El británico consideraba a los canes animales de compañía y se negó a utilizarlos para transportar la carga. Su expedición era exploradora pero también científica -gran diferencia con Amundsen-, así que cargó las máquinas y los caballos con su equipaje.
Los primeros problemas llegaron pronto. Los tractores se estropearon a las primeras de cambio y la carga de los trineos tuvo que ser arrastrada por los ponis y los propios hombres que agotaban así las pocas fuerzas que les quedaban.
Los ponis realizaban un sobreesfuerzo y transpiraban en exceso; poco a poco, fueron muriendo por la congelación de su sudor. "Scott no quería aprender de nadie y comete un montón de errores prácticos. Simplificándolo mucho, no tenía la habilidad de aprender de otros.
- Si no hubiera sido de la Marina Real probablemente no habría tenido ese problema.
- Tampoco era un buen líder,
- nunca consiguió crear un grupo homogéneo y
- no era capaz de tomar buenas decisiones cuando estaba bajo presión.
-¡Tenía más medios que Amundsen!", apunta Olav Orheim.
Sea como fuere, Amundsen, ajeno a los problemas británicos, seguía preparando su ataque al Polo Sur. Tras un intento anterior fallido, el 19 de octubre abandona el campamento con 4 hombres:
- un campeón de esquí, Olav Bjaaland;
- un especialista en perros, Helmer Hanssen;
- un arponero de ballenas, Oscar Wisting; y
- un aduanero, Sierre Hassel.
Los cinco hombres se llevaron 4 trineos ligeros y 52 perros.
Por su parte, Scott partió con otros cuatro hombres:
- Evans, Wilson, Bowers y Oates,
- varios perros, ponis y tractores.
Ambos tomaron rutas diferentes -
- los noruegos van por un camino más corto que los ingleses, pero mucho más duro- y
- fueron dejando depósitos con suministros para no cargar con ellos todo el trayecto
y facilitarles después el regreso.
Quemados, hambrientos y, en algunos casos enfermos, Amundsen y los suyos fueron consiguiendo ventaja sobre los británicos que no paraban de tener problemas.
- El 14 de diciembre de 1911, los noruegos lograron su objetivo.
Pero, ¿cómo saber que habían tenido éxito en una gran explanada de hielo?
- "Plantaron la bandera a 89º, pero no podían saber dónde estaban, así que dejaron la bandera y Amundsen envió a un hombre a un lado, a otro hacia otro lado y a un tercero hasta otro punto para rodear toda la zona.
Solo un año después, un matemático pudo certificar con sus cálculos que efectivamente habían pisado el Polo Sur", explica Harald Ostgaard Lund, comisario y experto en Amundsen.

La derrota y la muerte por otra vía
Scott seguía avanzando ignorando que ya habían perdido la batalla.
- 34 días después que los noruegos llegaron al Polo Sur y
- fueron conscientes de la derrota.
Una tienda de campaña con la bandera noruega y una carta de Amundsen para Scott fueron las desgarradoras pruebas. Pero sabían que aún les quedaba lo peor.
El regreso se convirtió en una pesadilla. Evans murió al mes de comenzar el retorno, mientras los otros cuatro intentaban alcanzar los víveres de uno de sus depósitos.
Sorprendidos por una terrible ventisca y soportando temperaturas extremas, Wilson repartió 10 pastillas de morfina entre sus compañeros para aliviar el trance. Sabían que era su final.
Y mientras
- Amundsen y los suyos celebraban en el campamento base el triunfo de su expedición,
- Scott escribía en su diario unas palabras de despedida el 29 de marzo de 1912:
-"La muerte ya no puede estar demasiado lejos. Es una lástima, pero no creo que pueda
seguir escribiendo. R. Scott. Por el amor de Dios, cuidad de nuestras familias".
El depósito con víveres, su salvación, se encontraba a solo 16 kilómetros de ellos.
Itziar Gorospe - DEIA - Bilbao - 11-Dic-2011

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