Una respuesta adecuada para romper la inercia de la economía chilena y dar un salto en las perspectivas de crecimiento es precisamente la adopción de una efectiva agenda pro igualdad y pro crecimiento.
Cada año se inicia con nuevos propósitos y el deseo de mejorar lo realizado en el anterior. Para la economía chilena éste es un objetivo fundamental, considerando las dificultades que actualmente plantea la coyuntura internacional, y el deterioro que ha registrado en los últimos años la capacidad de crecimiento del país.
Durante este año, las principales economías del mundo deberán hacer frente a importantes dificultades. Así, mientras los bancos centrales se esmeran por lograr una recuperación de los niveles de crédito en sus economías, tras la irrupción de la crisis del mercado hipotecario de los Estados Unidos, los ajustes en las paridades que ésta ha precipitado han dado origen a nuevas fuentes de tensión.
En efecto, en aquellas economías -especialmente de la Eurozona- que han visto apreciarse fuertemente sus monedas durante los últimos meses, las presiones proteccionistas se han hecho más intensas, tal como ocurría en los Estados Unidos antes de la sostenida depreciación del dólar.
El temor a una recesión en los EE.UU. ha llevado a prestigiosos economistas, como Larry Summers, quien fuera Secretario del Tesoro durante el gobierno de Bill Clinton, ha proponer un agresivo programa de estímulo fiscal en dicha economía.
Sin embargo, mientras este tipo de iniciativas alimenta el temor de que la profundidad de esta crisis sea mayor que lo anticipado, por otro lado, la eventual implementación de las mismas acrecentará los desequilibrios en las cuentas fiscales de este país, elevando así los riesgos del peor escenario para la economía mundial, cual es el de una violenta "corrida" contra el dólar.
En América Latina el escenario tampoco es tranquilizador, aunque presenta matices interesantes. Así, mientras un grupo de países de la región muestra un razonable grado de coherencia en sus políticas, lo que permite anticipar que podrán sostener un crecimiento de sus economías sin grandes dificultades, otros, como Argentina, Ecuador, Bolivia y Venezuela, deberán resolver deficiencias de su institucionalidad y diseño de política económica, si quieren impedir la irrupción de complejos desequilibrios macroeconómicos.
Más aún, el principal desafío que deberán enfrentar estos países es la construcción de un marco institucional coherente con un progreso sostenido en los niveles de vida de su población, antes que el escenario vigente provoque tensiones que deriven en conflictos sociales de mayor envergadura.
La economía chilena
Para la economía chilena se plantea un año de desafíos, amenazas y oportunidades.
Desafíos por la tarea que significa recuperar el dinamismo del crecimiento, a través de la puesta en marcha de una decidida estrategia dirigida a crear un clima más amistoso con el crecimiento de la inversión y el empleo.
A la luz de lo observado durante el año pasado, tanto en términos del enfoque de la política laboral impulsada por las autoridades del sector, como en la forma en que se han enfrentado las consecuencias medioambientales de los proyectos de inversión, es difícil ser optimista en estos planos, en los que se han ido configurando serios obstáculos para la recuperación de un mayor dinamismo.
En la lista de tareas pendientes también se incluye la reducción de la inflación, lo que hará necesario un intenso trabajo de la política monetaria con este fin.
La principal amenaza proviene del hecho que el país comienza un período de dos años de elecciones, en un contexto donde la disciplinada gestión de las finanzas públicas ha permitido acumular un volumen importante de recursos. Parece razonable suponer, entonces, que durante el año se intensificarán las presiones para la ejecución de un manejo fiscal más agresivo.
También existe el riesgo de que los grupos más ideológicos del espectro político -desafortunadamente más abundantes y más repartidos entre sectores- alienten nuevas propuestas de reformas, típicamente en el ámbito laboral, de un alto impacto político y un fuerte costo de eficiencia.
Sin embargo, también hay oportunidades. A mi juicio, la principal proviene de la caída en la aprobación del Gobierno que muestran las encuestas en el último año, lo que crea las condiciones propicias para un cambio de estrategia, de modo de enfrentar con más éxito este "segundo tiempo".
En efecto, en este escenario, una respuesta adecuada para romper la inercia y dar un salto en las perspectivas de crecimiento es precisamente la adopción de una efectiva agenda pro igualdad y pro crecimiento.
En esencia, ello implica remover aquellos obstáculos que impiden alcanzar mejoras en la calidad de la educación y en el acceso al empleo de los grupos más pobres.
A nivel técnico existe un importante grado de acuerdo respecto de lo que se debe hacer. Lo que se requiere es la decisión para abordar los costos políticos de corto plazo que ello involucra. Éste es el momento.
Editorial - "El Mercurio" - Santiago de Chile - 8-Ene-2008
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